¿Cómo saber si lo que sientes está bien? ¿Cómo sabes si es correcto lo que estás sintiendo en este momento? ¿Qué me responderías a esto?
En las sesiones con las personas a las que acompaño para que aprendan a quererse, escucho muchas cosas del tipo “no sé si esto que siento está bien”, “no me deberían afectar tanto las cosas”, “soy demasiado sensible”, “es culpa mía por sentirme así” o “tendría que ser más fuerte y no ponerme a llorar por una tontería”.
Es decir, personas que juzgan lo que sienten porque consideran que no está bien.
Por ejemplo, una coachee a la que su jefa le había pegado un grito y ella se había tenido que ir al baño a llorar me decía “soy una exagerada que todo me lo tomo todo a mal, ya debería saber cómo es ella”.
A ver, a ver, a ver… ¿Qué tiene que ver que sepas cómo es ella con que tú no puedas sentirte dolida si alguien te grita? ¡Deja de juzgar lo que sientes y párate a sentirlo!
¿Cómo te sientes? “Me siento enfadada, siento rabia y ganas de gritar” me dijo.
Vale, pues si te sientes así está perfecto. Porque eso es lo que estas sintiendo y solo desde ahí, desde permitirte sentirlo, puedes gestionarlo.
Pero no, resulta que le damos más importancia a cómo se siente o a cómo es el otro que a cómo me estoy sintiendo yo. ¡Errrrrrooooooor!
Otro ejemplo muy habitual: te sientes mal con tu vida, como que no te sientes llena ni plena, como que te falta algo. Y, en vez de escuchar eso que sientes, te dices que no deberías sentirte así, que tienes mucha suerte y que no tienes motivos para estar mal. Así, ¿cómo piensas gestionar lo que estás sintiendo y poder darte lo que necesitas? ¡Si lo niegas y lo rechazas!
Que soy una mala persona por sentirme así, que tengo que animarme, que no es para tanto…
¿Ves como juzgamos lo que sentimos en vez de simplemente sentirlo?
O sea, me siento de determinada manera, y en vez de escuchar lo que siento, de aceptarlo y dejarme sentirlo para reconocer lo que me dice y lo que necesito, lo que hago es juzgarlo, reprimirlo, negarlo y decirme que debería sentirme de otra forma.
Donde hay una alarma que me avisa de algo, en vez de gestionarlo para poder sentirme mejor, ¡me genero más malestar rechazándolo!
Como si lo que sentimos se pudiera elegir. ¡Pues no! No en todo momento puedes elegir cómo te sientes, igual que tampoco puedes controlar todo lo que te pasa. Y, además, en cómo te sientes influyen un montón de factores internos, entre ellos tu historia, tus aprendizajes y tu mochila emocional.
Así que lo único que puedes hacer es escucharlo, sin juicios y sin condiciones, aceptar que te estás sintiendo así y, desde ahí, gestionarlo.
Pero lo que sientes siempre está bien. ¡¡Siempre y sin excepciones!! Siempre es correcto porque te habla de ti y de algo que necesitas escuchar.
Grábate esto a fuego: nunca has sentido algo que no fuera correcto. ¡¡Nunca!!
Lo que te hace sufrir NO es lo que sientes
Al contrario de lo que pensamos, lo que te hace sufrir no es lo que sientes, ¡sino rechazarlo! Nunca vas a sentirte mal por sentir lo que estás sintiendo. Te puede doler, claro que sí, porque hay emociones que duelen y porque el dolor es parte de la vida, pero no va a hacerte sufrir. Lo que te hace sufrir es evitar lo que sientes, reprimirlo, no querer sentirlo o alimentarlo con pensamientos que no te sirven.
Así que la clave para gestionar las emociones, como para casi todo, está en la aceptación incondicional de lo que estás sintiendo.
Yaya, pero es que a veces por una tontería me pongo fatal…
Ya, pero es que nadie ha dicho que lo que sientes tenga que estar ajustado a lo que está pasando. Las emociones no funcionan así. No es que si me pasa algo horrible tenga que sentirme fatal y si me pasa una tontería no pueda sentirme mal. No es que si tú me haces algo de “valor daño 4”, yo no pueda sentir un enfado de valor 8. ¡Claro que puedo!
Es mi enfado, es lo que estoy sintiendo y está perfecto así. Si algo me genera mas dolor del que mi mente me dice que debería generarme, pues esta bien. Algo hay ahí y algo me está tocando que necesito escuchar y comprender.
Y aunque a otra persona eso mismo no le duela tanto, ¡yo sigo teniendo derecho a sentirlo! Igual es que a mí me genera mucho malestar que alguien haga X porque tengo una herida de rechazo, y tú como no la tienes, pues ni fu ni fa.
¿Lo mío está mal? ¡Nooo! Es perfecto porque me cuenta algo de mí, algo que necesito sanar.
Pues eso, que lo que sientes siempre está bien. Tus emociones son perfectas porque cumplen la función de avistarte de algo que está pasando en ti y que necesitas escuchar.
¿Ves cuando suena el piloto de la gasolina en el coche? Bueno, pues esto es lo mismo.
Y sí, ya sé que en la escuela no tuviste una asignatura que se llamara “validar mis emociones”.
Que es muy probable que nadie te enseñara a hacerlo. Que incluso te enseñaran a rechazarlas con comentarios tipo “no es para tanto”, “no deberías sentirte así”, “no llores por esa tontería” o “no te quejes, que podría ser peor”.
O que te invitaran a sentirte de una forma que no te estabas sintiendo, diciéndote cosas como “deberías estar contenta” o “la culpa de esto es tuya”.
Y así es como acabamos sin haber aprendido a escuchar ni a confiar en lo que estamos sintiendo…
Pero tranquila porque lo que sientes está y sigue estando ahí. Que no lo escuches o no confíes en lo que sientes no hace que deje de estar. Igual que si te empieza a doler la rodilla cuando sales a correr, y tú venga a meterte más caña, que no escuches ese dolor no va a hacer que desaparezca. Irá a más hasta que te enteres, porque te duele para avisarte de algo. Y de la misma manera funcionan tus emociones.
Cuando no escuchas lo que sientes, cuando no lo aceptas y, por lo tanto, no te das lo que esa brújula interior te está diciendo que necesitas, la emoción se enquista y sale por otro lado.
Es como si tuviera hambre y me dijera que no debería sentir hambre, que no está bien esto que estoy sintiendo. ¿Crees que se me va a pasar el hambre? Pues no, va a dar igual que haga como que no la siento o que te culpe a ti de mi hambre, que no se me va a pasar.
Y mucho menos se me va a pasar, que este es otro ejemplo muy típico, si me pongo un abrigo a ver si con eso se me quita el hambre.
Pues no, no se me va a pasar, igual que si me siento frustrada por algo no se me va a pasar pegándole un grito a alguien o metiéndome doble ración de gimnasio 😉.
Esta es la clave
Así que si lo que sientes siempre está bien, lo importante y lo que depende de ti es lo que haces con eso que sientes… Unas veces la manera de gestionar esa emoción será cambiar lo que te estás contando, otras escuchar la necesidad que hay detrás de lo que sientes y satisfacerla, otras pedirle algo a alguien, otras abrazar a tu niña interior, otras simplemente dejarte sentir…
Te voy a poner algunos ejemplos reales de cómo darte permiso para sentir lo que sientes, que seguro que te suenan…
Cuando lo que necesitas es cambiar tus pensamientos…
(Porque lo que siento está bien, pero me estoy enganchando a ello y generándome más malestar con lo que me estoy contando).
Por ejemplo, “me cambian la fecha de entrega de un proyecto en el trabajo y me pongo nerviosa. Empiezo a pensar que a ver cómo lo hago, que no me va a dar tiempo, que ya les vale, y cada vez estoy más agobiada… No quiero sentirme así”. Vale, pues así es como te estás sintiendo. Así que déjate sentir esos nervios y elige lo que quieres contarte.
O “llego a ver a mi madre, me da dos besos, me mira de arriba abajo y me dice que tengo que cuidarme más. Empiezo a pensar que para qué vengo, que siempre está igual, ¿me está llamando gorda?”. Vale, ¿y cómo te sientes? “Me siento enfadada”. Muy bien, pues date permiso para sentir ese enfado, y si quieres exprésaselo a ella, pero no lo sigas alimentando con tus pensamientos.
Cuando lo que necesitas es abrazar lo que sientes y dejar que se pase (y, por supuesto, no alimentarlo con pensamientos).
Por ejemplo, “estoy todo el día llorando y recordando esa relación que no funcionó, y no se por que sigo llorando y no paso pagina ya”. ¡Pues tal vez porque necesitas sentir lo que sientes en vez de exigirte estar bien ya!
O “una amiga me dice que está embarazada y siento una especie de envidia porque yo no lo he conseguido, y me siento fatal por sentirme así”. ¿Y si simplemente te dejaras sentir eso que estás sintiendo? ¿Y si aceptaras que es algo que tú también deseas y que no es que no te alegres por ella, sino que tienes derecho a sentirte así?
Cuando necesitas reconocer que eso que sientes te está conectando con alguna herida.
Por ejemplo, “propongo una idea y mi jefe dice que no de una forma brusca. Me siento pequeñita e insegura, me dan ganas de llorar, y me digo que parezco tonta”. Vale, y ese sentirte pequeñita, ¿con qué te conecta? ¿A qué te recuerda? Porque tal vez necesites abrazar a esa niña que se está sintiendo rechazada dentro de ti y decirle que ahora está a salvo y que esto no tiene nada que ver con lo que vivió. ¡Pero eso sólo puedes hacerlo si te dejas sentir lo que sientes!
O “he quedado con una amiga para hablar por teléfono y a ella se le olvida. Me siento triste y empiezo a pensar que soy poco importante para ella”. Vale, pues déjate sentir esa tristeza y comprende de dónde viene ese no sentirte importante.
Cuando necesitas escuchar lo que sientes para poder darte lo que necesitas
Por ejemplo, que “he dormido mal y estoy cansada, y me siento fatal por estar tan distraída e ir así arrastrándome todo el día. Y encima ahora tengo que llamar a mi cuñada…”. Vale, pues si te sientes cansada, ¿qué necesitas? Porque igual es momento de no llamar, de no coger el teléfono o de decirle que ya habláis mañana. ¡De reconocer tus necesidades y darles el mismo valor que a las de los demás!
O si por fin has decidido buscar otro trabajo y resulta que ahora te sientes agobiada y presionada, escucha eso que estás sintiendo y date lo que necesitas, ya sea bajar la exigencia, ser más flexible con los tiempos que te has puesto o lo que sea.
Cuando necesitas satisfacer tu necesidad pidiéndole algo a alguien
(Reconociendo que tu necesidad es tan importante como la del otro y encargándote de satisfacerla a través de comunicarle o pedirle algo a alguien).
Por ejemplo, “mi pareja se va a cenar con unos amigos cuando yo había preparado algo rico para los dos. Me quedo mal y me siento fatal por sentirme así, como que soy una egoísta”.¿Y cómo te sientes debajo de esos juicios que estás haciendo sobre lo que sientes? “Triste, y un poco enfadada”. Muy bien, pues escuchando eso que sientes tal vez te des cuenta de que necesitas pedirle que te avise con tiempo si no va a venir a cenar.
O que estás quedando con alguien y estás pendiente de que te escriba. Y te dices que deberías estar tranquila y a tus cosas. Vale, ¿y cómo te estás sintiendo? Porque igual si te paras a sentirlo te das cuenta de que ahí no estás recibiendo lo que tú quieres para ti.
¿Lo ves? ¿Te das cuenta de que lo que sientes siempre está bien, porque te habla de ti, y de que la clave es qué haces con eso que sientes?
Y sí, para esto hay dos requisitos indispensables: confiar en lo que sientes y hacerte responsable de eso que sientes.
Que te quede claro que una persona que se quiere a sí misma no es a la que no le afecta nada, que nunca se siente mal, que no tiene inseguridades o que está siempre de buen humor. ¡Para nada!
Se quiere mucho menos una persona que se exige estar contenta cuando está triste que una que se deja estar en la tristeza.
Alguien que se quiere confía siempre en lo que siente, en su brújula interior, y escucha lo que le dice sin ponerlo en duda.
Su pensamiento sería algo como “lo que yo siento es importante para mí, es algo que solo a mí me pertenece, y lo respeto como lo más sagrado del mundo”.
Así que quédate bien con esto, como si tienes que tatuártelo: Lo que siento siempre está bien, tengo derecho a sentirme así.
…
¿Qué me dices? ¿Dirías que te das permiso para sentir lo que sientes siempre y sin condiciones? Si te apetece puedes compartirlo conmigo en los comentarios aquí debajo.
Me constata más todavía, después de leer este reportaje, el poder de mi madre en mí a la hora de relacionarme con ella, de tal forma a la mínima salta mi niña enfadada porque siente ese dolor emocional. Qué heavy!! Xo es así a pesar de cuánto quiero a mi madre.
Muchas gracias… ¡¡de cuántos reportajes he disfrutado de esta índole!!
A veces sientes las voces de otros…comentarios desmoralizantes… Pero muy inteligente lo que has escrito. xo
Muchas gracias, María. Me alegro de que te haya gustado :-).
Un abrazo,
Vanessa
Eso es, Carmen. Simplemente a sentir :-).
Un abrazo,
Vanessa
Me encanta saber que lo que uno siente siempre está bien. Si en vez de ser tan mentales nos parásemos a sentir….
Muchas gracias, Inma. Escucha y cuida a esa niña para que pueda sanar sus heridas. Recuerda que lo que nos remueve de fuera en realidad está dentro, y es ahí donde necesitas sanarlo.
Un abrazo,
Vanessa