¿Te permites sentir el dolor? ¿O lo evitas a toda costa?
Tengo una amiga que lleva años mal con su pareja, casi más que los que estuvieron bien… Y hace unos meses, cuando murió su padre, me contaba que su madre estaba muy dependiente y que ella estaba desbordada, entre el trabajo, los niños, cuidar de su madre, los problemas con su marido…
Yo le sugerí que hiciera terapia, que era un momento muy delicado y que necesitaba ayuda, pero me dijo que no tenía tiempo para parar, y mucho menos para hacer terapia. Así que había empezado a tomar medicación para la ansiedad.
Es decir, en un momento de gran malestar, decidió dejar de sentir. Decidió quitarse de en medio en su vida. Convertirse en una hacedora que ejecuta tareas, una tras otra, y desaparecer. Así anulaba el dolor y dejaba de ser un problema para sí misma.
Esta manera de responder a lo que nos pasa, la evitación, es una de las que más me encuentro en las personas con las que trabajo.
Si algo me da miedo, lo evito.
Si algo me duele, lo tapo.
Si algo me pone triste, me evado con algo que me haga sentir mejor.
Si algo me genera incomodidad, miro hacia otro lado.
Y no nos pasa solo en casos de dolor tan extremos como el de esta amiga (que, por cierto, ya ha dejado de evitar y ha vuelto a estar presente en su vida ;-). No, es algo que hacemos todo el rato y con situaciones cotidianas de todo tipo.
Véase que estoy conociendo a un hombre y no sé lo que quiere, ni lo que busca, ni si encaja con lo que quiero yo, pero voy tirando sin sacar la conversación porque me da miedo preguntarle y que me rechace. Así que me mantengo en modo “ilusión y pajaritos de colores, para no pinchar el globo y arriesgarme a perder lo que tengo”, que me contaba una coachee (si tú también quieres trabajar conmigo, puedes rellenar este formulario).
O alguien hace un comentario que me molesta y me deja en ridículo delante de otras personas, y lo que hago es atacarle y empezar a sacarle todos sus defectos, para no conectar con el dolor que me han provocado sus palabras.
O alguien que trabaja mucho y cada vez coge más responsabilidades en el trabajo, y siempre corriendo a todos lados, con muchas obligaciones y muchas cosas que hacer, pero que, en realidad, está haciendo todo eso para no pensar… Y cada vez que tiene un problema o discute con alguien se pone a hacer cosas para distraerse y no pensar… Siempre ocupada, como una estrategia inconsciente, para no quedarse en silencio consigo misma, para no sentir lo que siente, para evitar pensamientos que no le gustan, para no mirar algo a la cara…
O la que está siempre pensando en el pasado o dándole vueltas al futuro, como una forma de evitar estar en el presente y ver lo que hay ahí…
O la que vive siempre ocupándose de todos, padres, hijos, pareja, hermanos, amigos, etc., para no tener que ocuparse de sí misma.
O el típico ejemplo de “estoy mal con mi pareja, ¡pues vamos a tener un hijo que seguro que eso nos une más!”.
Ya ves que la evitación puede manifestarse de muchas maneras diferentes…
Y todas vienen a ser lo mismo: miro hacia otro lado porque me resisto a ver lo que es.
Y si me siento mal, pues voy al médico a ver si me puede dar algo… Y ale, que estoy tomando pastillas para la ansiedad, y mucho mejor oye. Fenomenal. A partir de ahora cada vez que me sienta mal, tomo esto, y listo. Arreglado (o, lo que viene a ser lo mismo, ¡así no me entero de lo que me está pasando!).
La evitación es una manera en la que muchos hemos aprendido a sobrevivir y a relacionarnos con lo que nos pasa.
Y tiene mucho que ver con la creencia irracional de que es más fácil evitar los problemas que hacerles frente.
Y, ¿cómo se traduce esto en tu vida? Pues en que aplazas las decisiones importantes (hasta que te encuentras con el agua al cuello), en que evitas hacer cosas que no te gustan, en que no asumes tu parte de responsabilidad en lo que te pasa, en que evitas los sentimientos dolorosos y las situaciones que te generan incomodidad, en que tiras por el camino fácil…
En que huyes por miedo al rechazo, al conflicto, al dolor, a la pérdida, a perder el control, a no ser suficiente…
Hay dos maneras de vivir la vida
Mira, haciendo una división muy básica, que después las personas somos mucho más complejas que este tipo de clasificaciones, diría que hay dos maneras de vivir la vida:
O persigues lo que te da placer.
O evitas lo que te puede producir dolor.
Y conocerte a ti misma, que para mí sin ninguna duda es la clave del bienestar y de la felicidad, pasa por saber cuál es la tuya…
Todos practicamos la evitación en algún momento o en algún área de nuestra vida, y lo importante es que sepas dónde la practicas tú, porque en tu caso puede ser que evites una tarea que no sabes si vas a hacer bien y en el mío puede ser que evite confrontar en una relación por miedo a quedarme sola.
Es decir, casi todos hacemos algo para evitar el dolor, la diferencia es que, en unos casos tiene consecuencias más graves, y en otros menos.
Por ejemplo, como no sé expresarme, o me han silenciado y he aprendido a no decir las cosas, pues si tengo algo que decirle a alguien no soy capaz. Así que lo que hago es evitar a esa persona, alejarme de ella.
Como le pasaba a una coachee que tenía una amiga a la que sentía muy pesada y demandante y, como era incapaz de decírselo, lo que hacía era inventarse excusas para no quedar con ella o no contestarle al teléfono.
O a otra que con su pareja se tragaba lo que no le gustaba y lo que ella quería y no ponía límites en la relación por miedo a que se acabara. Aguantaba, sostenía y se hacía cargo de que todo siguiera bien, por miedo a perder al otro.
O quien va dejando las cosas para mañana, arrastrando tareas pendientes, diciéndose que va a hacer algo, pero sin hacerlo… por miedo a fallar, a no estar a la altura, a que algo no salga como esperaba…
Recuerdo a otra coachee que iba perdiendo amistades por esto de evitar, porque cuando le molestaba algo de una amiga no lo decía, y así se le iban acumulando las piedrecitas en el zapato, hasta que un día explotaba y cortaba la relación sin mirar atrás. Y ella se contaba que “no merecía la pena hablarlo”, pero en realidad lo que había detrás era miedo. En este caso, miedo al rechazo y a no ser suficiente para aquella amiga.
Por eso, para dejar de evitar, lo primero es ser consciente de que lo haces y darte cuenta de las historias que te cuentas para no afrontar lo que sea que estés queriendo evitar.
Y te pongo un ejemplo personal: hace un tiempo que me di cuenta de que evitaba participar en los grupos de whastapp, sobre todo los que eran muy grandes o en los que no tenía confianza, porque me conectaba con el miedo (con el trauma infantil del bullying en el colegio). Pero antes yo no me contaba eso, antes me decía a mí misma que me saturaban los grupos y que no era muy de whatsapp (que también es cierto). La cosa es que solo he podido afrontar ese miedo cuando me he permitido sentirlo, cuando me he ido dando cuenta de ese proceso en el que leía lo que habían escrito los demás y entraba en el análisis de qué poner y de lo que iban a pensar, y me echaba atrás…
Es decir, cuando estás evitando algo, empezar a sanar no es tanto enfrentarte a eso que evitas, como simplemente ser consciente de ello, verlo, reconocerlo, mirarlo a la cara… Es decir, dejar de contarte cuentos y aceptar lo que está siendo.
Cuando el escaparate es de mentira
Cuando una emoción no nos gusta, cuando no nos sentimos cómodas en ella, cuando no nos han permitido estar ahí, ya sea el dolor, la tristeza, el miedo, el enfado, la frustración…, lo que hacemos es taparla con otra emoción que nos resulte más cómoda o más aceptable.
Y entonces nos contamos que estamos sintiendo una cosa, cuando en realidad estamos sintiendo otra.
Por ejemplo, me enfado para no conectar con el miedo, con el sentimiento de soledad o con la tristeza.
O me pongo triste para no conectar con el enfado, y así no tener que poner límites.
Es decir, en el escaparate se ve una emoción, pero la que en realidad está debajo es otra muy diferente.
Véase una coachee que me contaba que en los peores momentos ella siempre tenía un chascarrillo y una broma para apaciguar los ánimos. Es decir, quería tapar la tristeza con alegría.
Parecido a otra que, en las situaciones complicadas, siempre se repetía que todo iba a estar bien, que siempre sacaba su lado optimista para que los demás estuvieran a gusto. “Claro, ahora me doy cuenta de que esa manera de evitar el dolor la he llevado a todo en mi vida, incluso a lo más simple… Que alguien me da una mala contestación y, aunque en un primer momento sí me siento mal, al instante sigo como si nada, y hasta me olvido de lo que ha pasado”, me decía.
El problema es que cuando has aprendido a hacerte la fuerte, en plan “yo puedo con todo y siempre tiro para adelante”, en el fondo de ti sabes que hay algo que no está bien. Porque no te sientes en paz, porque no te quedas a gusto, porque sabes que hace mucho que no sonríes de verdad, porque te sientes bloqueada y no te reconoces en la que estás siendo…
Pero sigues aguantando y sin dejarte sentir esa tristeza, porque “hay que ser fuerte, porque fíjate esa que floja que se hunde por eso”… Sin darte cuenta de que esa fortaleza y ese “todo está bien” es solo una máscara, y que para que sea real primero necesitas dejar de evitar, dejarte caer y aprender a sostenerte cuando te hundas.
Las consecuencias de vivir evitando…
Vale, seguro que hasta aquí ya te has pillado en algo que estás evitando en tu vida, ya sea algo más pequeño o más grande.
Bien, ¿y qué pasa cuando evitas?
Pues, uno, que no puedes estar bien. En apariencia, desde la máscara, puede ser que algunos días vayas tirando, pero una paz interior auténtica, de esa que sientes dentro de ti sin ninguuuna duda y pase lo que pase, es IMPOSIBLE.
Dos, que lo que evitas aquí se repite allí. Que de nada escapamos, porque si algo es para nosotros, la vida nos lo vuelve a traer. Si hay una lección que tenemos pendiente de aprender, por otro lado sale. Ya sea en la pareja, en la amistad, en la familia…
Por ejemplo, una coachee con una madre muy tóxica y victimista a la que siempre había evitado ponerle límites por miedo a no estar haciéndolo bien, a no ser buena hija y a sentirse culpable. Y lo mismo, exactamente lo mismo, empezó a ocurrirle en el trabajo y con su pareja.
Tres, que tal vez te explote todo en la cara cuando ya sea demasiado tarde para resolverlo… Que pase algo horrible y entonces te venga todo el tsunami encima de repente.
Por ejemplo, no hago caso de como estoy con mi pareja, ignoro que no hablamos, que no hay momentos de intimidad, que ya no nos respetamos… Y un día llega y me dice que quiere separarse :-(.
O, peor todavía, que lo que te explote en la cara sea algo relacionado con tu salud, porque lo que evitas dentro de ti sigue ahí, y muchas veces se somatiza en el cuerpo.
Y, cuatro, lo más importante, que cuando evitas no estás contigo. Que tu niña interior está abandonada en un rincón, esperando que alguien la escuche, que alguien la abrace, que alguien la coja de la mano y deje de ignorarla de una vez…
Esta es la peor consecuencia de evitar el dolor y contarte que estás bien cuando no lo estás…
Que si no vives el dolor, si no vives la tristeza, sino vives lo que te da miedo, no estás viviendo… Está tu cuerpo, pero tú estás apagada, dormida, ausente…
Vas como de puntillas por la vida, pero no estás en ella. Y, en algún lugar dentro de ti, te sientes vacía.
No dudes que esta más vivo quien siente el dolor con toda su plenitud que quien lo evita a toda costa.
Que cuando no estas viviendo realmente tu vida, esto acaba pasando factura. Porque llega un día, con la edad que sea, en que dices “vaya mierda, no quise escuchar lo que me estaba pasando, lo evité, y ahora he perdido veinte años”.
Que cuando te evades de lo importante para resolver lo que no es, es como quien tiene una fuga de agua en el baño, pero se dedica a poner la lavadora. Y, cuando se quiere dar cuenta, tiene el piso inundado y un lío de tres pares de narices.
Pues eso.
Así que, si has llegado hasta aquí, debe ser que algo de esto te resuena.
Si es así, párate, siéntelo, observa qué es eso que estás evitando… Quédate unos instantes en silencio, conecta con tu interior y simplemente date cuenta. Nada más.
Es probable que para afrontarlo necesites ayuda, y está bien. Por mi parte, encantada de acompañarte.
Pero, por ahora, simplemente observa.
…
Y si quieres compartir conmigo de qué te has dado cuenta, puedes hacerlo aquí debajo en los comentarios. Me gustará mucho saber de ti.
Muchas gracias por tu post Vanessa, me siento muy identificada. Yo me he alejado de un chico porque me da ansiedad. Él quería quedar y le he dicho que cuando tenga tiempo, que le aviso (abierto a: nunca jamás quedar, por supuesto). A mí me cayó bien al conocerle, pero al hablar con él por mensajes empecé a sentir ansiedad. Ya no sé qué pensar, creo que sí alguien me produce inquietud y ansiedad no puede ser bueno. Sentía que necesitaba darme espacio, por eso he puesto distancia. Y porque quería dejar de sentir ansiedad. No quería tener la típica escena de que el chico me dice que le gusto, y yo no estoy segura y ya tenemos lío montado. ¿Si alguien te da ansiedad es malo, verdad? Muchas gracias y un abrazo
Hola Maria Jesús,
Habría que ver qué es lo que está pasando ahí, qué es lo que te da ansiedad de esa persona, cuánto tiene que ver contigo y cuánto tiene que ver con algo que él hace… En un principio te diría que si algo te da ansiedad, te alejes. Pero nos es tan sencillo como eso, porque también es importante entender qué es eso que te está generando ansiedad, para que si tiene que ver contigo lo resuelvas y no se repita en otra parte… Y si tienes claro que con esta persona no vas a quedar, es mejor que se lo digas así y lo cierres, a que le des largas y siga el tema abierto.
Un abrazo,
Vanessa
Al leer esto sentí tanto la frase que decía “ 20 años perdidos” y si; como nunca pude darme cuenta que evitaba a toda costa las cosas que me pasaban simplemente por el miedo de afrontar, por la inseguridad qué hay en mi interior, por la falta de valor, por creer que después de eso no había luz, y anoche pasé por algo que no muy doloroso pero si me afecta en parte, y es que ya lo venía venir pero no quería hablarlo por miedo al abandonó… me he llevado una gran enseñanza y lo aplicaré en mi vida porque yo si puedo ❤️
Hola Zulay,
Qué bien, me alegro mucho de que el post te haya dado luz y te haya servido para comprender lo que estaba pasando. Siéntete muy orgullosa de haber tomado consciencia, y no olvides que sí que puedes. Por supuesto que sí :-).
Un abrazo,
Vanessa
Gracias por contestarme, Vanessa. Al final, le di largas a quedar y luego que sí, y él me dijo que ya me avisaría él, y no lo ha hecho. Quizá mejor así. Supongo que algo me daba mala espina, y me pone triste porque parecía majo. Por otra parte, un chico que me gustaba mucho me cogió de sopetón y me estrujar, y aunque me pidió disculpas me pareció mala señal (me sigue gustando, pero no le voy a hablar en este momento…). Este tema me parece complicado, pero desde que hago caso a mi instinto me siento mucho mejor, aunque me lleve decepciones como esta. Muchas gracias de nuevo por responderme 🙂 Saludos
Y también quería decir que lo que veo que me da ansiedad es interesarle a alguien, porque aunque sé que no es así, siento que debo cumplir sus expectativas. Igualmente me da pena que ya no me quiera hablar más este chico.
Hola Maria Jesús,
Si lo que te da ansiedad es interesarle a alguien porque entonces tienes que cumplir con sus expectativas, eso sí sería algo a trabajar en ti, ese miedo a defraudar al otro o a lo que sea, porque te lleva más a poner el foco en lo que quiere el otro que en lo que quieres tú. Ese sería un ejemplo de algo que tiene que ver contigo. Pero no quita para que escuches tus tripas y desde ahí reconozcas cuándo alguien te está tratando como a ti te gusta y cuándo no es así. Quiero decir que son dos cosas diferentes :-).
Un abrazo,
Vanessa