¿Alguna vez has dicho eso de “me parece fatal, yo nunca habría hecho eso”?
Me refiero a que alguien haga algo que te remueve (te enfada, te molesta, te entristece, o lo que sea) y te ofendas porque tú no lo habrías hecho así, porque tú no te habrías comportado como esa persona.
Por ejemplo, estás enferma y tienes una amiga que lo sabe y no te pregunta qué tal estás, pero pasados unos días te escribe para preguntarte si quieres ir con ella a un concierto. Y eso con cero alusión a cómo estás y a si ya estás bien.
Y tú piensas “me parece fatal, yo nunca habría hecho eso”.
O que estás en el trabajo y vas al baño y cuando vuelves resulta que te ha sonado el móvil y tu compañera ha contestado, y te da un recado de tu marido. Y tú piensas “vaya cara, yo nunca habría contestado una llamada privada a su móvil”.
O que tu pareja se apunta a un viaje con unos amigos y te lo cuenta después, y te enfadas porque tú no habrías hecho algo así, tú le habrías consultado a él antes de hacer un plan con tus amigos.
¿Te suena? ¿Te das cuenta de alguna situación en la que hayas pensado eso de “yo nunca habría hecho lo mismo”?
Si es así, quiero compartirte algunas ideas que tal vez hasta ahora no te habías planteado.
1.Cuando señalas al otro, te desconectas de lo que tú estás sintiendo.
Creo que uno de los motivos por los que, cuando nos molesta o nos duele algo de alguien, le juzgamos o le criticamos, es que de esa manera evitamos sentir el dolor de lo que nos ha molestado de esa persona.
Por ejemplo, si una persona habla mucho, me corta y no me deja hablar, y yo pienso que yo nunca haría eso, evito conectar con el sentimiento de rechazo que su comportamiento me está provocando.
Es decir, para no sentirme rechazada por el otro, lo que hago es culparle a él.
Sí, creo que estamos más enseñados a juzgar lo que hacen los demás que a contactar con cómo nos sentimos con eso que hacen.
Por eso, cuando pasa algo que nos remueve y nos abre una necesidad, en vez de escucharla dentro de nosotras para poder satisfacerla, criticamos al otro y nos repetimos que nosotras no lo haríamos así.
El problema es que, de esa forma, la necesidad que se nos ha abierto sigue abierta, no queda resuelta.
Por ejemplo, en el caso de la persona que habla mucho y me corta, mi necesidad de sentirme escuchada o respetada no se satisface porque yo señale al otro o me diga que yo no haría eso.
O, si le mando un mensaje bonito a alguien, de agradecimiento por algo en lo que me ha ayudado, y esa persona no me responde, me sentiré dolida y tal vez se me haya abierto una necesidad de sentirme vista o de no sentirme rechazada. Pero sí me pongo a juzgarle y a decir que yo sí que habría respondido, me desconecto de cómo me he sentido y no puedo satisfacer mi necesidad.
O si le entrego un trabajo a mi jefe y después él no me dice nada ni hace ninguna alusión a si le ha gustado o no, es posible que conecte con un miedo a no estar haciéndolo bien o que se me abra una necesidad de reconocimiento o de seguridad. Y lo más probable es que para satisfacerla necesite hablar con él, en vez de empezar a juzgarle y a pensar que yo no lo habría hecho así.
Es decir, para satisfacer tu necesidad, lo primero es que conectes con el dolor que te provoca lo que ha pasado, en vez de juzgar al otro por su comportamiento.
2.El respeto requiere tener en cuenta las diferencias.
Cuando dices que algo se hace como lo habrías hecho tú o que el otro se ha equivocado, no estás respetando las diferencias de esa persona.
Te estás poniendo por encima y no estás teniendo en cuenta que el otro tiene derecho a actuar diferente a como lo harías tú. Que cada persona tiene derecho a elegir sus propias respuestas y sus propios comportamientos, aunque a ti no te gusten.
Que, por ejemplo, igual para ti dar X es fácil, pero para la otra persona no.
Y que no lo haga no tiene porqué significar que no te da o que no le importas. Igual es que, a esa persona, eso en concreto le cuesta (por ejemplo, acordarse de una fecha especial), pero en otros aspectos sí que te da (por ejemplo, estando ahí cuando tienes un problema o necesitas algo).
En las relaciones no se trata de que el otro tenga que dar exactamente lo mismo que tú ni de que tengas que medirlo todo, sino de que sientas que eres importante para esa persona y que te sientes a gusto con lo que recibes en esa relación.
Si, por ejemplo, a ti te sale fácil acordarte de llamar a un amigo y él es más despistado o va más a carreras y no te llama, pero cuando le llamas notas que tiene ganas de hablar contigo o cuando quedáis es como si no hubiera pasado el tiempo.
3.¿Cómo sabes que tú no harías eso?
Muchas veces hablamos de que no haríamos algo y ni siquiera hemos estado en esa misma situación. Y nos olvidamos de que, si no hemos vivido lo mismo, no podemos saber a ciencia cierta cómo responderíamos.
Pero es que, aunque lo hayas vivido tal cual, lo que es seguro es que no lo has vivido siendo esa persona en ese preciso instaste, con su situación, su mochila, sus creencias y sus dificultades.
Por eso creo que expresiones como “yo nunca haría X” esconden mucha rigidez, una cierta prepotencia, un cierto ponerme por encima del otro, como si yo fuera mejor, y muy poca humildad (la humildad de quien puede sentir que no le gusta el comportamiento de alguien, a la vez que reconoce que no sabe si algún día podría llegar a actuar así).
4.Cuando juzgas, te juzgas. Y cuando exiges, te exiges.
Dividimos los comportamientos en “bien hecho” y “mal hecho”.
Y, desde ahí, unas veces juzgamos a los demás, en plan “tú lo haces mal y yo lo habría hecho bien”.
Y otras veces nos juzgamos a nosotras mismas, en plan “lo estoy haciendo mal y lo tendría que haber hecho bien”.
Ays, no soy nada amiga de las expresiones “bien” y “mal”.
Sí de hablar de cómo me siento con algo que has hecho o de cómo te sientes con algo que yo he hecho. Pero muy poco de los juicios del “bien” y el “mal”.
O, ¿cómo te sientes tú si haces algo y después llega otra persona a decirte que eso estaba mal y que ella no lo habría hecho así? Pues dependerá de cómo seas, de tus heridas y de tu manera de interpretarlo: tal vez dudes de ti, tal vez empatices tanto con el otro que deslegitimes tu derecho a hacerlo como quieras, tal vez te pongas a la defensiva porque te has sentido atacada… No lo sé, de lo que estoy segura es de que no te vas a sentir bien.
Porque, además, cuando estamos pendientes de juzgar a los demás, también lo estamos de evitar que nos juzguen. Y, desde ahí, caemos en la trampa de “lo que estarán pensando los demás de mí”.
5.Cuanto más flexible eres, más fluyes en tus relaciones.
Cuanto más flexible (y menos rígida) eres contigo, más libre te sientes en tus relaciones.
Y cuanto más flexible (y menos rígida) eres con los demás, más fáciles son.
Cuanto más sueltas las expectativas de lo que debería ser, más te dejas ser tú misma y hacer lo que te sale, y más dejas al otro ser él mismo y hacer lo que le sale.
A ver a ver, que con esto no quiero decir que no tengas límites o que permitas que alguien te trate mal. Me refiero a personas que te tratan bien, pero a veces no se comportan igual que lo habrías hecho tú.
(Sí, aquí me he permitido decir “bien” y “mal”, ¡viva la flexibilidad! 😊).
6.Siempre, por mucho que no te guste, te encontrarás a personas que lo hacen diferente a como lo habrías hecho tú.
No quiero que, si te sientes identificada con este post, lo recibas como una crítica a tu manera de pensar, porque no lo es. Te comprendo porque yo también he estado ahí y también he juzgado a alguien porque ha hecho algo que yo no habría hecho. Me ha pasado muchas veces.
Pero ahora me doy cuenta de que es inevitable que nos encontremos con personas que responden diferente a como lo haríamos nosotros.
Por eso, cuando nos pase, me parece mucho más útil conectar con lo que estamos sintiendo, aunque no nos guste sentirnos así, que juzgar al otro.
A veces será que nos hemos sentido rechazadas, otras será que nos hemos sentido decepcionadas, otras será que negamos una parte de nosotras mismas y la criticamos cuando la vemos en el otro (por ejemplo, si criticas que alguien se prioriza porque tú no te das permiso para priorizarte), otras que cuando criticamos al otro y vemos sus defectos nos sentimos mejor (y así tapamos una falta de autoestima), otras que no queremos conectar con la tristeza de que esa persona no nos cuida…
7.Claro que puede dolerte ese comportamiento del otro.
Ojo que con todo esto no quiero decir que no pueda dolerte o que tenga que parecerte estupendo lo que ha hecho esa persona.
Al revés. Claro que tienes derecho a sentirte como sea que te estés sintiendo, eso siempre.
Pero eso es distinto a decirle al otro cómo tendría que haberlo hecho.
Es decir, está perfecto expresar que te sientes enfadada, molesta o disgustada por algo. Eso sí, porque aquí estás hablando de ti.
Pero decir “yo no lo habría hecho así”, eso no, porque aquí estás hablando del otro.
Por ejemplo, si tu sentir es que tú das mucho y te molesta que los demás no den tanto, ¿quién dice que el otro sea el que debería dar más? ¿Y si fueras tú quien necesita dar menos, o rodearse de personas que den lo mismo que tú, o expresar cómo te sientes cuando no recibes algo?
Esto es hacerte responsable de ti: escuchar cómo te sientes con algo, identificar lo que necesitas y expresarlo, en vez de criticar al otro.
Si no te sientes bien con eso que ha pasado, ¿qué necesitas decirle a esa persona?
Pero no desde el “yo nunca haría lo que has hecho tú”, sino desde el “cuando haces eso yo me siento así” o “me gustaría que hicieras esto”.
Por ejemplo, si tengo una amiga que por regla general no me responde a los mensajes, seguramente necesite decirle cómo me siento cuando hace eso, en vez de quedarme en mi bucle criticándola por comportarse así.
De esa forma sí estaré cuidando de mí, conectada con lo que siento y haciéndome cargo de lo que necesito.
…
¿Qué me dices? Si te has sentido identificada al leer este post y quieres trabajar conmigo para mejorar tu autoestima y tus relaciones, puedes rellenar este formulario para tener una sesión de valoración.
Hola Vanessa!
Me ha encantado este post. Me has puesto a reflexionar y ciertamente muchas veces manejamos nuestro enfado criticando y atacando al otro.
Pienso que detenernos a pensar en lo que estamos sintiendo y expresarlo con asertividad y respeto es un excelente ejercicio para mantener relaciones sanas.
¿Pero qué hacer cuando el otro no quiere escuchar?
Un abrazo y gracias por tu trabajo.
Hola Sonja,
Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado.
Pues habría que ver con más detalle la situación, pero entiendo que por una parte aceptar y respetar que el otro no quiera escuchar y, por otra, gestionar lo que eso remueve en ti, cómo te hace sentir y cómo darte lo que necesitas, que dependa de ti.
Un abrazo,
Vanessa