¿Quieres saber una cosa que la mayoría hacemos mal? ¿Algo que sieeeempre agrava nuestros problemas, en vez de resolverlos?
La queja y la falta de responsabilidad.
El mirar hacia afuera, el culpar a otros, el quedarnos de brazos cruzados esperando que algo cambie…
Es decir, el no hacernos responsables de nuestra parte. Que siempre, SIEMPRE, en algo, la tenemos.
La responsabilidad de nuestra vida y de nuestros resultados no es un deber. ¡Es un hecho!
Es un hecho que tú has de hacerte cargo de lo que quieres, de lo que haces y de lo que evitas.
La responsabilidad de ti misma NO es algo que puedas elegir. Es algo que te viene dado. Lo tomes, o no.
Y cuando, por ejemplo, te apartas y te quedas sola por miedo a que alguien te rechace, y no vas a por lo que quieres y no das un paso adelante, no estás asumiendo tu responsabilidad.
Y cuando hay algo con lo que no te sientes bien o con lo que no estas a gusto, que sabes que no es lo que quieres, pero no haces nada por cambiarlo y esperas que sean las circunstancias o los demás los que cambien, tampoco estás asumiendo tu responsabilidad.
Y cuando das una imagen que no encaja con cómo tu te sientes, y estás cansada de ese esfuerzo por “parecer” y de que los demás no te vean como eres, y tú lo que quieres es otra cosa, pero no lo dices, tampoco estás asumiendo tu responsabilidad.
Responsabilidad no es quejarte de lo que no te gusta. Es tomar la decisión de cambiarlo, y hacerte cargo de ello.
Como decía un jefe que tuve hace mucho tiempo, cuando todavía tenía jefes, “no me traigas problemas, tráeme soluciones”.
Pues eso.
Tus dos niveles de responsabilidad
Mira, hacerte responsable pasa por dos niveles. En primer lugar, decidir. Y, en segundo, hacerte cargo de lo que decides. Así de simple.
Decidir en el sentido de decir “quiero esto”, “no quiero esto”, “me va bien”, “no me va bien”, “esto me gusta”, “esto me molesta”…
Es defenderte, pedir explicaciones, legitimar lo tuyo y ponerte tú en valor (no esperar que otros te den ese valor).
Es comprometerte con lo que quieres y hacerte cargo de lo que a ti te interesa o necesitas.
Y, si siempre te pasa lo mismo, dejar de pensar que es mala suerte o que tú no vales y empezar a preguntarte qué tiene eso que ver contigo y que necesitas cambiar en ti.
Por ejemplo, el otro día me puse a nadar en una calle de la piscina donde ya había un hombre nadando. Y nos chocamos. Yo le pedí disculpas, pero el hombre se enfadó muchísimo y empezó a gritarme que debería haber esperado a que él me viera para entrar. En vez de simplemente decir “lo siento, son cosas que pasan”, él necesitó buscar un culpable de lo que había pasado. No se planteó qué podía haber hecho él diferente (nadar a un lado por si entra alguien), sino que solo pensó en lo que yo debería haber hecho diferente.
Y ahí está el segundo nivel de responsabilidad que todos tenemos.
El que, una vez que decides, responsabilidad también es hacerte cargo de lo que decides…
Y si, por ejemplo, contabas con que pasara algo que ahora ya no va a pasar, ver qué puedes hacer con esa nueva situación.
Y, si te sientes sola, hacerte cargo de que tal vez sea porque tú eres la primera que se aísla y se mete en su cueva por miedo a que le hagan daño.
Y, si los demás no te ven, hacerte cargo de que tal vez sea porque intentas pasar desapercibida y no te pones en primera fila.
¡Incluso hacerte cargo también de cuando no quieres hacerte cargo!
Por ejemplo, igual yo me he comprometido a ir tres días a la semana a nadar. Muy bien. He tomado una decisión y ahora es mi responsabilidad hacerme cargo de ella (no son los demás o las circunstancias quienes tienen que ponérmelo fácil para que lo cumpla).
Y, si un día no quiero cumplirlo, porque estoy cansadísima, porque tengo mucho trabajo, porque me duele la garganta o lo que sea, me responsabilizo de elegir no ir.
Es decir, si surge algún obstáculo, yo elijo la actitud con la que quiero responder. Y puede ser una actitud de compromiso (he dicho que iba a ir, y voy), o de flexibilidad (ok, hoy no voy a ir, pero iré un día extra la semana que viene).
Esa es una actitud activa, y no pasiva.
No de queja, ni de esperar que los demás me resuelvan, ni de que “siempre me pasa lo mismo” o de que “me voy a rendir porque yo ya no lo he conseguido y soy un fracaso”. No, responsabilidad no es eso.
Cuando no te haces responsable en tus relaciones
Vale, ¿quieres saber cómo se refleja la falta de responsabilidad en nuestras relaciones?
Pues, por ejemplo, cuando me pasa algo con alguien, cuando hay algo que me molesta, y lo que hago es alejarme, sin llegar a expresar lo que me pasaba.
Cuando no digo las cosas, cuando me callo lo mío, cuando digo que estoy bien y en realidad no lo estoy, cuando espero que sea el otro el que se dé cuenta y no me hago cargo de comunicarlo…
Y también me falta responsabilidad cuando me pasa algo con alguien, cuando hay algo que me molesta, y lo que hago es echarle la culpa al otro.
Cuando, en vez de sentir mi enfado, expresarlo y ver qué necesito, busco culpables dentro o fuera de mí.
“Yo le echo mucho la culpa a mi entorno, a cómo fueron mis padres conmigo, a lo que no me dieron y a lo poco emocionales que eran. Porque veo a amigas que tienen unos padres muy diferentes y ellas si lo han conseguido”, que me contaba una coachee hace tiempo.
No. Responsabilidad no es quejarme de lo que me pasó, o de lo que me pasa, o de lo que no quiero. Es darle la vuelta a eso y pensar en lo que sí quiero y en qué puedo hacer yo para contribuir a que eso pase.
Pero no esperando que sea el otro el que cambie, porque entonces de nuevo estoy dejando mi responsabilidad fuera.
Que cambie el otro es lo fácil, lo que a mí no me supone energía. Pero es que, si quien está mal ahí soy yo, ¿por qué tiene que cambiar el otro?
Cuando me quejo del otro, cuando le doy vueltas a lo que hizo, cuando me recreo en “lo bien que lo he hecho yo y fíjate lo que me ha pasado”, no puedo ver mi parte de responsabilidad en esa historia.
Cuando digo “es que me ha salido mal por su culpa”, no me puedo enterar de qué parte de eso que ha pasado es mía.
Por ejemplo, en una relación en la que has sentido que el otro no te ha tratado bien, echar pestes sobre él no te va a servir para entender qué ha hecho que tú cayeras ahí, que hayas permitido eso o que no hayas puesto un límite antes.
(Ojo, cuando digo que esto va de hablar de ti, y no del otro, no quiero decir que la culpa sea tuya, pero sí que la responsabilidad del aprendizaje por lo que has vivido es tuya).
Quedarte en el lamento, que qué mala suerte tengo, que “todos los hombres van a lo que van” y que “siempre me pasa lo mismo” no te ayuda a resolver, ni a gestionar eso que te ha pasado, ni a aprender de ello.
Esa actitud te deja en la queja y en el inmovilismo de que “no hay nada que yo pueda hacer para que esto no vuelva a pasarme”. Y lo único que te va a servir es asumir tu responsabilidad de lo que necesitarías haber hecho diferente, de ese momento en que no quisiste ver o no supiste ver lo que te estaba pasando, para que no te vuelva a pasar.
Eso es la vida: tropiezo, me caigo, miro la piedra, me hago responsable de haber tropezado con ella y aprendo para que no me vuelva a pasar. Punto.
No le echo la culpa a la piedra, ni me la echo a mí, ni me quedo mirándola con pena, ni me paso toda la vida tropezando con ella. ¡No!
Lo que hago es elegir. Elijo una y otra vez. Y si lo que elegí ayer no me sirve, me hago responsable de lo que quiero hacer hoy con eso que tengo.
Que no es que “como una vez decidí una cosa entonces ya me tengo que aguantar”, ¡nooo!
Responsabilidad no significa pagar por mis errores, castigarme o fustigarme o quedarme en un sitio donde hoy no estoy bien solo porque ayer sí lo estaba.
Es que asumo las consecuencias de mi elección, pero me reconozco el derecho a cambiar de opinión y a elegir otra cosa diferente.
Me hago responsable de lo mío. No de lo del otro. No de cómo se siente alguien, de que no se sienta mal, de no darle disgustos, de que no se preocupe… ¡eso es la responsabilidad del otro! Y, todavía peor que no hacerte cargo de lo tuyo, es hacerte cargo de lo de los demás.
Ojito con sentirte culpable por esto
Si en este momento se te está disparando algún atisbo de culpa por eso de lo que no te estás haciendo responsable en tu vida, ojo. Mucho ojo.
Porque ser responsable no tiene naaada que ver con ser culpable.
Ser culpable significa castigo, machaque, “yo lo estoy haciendo mal” y “no hay nada que pueda cambiar”.
Y no, no es eso de lo que va este post.
Lo mismo que responsabilidad no es culpar al otro y que sea el otro el causante de tus males, ¡tampoco es culparte a ti!
Este post va de asumir que eres responsable en tu vida y que eso significa “yo decido”, “yo elijo”, “yo asumo consecuencias”, “yo tengo poder”.
Y que eso implica salir a jugar y no quedarte mirando como otros juegan.
Arriesgarte a vivir la vida, y no solo verla pasar.
Hacerte responsable de lo que eliges, de lo que no eliges, de lo que dices, de lo que te callas, de lo que haces, de lo que no haces…
Y entonces, cuando te haces responsable, ya no pasa nada porque te equivoques o porque algo no te salga. Porque ahí, de nuevo, vuelves a hacerte cargo de lo que ha pasado, de elegir cómo responder a ello y de hacer lo que necesites hacer para resolverlo. Y te sientes empoderada, muy empoderada. Muy reina de tu vida. Porque te estás haciendo responsable de ella.
Como decía el filosofo Epicteto, “Una persona inmadura reprocha a los demás el mal que le acontece; una persona que ha comenzado a madurar se reprocha a sí mismo; pero una persona madura no reprocha nada al otro ni a sí mismo”.
Tal cual. Ni lo dudes que la responsabilidad te empodera, porque ya no es que vayas a la deriva, a merced de vientos, tempestades o mares en calma.
Ahora tú decides, tú te haces cargo de ti. Y, pase lo que pase y salga como salga, esa sensación de saber que estás dirigiendo tu barco, guaaau, esa sensación vale mucho.
Si estás dispuesta a sentirla y a hacerte cargo de ti, éste es el formulario que necesitas rellenar ahora.
…
Dicho esto, ¿de qué sientes tú que necesitas hacerte responsable ahora mismo? Me lo puedes contar en los comentarios aquí debajo ;-).
Buenos días,
Creo que ya es suficiente con hacernos responsables de nuestros actos, como para cargar con la responsabilidad de los actos de los demás. Así que ahora mismo me estoy haciendo responsable de mi, de mis emociones y sentimientos. Estoy en el momento de dejar la culpa atrás.
Que tengas un maravilloso día ☀️
Qué bien, Gi. Me alegro mucho, muchas gracias por compartirlo.
Un gran abrazo,
Vanessa