Nos avergonzamos de nuestras imperfecciones.
Nos juzgamos por nuestros errores.
Pedimos perdón por no ser suficiente.
Intentamos tapar lo que no nos gusta de nosotras.
Lo rechazamos, lo negamos, lo escondemos, lo criticamos…
¡¡¡Basta ya!!!
¿Cómo crees que vas a sentirte bien contigo misma si rechazas una parte de ti que, dicho sea de paso, tiene tanto derecho a estar como todas las demás?
Si no la escuchas, si no la aceptas, si no la abrazas…
Tú eres todo, con tus luces y tus sombras.
Nadie, absolutamente nadie, es perfecto. Y tú, tampoco.
¡Claro que eres imperfecta!
Pero es que no necesitas ser perfecta para sentirte bien, tan sólo necesitas ser humana, y ser tú misma.
Así que deja de perseguir un imposible.
Tu belleza también está en tu imperfección, en tus heridas y en todas esas cicatrices que, desde niña, te hacen ser quien eres.
En cada vez que te has roto y te has recompuesto a ti misma.
En tus tropiezos, en tus miedos, en tus montañas rusas y en todas esas emociones que te gustaría mandar lejos.
Todo forma parte de ti y te hace bella, porque eres humana, y perfecta tal y como eres, con tus imperfecciones.
Jamás encontrarás la paz interior si sigues buscando una perfección inhumana.
Jamás serás feliz si sigues luchando por ser la mejor.
Jamás serás tú misma si sigues disfrazándote de lo que crees que los demás esperan de ti.
Desde ahí lo único que encontrarás será frustración, dolor y mucha rabia, taponando una tristeza muy profunda. La de no aceptarte tal y como eres (sé bien de lo que hablo, porque lo trabajo con mujeres cada día, pero sobre todo porque lo he vivido).
En la cultura japonesa, lo roto se hace bello. Cuando una taza se rompe, no la tiran, sino que la pegan con polvo de oro, y a partir de ahí la consideran mucho más valiosa.
Eso mismo es lo que nos pasa a las personas. Somos frágiles, nos rompemos una y otra vez, y es maravilloso que así sea. Porque sólo desde ahí podremos restaurarnos a nosotras mismas. Pero no para volver a ser lo que éramos, sino para ser mucho que eso.
Para ser mucho más nosotras mismas y para dar lo mejor de nosotras, lo que nace de nuestras cicatrices.
Como las flores que crecen del agua que se derrama en el camino…
CUENTO DE LAS ÁNFORAS
Un aguador de la India tenía sólo dos grandes ánforas que colgaban en los extremos de un palo y que cargaba sobre su espalda. Una tenía diversas grietas por las que se escapaba el agua, de manera que al final del camino sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era “perfecta” y mantenía su contenido.
Esto pasaba a diario.
El recipiente sin grietas estaba muy orgulloso de sus éxitos. Se sabía idóneo para lo que había sido creado. Pero la pobre ánfora agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su tarea.
Así que, al cabo de dos años, le dijo al aguador: “Estoy avergonzada y quiero disculparme porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo”.
El aguador le contestó: “Cuando volvamos a casa fíjate en las flores bellísimas que han crecido a lo largo del camino”.
El recipiente así lo hizo y ciertamente vio muchísimas flores preciosas a lo largo de la vereda. Pero continuó sintiéndose triste porque al final sólo guardaba dentro la mitad del agua.
El aguador le explicó entonces: “Quise ver el lado positivo de tus grietas y sembré flores a lo largo del camino. Todos los días las riegas y, durante dos años, yo he podido cogerlas y regalarlas”.
Me encanta el mensaje de este texto, y creo que el amor a una misma siempre pasa por comprender esto.
Recuérdalo siempre, que tus heridas te hacen bella. Que tus imperfecciones te hacen ser tú. Que serías otra persona si no tuvieras tus cicatrices.
Que todas tus partes se merecen tu aceptación incondicional, porque todas son fruto de algo y están ahí para algo.
Que sólo puedes amarte cuando te aceptas completa y perfecta como eres.
Perfecta con tus imperfecciones, maravillosa y bella tal cual eres, sin necesidad de cambiar nada en ti para que te sientas valiosa. Porque YA lo eres.
…
¿Qué me dices? ¿Estás dispuesta a reconocerte perfecta en tu imperfección? Me encantará que lo compartas conmigo en los comentarios aquí debajo.
Qué bonito Vanessa… qué mensaje mas bonito y cierto, lo que es malo para una cosa puede ser buenísimo para otra, y al revés. Me ha encantado el texto de hoy, me lo guardo en favoritos para releerlo a la Ana “perfecta” y “exigente” en cuanto quiera aparecer!!
Gracias. Un beso
Qué bien, Ana. Me alegro mucho de que te haya gustado :-).
Un beso grande,
Vanessa
Muy cierto, nada es por casualidad, todo en nuestra vida nos hace falta para ser lo que somos. A veces sufrimos porque no nos aceptamos y no somos conscientes de nuestro valor.
Totalmente de acuerdo con cada una de tus palabras, Petra. Y también muchas veces sufrimos porque no aceptamos la vida como es.
Un abrazo,
Vanessa
Vanessa, eres una mujer maravillosa, llevo casi dos años recibiendo tus post y no sabes como me han ayudado, los guardo como un tesoro. Espero poder en alguna oportunidad tener sesiones contigo, si lo que escribes me ha ayudado, imagino si fuese directo. Le doy gracias al universo por haberte hecho llegar a mi vida. Un abrazo y gracias.
Qué bonitas palabras, Nathaly. Me alegro muchísimo de que lo sientas y lo disfrutes así. Mil gracias por compartirlo conmigo, encantada de que un día trabajemos juntas, claro que sí.
Un abrazo grande,
Vanessa
Muchas gracias.
Copiaré unas cuantas frases para tenerlas a la vista y recordar estas sabias palabras el tiempo que sea necesario.
Muy buena idea. Para que se las recuerdes a tu niña cada día :-).
Un abrazo,
Vanessa