Imagínate que estás conociendo a alguien. Que llevas unas semanas quedando con esa persona, la relación cada vez es más cercana, y a ti te gusta y estás ilusionada.
Pero, de repente, el otro parece que pone distancia. Te dice que no puede quedar porque, por ejemplo, tiene mucho trabajo. Y medio desaparece, te va dando largas y tú no entiendes qué pasa, pero empiezas a volverte loca.
¿Qué harías en esa situación?
A veces, cuando nos pasa esto, lo que hacemos es aguantarnos las ganas, adaptarnos a los ritmos del otro y esperar.
“A mí me apetece hablar con él, pero no quiero ser pesada. Así que me quedo esperando a que dé señales de vida”, que me decía una coachee hace poco.
“No sé si el problema lo tengo yo que pido demasiado. Que estoy demasiado pendiente y siempre estoy dispuesta cuando me llama”, que me decía otra.
¿Te suena? Si es así, quiero decirte algo: ¡deja de aguantarte para que el otro esté bien!
¡Deja de contarte historias y de tragarte lo que quieres y lo que te gustaría!
A ver, si tú necesitas beber tres vasos de agua y sólo te están dando sorbitos, ¿no es lógico que estés todo el rato con sed? ¡¡Pues claro que sí!!
“A mí me gustaría escribirle y decirle de quedar. Hablar con él y saber lo que piensa y lo que quiere. Creo que aunque tenga mucho trabajo no debería desaparecer así… Pero, ¿y si soy pesada? ¿Y si le agobio y le espanto?”.
Mira, el otro tiene todo el derecho del mundo a desaparecer y a recular, lo importante es cómo respondes tú. Si te aguantas la sed “para no ser pesada”, “por si se agobia”, “para no hacer el ridículo”, “porque el problema es que soy demasiado insegura”… ¿crees que te estás cuidando?
Si para no espantar al otro lo que haces es tragarte lo que tú necesitas, porque “aquí lo importante es que el otro esté cómodo”, ¿¿¿crees que te estás cuidando???
O, dicho de otra forma, si yo quiero dos vasos de agua y legitimo lo que quiero, ¿crees que los pediría? ¿O me quedaría esperando por si soy pesada o por si me dicen que no?
Que te quede claro esto: para que puedas encontrar a alguien que sea un SI, necesitas estar dispuesta a recibir un NO.
El que no se expone, el que se queda escondido esperando, el que no está dispuesto a dar el primer paso, ¡no puede ganar!
“Estoy dándole vueltas al tema todo el día. Y estar esperando a saber algo de él me genera mucha ansiedad”.
Claro, pero es que muchas veces esa ansiedad no es por no saber del otro, sino por NO estar haciendo lo que necesitas hacer. Por no escucharte, por dejarte en manos del otro y por no ocuparte de lo que TÚ quieres.
En las relaciones de pareja lo que importa no es con quien te encuentras, sino dónde te quedas. Y si te quedas en un lugar en el que estás pasando sed, la responsable de ir donde haya agua eres tú, ¡no el otro!
Tú eres quien ha de tener claro qué es lo que quieres y qué es lo que no quieres.
Tú eres quien ha de hacerse una de las preguntas más importantes en este tipo de situaciones: “ahora mismo, ¿qué sería cuidarme?”.
Claro que, a veces, responder con honestidad a esta pregunta implicará irte de ese lugar donde te dan sorbitos de agua a regañadientes.
Otras veces implicará coger tú el mando de lo que necesitas, dar un paso y exponerte a que te digan que no (o que sí).
Otras veces implicará decir que a ti te gustaría beber más agua y ver qué pasa y si el otro te la puede dar.
Pero en ningún caso será esperar a ver qué hace el otro, ¡porque ahí no te estás haciendo cargo de ti!
¿Me espero o le escribo?
Ojo, porque esto de estar más en la necesidad del otro que en la tuya no solo pasa en las relaciones que están empezando. También en las que llevan un tiempo, incluso meses o años.
Y tampoco pasa solo cuando tienes veinte años. Pasa igual con cuarenta, con cincuenta o con sesenta, porque no es un tema de edad, es un tema de que pongas el foco en tus necesidades en vez de en las del otro.
“Han pasado poco más de veinticuatro horas desde que me escribió, que no es nada, pero estoy aquí deseando que me escriba… Por ganas le escribiría, pero como la última vez le escribí yo y no quiero ser pesada, pues no sé qué hacer. ¿Me espero o hago lo que me apetece y le escribo?”, que me decía otra coachee.
¿Tú que crees? ¿Crees que debería aguantarse por no ser pesada, contando las horas desde la última vez que supo de él? Pues no, ¡¡claro que no!!
Cuando no te expresas, cuando no haces lo que sientes, cuando no te muestras, cuando no hablas de lo que te falta, cuando no pides lo que necesitas, cuando reprimes lo que sientes por miedo al rechazo o a lo que piense el otro, ¡estás en su necesidad y te olvidas de la tuya!
¡Así que deja de aguantarte para que el otro esté bien y empieza a pensar en ti!
En vez de reprimir lo que sientes, de esforzarte para gustar al otro, de esperar para recibir algo, aunque sean migajitas… En vez de estar volcada en el otro y preocupada por lo que le pasa a él, ¡estate contigo!
Sé auténtica, sé tú y haz que cada vez que te mires te sientas orgullosa de cómo actúas y de cómo eres.
Escúchate, legitima lo que quieres sin “peros” y empieza a ser tú quien se da lo que necesita y quien también sabe pedirlo.
Si lo expresas y esa persona puede darte lo que quieres, fenomenal.
Si resulta que no puede dártelo, fenomenal también, porque al menos ahora ya lo sabes y no pierdes más el tiempo.
Pero si siempre vas a tener que estar aguantándote y esperando, que es lo que suele pasar en este tipo de situaciones, nunca vas a poder estar bien.
Si vas a tener que estar siempre fingiendo que a ti con tres sorbitos de agua te vale, no vas a poder sentirte bien ahí.
Y recuerda que esto no va de a quien te encuentras, ¡va de con quién te quedas!
Que el otro tiene todo el derecho del mundo a querer dar solo tres sorbitos, ojo. El problema no es ese, el problema es que tú te cuides tan poco como para aceptar estar siempre con sed :-(.
¿Es el otro o soy yo?
Vale, ¿y qué pasa cuando pides lo que quieres y el otro te dice que sí que te lo va a dar, pero después tú no lo sientes así? Si sientes que, aunque te de más, no te llega y sigues con sed…
Entonces tendrás que ver cuánto es tuyo y cuánto es del otro.
A veces es que, desde ese miedo a perder al otro, nada te resulta suficiente, nada te sacia…
Y a veces es que, aunque el otro se esfuerce, aunque sí que tenga interés, no es capaz de dar tanto como a ti te gustaría…
Pero normalmente suelen ser un poco las dos cosas. Porque si el otro de verdad te diera, seguramente no te quedarías con sed. Y porque, cuando elegimos desde el miedo, solemos escoger a personas que nos dejan con sed.
Lo que tú sientes, desde luego, suele ser por algo. Y la prueba es que, si lo piensas, seguro que se te ocurren relaciones donde has sentido que tenías agua suficiente y que no te quedabas con sed.
Así que ten claro que, si el otro se espanta porque le muestres interés, es que no es alguien que te convenga, porque es de los que siempre va a salir corriendo cuando tú te acerques.
En cambio, con quien es que sí, es que sí y no le va a resultar pesado que le llames o le propongas un plan.
Y lo bueno de esto es que si eres tú y haces lo que te apetece, te encontraras a personas que sí encajen contigo y que puedan darte lo que necesitas, y espantaras a las que no.
Es decir, cómo tú te comportes hará que atraigas a las personas correctas y repelas a las que no.
Pero no como un comportamiento aprendido, como si siguieras un libro de instrucciones. ¡No, no, no! Se trata de que sea desde el más profundo deseo de cuidar de ti y de no quedarte con sed nunca más.
Escuchando cómo te sientes y sabiendo distinguir si con lo que alguien te da y con cómo te trata, tú te sientes cuidada por esa persona o no. Si, objetivamente, viendo cómo te trata, sin duda dirías que sí que te sientes cuidada y respetada, o no.
Cuando llegas a eso, cuando entiendes que la clave es que tú legitimes lo que necesitas sin ninguna duda, entonces es cuando solo te quedas donde lo recibes.
Que por supuesto que para sentirte segura en una relación dependes del otro y necesitas que el otro te dé.
¡Pero es que lo que te dé el otro no depende de ti ni de lo mucho que seas capaz de aguantar! Depende de él, del momento en el que esté, de lo que pueda darte en ese momento y de lo abierto que esté a dártelo (y no solo de que te diga que quiere dártelo).
Si agobias a alguien siendo tú y haciendo lo que sientes, es que esa persona ahora mismo está en otro nivel. Que no es malo, pero no es el tuyo. Y, cuanto antes lo sepas, mejor.
¿Por qué te aguantas para que el otro esté bien?
Cuando te quedas, cuando aguantas, cuando esperas… terminas viviendo frustrada. Claro, si tú quieres un 9 y recibes un 4, ¡lógico que estés frustrada! Pero, como eso no lo vas a sostener siempre, como nadie es capaz de vivir siempre en la carencia y sentirse bien, si sigues ahí, en cuanto cojas confianza empezarás a demandar.
Habrá veces que te aguantes para que el otro esté bien y otras que explotes y te enfurruñes. Y el otro no entenderá nada porque está acostumbrado a la que aguanta, porque eso de demandar no es lo que le habías vendido.
¿Te das cuenta de cuál es el problema? Pues que desde el principio te habías colocado por debajo del otro, dejando tus necesidades a un lado y priorizando las suyas.
Así que, si después de todo lo que te he contado te das cuenta de que estás ahí, pregúntate por qué lo haces. ¿Qué hace que aguantes para que el otro esté bien?
Tal vez haya una creencia de que si pides te van a dejar.
Tal vez haya una creencia de que eres demasiado exigente, de que pides demasiado.
Tal vez haya una creencia de que no te mereces lo que pides.
Tal vez haya una creencia de que no vas a encontrar a alguien que te dé lo que pides.
Tal vez sea que piensas que en las relaciones hay que esforzarse e invertir (claro, cuanto más invierto, más me cuesta después irme, y así nacen las relaciones de dependencia emocional)
Tal vez sea que crees que, si esperas y aguantas, al final el otro cambiará, te elegirá y se quedará contigo.
O que en el fondo tienes tantos miedos que, aunque tú te cuentes lo contrario, no estás abierta a una relación, ni preparada para exponerte con alguien de igual a igual
En cualquier caso, si estás ahí, necesitas hacer un trabajo interior para aprender a legitimar tus necesidades igual que las del otro. Si quieres, me encantará acompañarte en ese camino de amor a ti misma (aquí tienes el formulario para trabajar conmigo).
…
Y, como siempre, puedes contarme qué te ha inspirado este post en los comentarios aquí debajo.
Vanesa, una vez más me han resonado tus palabras de principio a fin. Es que todas y cada una. !Qué suerte leerte!
Una vez más me has hecho reflexionar. ¡Cuántas veces me aguanté y me adapté para no molestar a otros! Cuántas veces me bloqueé por sentirme insegura e insuficiente! Ya basta!
Gracias Vanessa por darnos tanta luz. 🌼
Gracias, Sonja, tú también me das luz a mí :-). Esos momentos de consciencia, de darnos cuenta de algo, tienen mucho valor, y son la semilla del cambio que necesitamos.
Un abrazo,
Vanessa
Qué bien, Beatriz. Me alegro mucho de que el post haya tocado algo en ti :-). Mil gracias por decirme.
Un abrazo,
Vanessa
Híjolesssss me cayó como anillo al dedo, justo eso estaba pensando, me ayudaste a organizar mis ideas. Necesito armarme de valor para tomar decisiones. Muchas gracias 🙏🏽
Qué bien, me alegro mucho de que te haya llegado en el momento justo :-).
Un abrazo,
Vanessa