¿Sabes una cosa que a (casi) todos nos encantaría hacer? Hablar con un desconocido.
Sí. Imagina que estás sentada tomando un café y a tu lado hay alguien que te parece muy interesante. Tal vez intercambiáis unas palabras de cortesía, cualquier tontería sobre si esta silla está ocupada o si me puedes pasar el periódico.
Y te quedas pensando que qué persona tan agradable, o tan interesante, o tan atractiva…
¿Qué es lo que harías si no te importara lo más mínimo lo que piense esa persona?
Estoy convencida de que si de verdad no nos importara lo que piensen los demás y le diéramos prioridad a lo que queremos y sentimos en el momento, nos atreveríamos mucho más a hablar con desconocidos.
Por ejemplo, como se propuso hace poco una de mis coachees, a hablarle a alguien que se sentara en el cine a su lado y con quien a ella le apeteciera hablar.
¿Qué te parece? ¿Lo harías?
La mayoría vamos por la vida con demasiado miedo a lo que los demás puedan pensar. Por eso no nos mostramos tal y como somos, ¡no nos dejamos ver de verdad!
¿Y si me mira mal?
¿Y si me pega un corte?
Seguro que digo una tontería…
¡Uf! Si fuera un poco más X sí me atrevería a hablarle, pero no lo soy…
…
Pensamientos. Esto no son nada más que pensamientos sin ningún significado real. El único significado se lo damos nosotros. Y, en este caso, pensar así hará que agachemos la cabeza y no digamos nada.
¿Y si alguien, en vez de decirse todo eso, se dice “parece una persona muy interesante, voy a decirle algo. Si no me sigue la conversación es que no era tan interesante, así que ¡no tengo nada que perder!”.
Porque esto también es solo un pensamiento, la diferencia es que en este caso el significado que la persona le da hace que se venga arriba, en vez de venirse abajo.
¿Qué sentido tiene quedarte con las ganas?
El problema es que, la mayoría de las veces, detrás de ese tipo de pensamientos se esconde la creencia de que “no soy lo suficientemente buena” (y no quiero que el rechazo de esta persona me confirme lo que yo ya sé).
¿Qué falta aquí? Pues amor a uno mismo y autoestima. Y la solución está en que haya más, ¡en que te enamores de la persona que eres y empieces a creerte que cualquiera estará encantado de conocerla!
Creo que, cuanto más mayores nos hacemos, más nos desconectamos de nosotros mismos, de nuestra esencia, de nuestro verdadero Ser. Esa parte de nosotros que, como los niños, no siente vergüenza de sí mismo.
Y, por culpa de esa falta de amor y de esa desconexión, acabamos desconectados de los demás y perdiéndonos a personas maravillosas en el camino.
Así que vamos por ahí como si lleváramos una máscara que nos oculta de los demás y nos mantiene representando un papel con el único fin de que los demás nos aprueben.
De que aprueben a nuestra máscara, ¡porque a nosotros no nos conocen! ¡Si ni siquiera les damos permiso para conocernos de verdad!
No les damos permiso porque tampoco nos damos permiso…
No nos damos permiso para quedar en ridículo o para que la otra persona no nos dé conversación.
Y, en consecuencia, ¡tampoco para conocer a alguien maravilloso!
Sobre todo cuando de verdad tenemos interés en conocer gente, ya sea porque queremos hacer amigos, porque buscamos pareja o porque queremos ser un poco más extrovertidos.
“Ya, pero es que a mí se me da muy mal hablar con alguien a quien no conozco”, puedes estar pensando.
Normal. ¿Cómo vas a conseguir que se te de bien algo que no practicas?
Esto surgió hace unos meses en una sesión con una coachee que me estaba contando que un día en el metro se había sentado al lado de un chico que le había parecido muy atractivo, y que le habría gustado atreverse a decirle algo.
“Si la persona me atrae es cuando menos me atrevo a hablar con él”, me contaba.
Es decir, justo cuando más beneficio puedo sacar de hacerlo, ¡es cuando menos lo hago!
Esto, ¿qué sentido tiene?
Y me da igual que esa persona nos resulte interesante como un posible amigo, una posible pareja o simplemente como alguien con quien conversar un rato y tener una conversación agradable.
Me da igual que nos la crucemos en el autobús, en el supermercado, en la sala de espera del dentista o en el probador de una tienda…
¿Qué sentido tiene quedarte con las ganas de conocer a alguien a quien tal vez no vuelvas a ver?
Me hace gracia que esto en los pueblos resulta mucho más sencillo. Es como que allí la gente se atreve más a hablar con alguien a quien no conoce, como que allí no nos ponemos tanto esas frías máscaras de las ciudades, como que allí nos atrevemos más a ser nosotros mismos…
Lo mismo que hay quien con veinte años no tenía problema para hablarle a un desconocido y ahora con cuarenta se siente incapaz…
¿Y qué si te rechaza?
Así que, te lo pregunto de nuevo, ¿qué le dirías a un desconocido que capta tu interés si no te importara lo más mínimo el miedo al rechazo?
Muy bien. ¿Y qué es lo peor que podría pasar?
Que te rechace, que se de media vuelta, que no te responda…
¿Y qué? ¿Qué importancia tiene? Es solo una persona, ¡una persona a la que no conoces de nada y ni te va ni te viene!
¿Acaso su rechazo dice algo de ti? No, nada.
Simplemente habla de ella misma, de sus miedos, de sus creencias o de que tiene un mal día. Y, si tiene un mal día y no quiere hablar, puede ser asertiva y no pasa nada.
Como decía esta coachee, “si no me contesta no pasa nada. No deja de ser un gesto amable de mi parte, algo que me gusta de mí. Me gusta hablar con la gente, es algo que me sale natural”.
Claro, que también hay quien sólo se atreve si ve que el otro está abierto y receptivo.
Es como que “si tú me das permiso, yo te hablo”. ¡Qué manía de dejar nuestro verdadero Ser en manos de los demás! ¿Por qué tiene que depender del otro que yo sea como quiero ser y haga lo que me apetece hacer?
“Es que si le veo receptivo entonces me sentiré más segura al hablarle”.
Pero, vamos a ver, ¿tu seguridad está en ti o en el otro?
Pues tendría que estar en ti, y que sentirte segura y gustarte a ti misma dependa de ti, no de lo que hace el otro.
Porque, si que te sientas segura depende de cómo se comporte la persona que tienes enfrente, entonces es una falsa seguridad.
Por qué, definitivamente, merece la pena que te atrevas
Entonces, ¿por qué merece la pena atreverte a hablar con un desconocido que te resulta interesante? Por si aun no te he convencido, te sigo dando argumentos…
Porque cuanto más permiso te das para ser tú, para ser auténtica, tal y como eres, y hacer lo que en ese momento te apetezca hacer, mejor te sentirás contigo misma.
Porque cuanta más diferencia haya entre como de verdad tú eres (o como de verdad quieres ser), y cómo te comportas ante los demás (la imagen pública que das), menos momentos de alegría, satisfacción y gozo interior sentirás en tu vida.
Porque cuanto más traiciones y des la espalda a la persona que de verdad eres peor será tu autoestima.
Porque cuanto más coherente seas contigo misma, mejor será tu autoestima y más oportunidades de ser feliz te estarás dando.
Porque esa persona que tienes delante es una persona igual que tú, con sus miedos, sus vergüenzas y sus inseguridades. Con sus pensamientos limitantes y sus propios complejos. ¡Tan vulnerable y frágil como tú!
Porque el No ya lo tienes. Es decir, si no haces nada es seguro que no consigues nada. Pero si haces algo, ¡es posible que consigas algo!
Porque, en el caso de que esa persona te rechace, tú eres quien elige entre sentirte herido o comprender que eso es suyo y que es su elección, de sus temores y sus creencias. Incluso podrías conectar con su herida y su miedo y comprenderlos como si fueran tuyos…
Porque la mayoría de las personas admiramos a quienes se atreven a hacer algo así (incluso aunque a veces lo juzguemos, en el fondo creo que casi todos lo admiramos). ¡Nos gustaría ser así pero no nos damos permiso para serlo!
No nos permitimos dejarnos llevar.
No nos permitimos que los demás nos descubran.
¡No nos permitimos vivir la vida!
Y porque eso es tomar las riendas de tu vida. “Si soy yo quien decido sobre lo que hago, ¡soy yo quien decido sobre lo que obtengo!”, reflexionaba esta coachee.
Así que tú decides si abrirte a los demás…
Si abrirte a la vida…
Si abrirte al amor, a la amistad o a vivir el momento…
Ojo con cómo te tratas
¡Ah! Una cosa muy importante antes de terminar: la clave para que al final te atrevas a hacerlo está en cómo te vas a tratar si la otra persona no responde como a ti te gustaría. ¿Qué vas a pensar? ¿Qué te vas a decir?
Si te vas a castigar o vas a decirte que no tenías que haberle dicho nada, que menuda tontería has dicho, que qué habrá pensado… entonces es lógico que se te quiten las ganas de hablar a alguien. Y lo más probable es que después de ese día no vuelvas a hacerlo nunca más.
Así que, ¡por favor!, trátate con cariño siempre, aunque la otra persona no responda como a ti te habría gustado. Recuerda que, lo hayas dicho mejor o peor, te hayas mostrado más segura o más insegura, hayas sido más o menos ocurrente, ¡el otro es quien elige como responder!
Quiero decir que yo, si me habla alguien que se muestra inseguro, seré igual de amable y simpática que si se hubiera mostrado muy seguro. Porque me pongo en su lugar, comprendo a esa persona y soy compasiva con los demás, ¡igual que lo soy conmigo misma!
En cambio habrá quien sea antipático con cualquiera que se le acerque…
Y también habrá quien sea duro y rígido cuando perciba debilidad en la persona que se le está acercando, ¡pero eso es suyo! Es suyo y seguramente esté relacionado con que rechaza su propia debilidad… ¡Y no tiene nada que ver contigo!
¿Entiendes? Pues eso, que te quieras y te trates con cariño siempre, salga como salga.
Así que…
¿Por qué no darte permiso para simplemente sonreírle a alguien, mirar a los ojos a alguien, decirle algo bonito a alguien, ¡atreverte a ser tú delante de alguien!?
Y si sucede que conectas con esa persona… Y si de repente surge la magia… ¡guau! Un momento para recordar toda la vida.
Así que bserva a tu alrededor… Y cuando veas a alguien con quien te apetezca intercambiar unas palabras, por el motivo que sea, pregúntate, ¿qué me apetece decir o hacer en este momento?
¿Y por qué no?
…
Como siempre, me encantará que compartas tus reflexiones y tus experiencias conmigo en los comentarios aquí debajo.
Hola Vanesa…soy Fina…muy interesante el post…muy positivo para esas personas que no se atrevan. No es mi caso, yo sí me atrevo… de hecho hace poco lo hize en una teteria. Ahí un chico de alli mismo del local Marroqui era amigo del dueño de la teteria y estaba con amigos… podria ser mi hijo pero a mí no me importo hablarle unas palabras… le dije que era muy guapo y que se me parecia a un actor turco… y él muy amable se sonrió y me dió las gracias… le dije que las sevillanas somos así de atrevidas, no todas pero yo si… y me dijo sonriendo que ya lo sabía… y cuando me fui volvi a decirle esta noche voy a soñar contigo… y sonriendo de nuevo dijo vale… con cara un poco de asombro… pero muy amable… y me quedé tan agusto… tengo que recordarte Vanesa que mis miedos e inseguridades son con otros sintomas, no el tema que estamos tratando hoy… debido a mi depresion… gracias a Dios no me afecta este tema… y si no hubiera sido amable, como tú dices no pasa nada… yo me atreví y me sentí bien conmigo misma… Espero que mi historia te sirva para otras personas… besos y gracias Vanesa.
Qué bueno, Fina. Qué valiente. Muchas gracias por compartir tu ejemplo.
Un abrazo,
Vanessa
Hola Vanessa,
Mientras te leía, pensaba en la canción “Jueves” de La Oreja de Van Gogh… tal cual, jeje.
Tus aportes, como siempre, invaluables en este camino de crecimiento y conocimiento personal.
Un abracito,
Liliana
Muchas gracias por compartir, Liliana. Escucharé la canción que mencionas.
Un abrazo,
Vanessa
Genial. Gracias Vanessa!!
Muchas gracias, Laura :-).
Un abrazo,
Vanessa