Llevo varias semanas abrazando mi lado oscuro.
Mirándolo a la cara, enfrentándolo, aceptando lo que es.
Y duele, vaya que si duele…
Pero alivia, también alivia…
Qué de qué estoy hablando, te preguntarás.
Pues a raíz de algo que me ocurrió, de algo que me molestó y que me generó mucho malestar, me volví a ver como una niña pequeña y asustada. Y me avergoncé de ello.
Juzgué lo que me estaba pasando como algo infantil, exigente y caprichoso.
No me juzgué a mí misma por sentirme así, no es eso. Hace mucho que la aceptación de lo que siento y de lo que se me mueve con lo que me pasa es para mí algo incondicional.
Pero es cierto que me sentí avergonzada ante los demás, y que eso hizo que fuera incapaz de expresarlo y de compartirlo con quien necesitaba hacerlo.
Y te cuento esto porque, de nuevo, me reafirmo en que la clave del daño que nos hacemos está en lo que rechazamos de nosotras mismas.
En lo que juzgamos porque entendemos que no es correcto, que no está bien.
¿En qué piensas tú cuando te hablo de “abrazar tu lado oscuro”?
Porque me refiero a todo eso que somos, pero no queremos ser.
A todo eso que sentimos, pero no nos gusta sentir.
A todo eso que deseamos, pero no queremos desear.
A todas esas veces en que solo queremos la cara bonita de la moneda, y negamos la otra.
Y una se la mostramos al mundo, y la otra la escondemos. La ocultamos, para que nadie la vea.
Pero está ahí. Sigue ahí. Y cuanto más la empujas hacia abajo, más lucha por salir. Como un balón hinchable que cuanto más quieres hundir en el agua, con más fuerza empuja hacia arriba…
Queremos que solo haya blancos impolutos, pero todos somos blanco y negro a la vez.
TO-DOS.
Todos tenemos alguna relación que mantenemos solo por interés…
Todos, en algún momento, no nos sentimos capaces de manifestar nuestra verdad, y terminamos diciendo alguna mentirijilla.
Todos, alguna vez, odiamos a alguien con todas nuestras fuerzas.
Y eso también es parte de nosotros…
También es parte de ti…
A eso me refiero cuando te hablo de abrazar tu lado oscuro.
A todas esas creencias, a esos miedos, a esas debilidades, a esos “debería”, y todo eso que rechazas de ti.
A tus temores más profundos, a tus rarezas, tus obsesiones y todos esos deseos que consideras inconfesables…
A todos esos pensamientos, esos que solo tú conoces, y que jamás serías capaz de compartir con nadie…
Todos, absolutamente todos, tenemos algo de lo que nos avergonzamos y que nos da miedo que alguien pueda descubrir.
Y lo más curioso es que mucho de todo eso nos es común, aunque creamos que no le pasa a nadie más.
Y te pongo un ejemplo personal, uno de esos que me cuesta confesar, pero ahí vamos: por si no lo sabes, tengo dos perros. Y la más pequeña, la cachorra, tiene muchos miedos, y eso hace que ladre mucho y a veces asuste a otros perros, y que yo termine teniendo problemas con sus dueños. Y, muchos días, cuando salgo con ellos, sobre todo si estoy estresada porque tengo mucho trabajo, me enfado si me cruzo a alguien paseando a su perro. Es taaanto a veces el agobio que me genera un encontronazo canino, que me termina molestando que alguien saque a sus perros a la misma hora que yo… Sí, como lo lees.
Eso es parte de mi lado oscuro. Y lo abrazo. No lo juzgo. Lo acepto, aun sabiendo que no es correcto, ni queda bien.
Lo que te remueve de los demás
Ya te he hablado alguna vez de que todo lo que nos remueve mucho de los demás habla más de nosotros que de ellos. Es lo que se llama la sombra, y también es parte de nuestro lado oscuro.
Son los demás quienes despiertan nuestra sombra, y es a través de ellos cómo podemos ponerle luz, a través de lo que juzgamos y rechazamos en el otro. Y no es malo en sí, porque esto nos pasa a todos, lo importante es ponerle luz, hacerlo consciente.
Por ejemplo, recuerdo a una coachee que hacía teatro, y un día me contaba que habían estado repartiendo los papeles para una función y venía muy molesta con una compañera que se había ofrecido para el papel protagonista. Que si “eso lo debería haber decidido el director”, que si “tendría que haber dejado esa oportunidad para los que nunca han hecho un protagonista”, que si “no, si yo protagonista no quería ser…”.
Y rascando y rascando se acabó dando cuenta de que lo que le había molestado es que la otra diera ese paso adelante y se hiciera ver. Como a mi coachee le costaba decir “yo quiero esto para mí”, como no quería llamar la atención para que los demás no la rechazaran por ello, había sentido envidia hacia quien sí se había atrevido a decir lo que quería. A hacer lo que, en el fondo, a mí coachee también le habría gustado hacer (si tú también quieres trabajar conmigo, aquí el formulario para que lo rellenes).
Este es un ejemplo muy claro de la sombra. Y de que siempre que juzgamos a alguien hay una exigencia detrás… Exigencia que, a primera vista, es hacia el otro (“ella no debería ofrecerse para el papel protagonista”), pero, en realidad, siempre es hacia una misma (“yo no debo destacar para que no me rechacen”).
Y siempre, detrás de esa exigencia, en realidad hay un deseo oculto. Algo que no legitimamos, algo que juzgamos de nosotras mismas, algo que no nos estamos permitiendo ser o hacer.
Por ejemplo, en el caso de esta coachee, lo que no se estaba permitiendo era pedir ser vista o ser especial (no tanto en la función, pero sí en su vida). Y por eso le daba tanta envidia que otra persona lo hiciera.
Como no abrazaba su lado oscuro, como no era capaz de reconocerse íntimamente (a sí misma, que abrazar tu lado oscuro no significa que tengas que pregonarlo a los cuatro vientos) que ella quería eso, no podía soportar verlo en la otra.
¿Ves lo que es rechazar tu lado oscuro?
Otro ejemplo: una coachee que no se permitía reconocer cuando no le gustaba algo de alguien. Se obligaba a que todo el mundo le cayera bien, porque le habían enseñado a “ser buena y que me guste todo de todo el mundo”. Y, como eso era algo imposible, le molestaba mucho que los demás se dieran permiso para rechazar a alguien.
O tantas personas que niegan su propia agresividad (una de las manifestaciones más claras de nuestro lado oscuro) porque de pequeñas se la castraron y no les dejaron ser agresivas (ojo, que ser agresiva no es lo mismo que ser violenta) y ahora de adultas la rechazan en los demás porque no la legitiman en sí mismas.
Recuerdo otro ejemplo de hace años, cuando vivía mi madre, una de las veces que fuimos al médico. Estábamos en la sala de espera, abarrotada como siempre, y de repente llegaron dos personas y entraron directamente a la consulta. La gente se enfureció, empezaron a criticar a los dos que habían entrado, a la médico, al sistema… Y es cierto que no parecía justo, pero recuerdo que en ese momento le pregunté a mi madre si ella entraría sin esperar si la médico fuera su sobrina… Y eso es también abrazar nuestro lado oscuro: entender que, tal vez, en la misma situación, habríamos hecho lo mismo. Darnos cuenta de que, si es el otro el que lo hace, le criticamos. Pero si somos nosotros, “pues por una vez no pasa nada”. Y que, en el fondo, a todos nos gustaría contar con ese privilegio.
Que no quiero decir que porque el otro te esté mostrando tu sombra no pueda molestarte X cosa de él, o que estés equivocada. No, no es eso. Tal vez lo que ves en el otro es así, es posible que tenga esas cualidades que te generan rechazo (y está bien que te lo generen). Lo que quiero decir es que lo que te remueve mucho, lo que te despierta a ti, lo que rechazas con tanta intensidad, es tenerlas tú (o no darte permiso para tenerlas).
Tú también eres tu oscuridad, y no pasa nada
No se habla de nuestro lado oscuro. Es como que no está. Como que si nadie lo nombra, no existe. Como que todos somos buenos y correctos todo el rato y a todas horas.
Y no quiero decir que haya que alimentar lo oscuro, claro que no. Pero tampoco avergonzarse de ello o esconderlo en los sótanos.
Tampoco reprimir nuestros sentimientos y nuestros deseos. Porque no son malos en sí, son simplemente sentimientos y deseos (otra cosa es que nos atrevamos a hacer cualquier cosa en nombre de ellos…).
Así que, en honor a ese lado oscuro que todos tenemos…
Si alguna vez sientes envidia, recuerda que no es nada malo.
Si alguna vez te pones arrogante, porque es tu manera de sentirte poderosa, aunque dentro de ti estés asustada, acéptalo.
Si a veces te das cuenta de que das para que el otro no se vaya, porque si está en deuda contigo no te va a dejar, no te juzgues.
Si te pillas que acabas de decir algo que no piensas y solo para quedar bien, abrázalo.
Si te quejas para que alguien te preste atención, reconócelo.
Si te das cuenta de que estas sintiéndote vista por alguien y no has sido capaz de decirle que no va a pasar nada entre vosotros…
Si un día juzgas a alguien como no quieres que te juzguen a ti…
Si tomas consciencia de que estás manipulando de alguna manera para conseguir lo que quieres…
… no pasa nada. Abrázalo.
Si un día explotas y sientes ganas de estrangular a alguien…
Si deseas que alguien tenga un tropiezo para que se dé cuenta de algo…
Si esperas que alguien se comporte como a ti te gustaría…
… no pasa nada. ¡Abrázalo!
Recuerda que en la vida siempre hay un equilibrio, que lo bueno siempre tiene su parte menos buena y lo malo siempre tiene su parte menos mala, y así ha de ser.
Ni todo puede ser oscuridad, ni todo puede ser luz…
Y que esa luz y esa oscuridad tengan voz dentro de ti. Que puedas abrazar a ambas en ese lugar donde no tienes que quedar bien con nadie y puedes ser tú, tal cual eres.
En ese lugar donde todo lo que es, tiene derecho a ser.
…
Si te apetece, si te atreves, puedes compartirme algo de tu lado oscuro en los comentarios aquí debajo. Me encantará leerte.
Que maravilla el tema de hoy y que poco se trata… Siempre tienes el tema apropiado y de qué manera los tratas siempre, es como si leyeras mi mente. Una vez me dijeron, no eres tus pensamientos… Y que razón. Millones de gracias por ser tan buena profesional.
A ti, Yolanda, por tus palabras. Me alegro mucho de que te haya gustado el tema.
Un abrazo grande,
Vanessa
Me encantan tus post Vanessa, es verdad que siempre tienes el tema apropiado y lo enfocas de una manera tan guay. Gracias por este contenido de calidad.
Gracias a ti, Jen. Me alegro mucho de que lo recibas así, y me sirve mucho saberlo :-).
Un abrazo,
Vanessa
Éste post es más profundo de lo que parece, si nos ponemos a pensar por qué nos afecta tanto algo del otro, y enfocamos de éste modo que tan bien expresas Vanessa, llegaremos a conocernos muy bien, mucho más de lo que nunca hubiésemos sospechado de nosotras mismas….yo aún estoy “flipando” con éste nuevo enfoque, y que tanta intensidad en “la molestia de los demás”, no sale nada más que de alguna creencia mía. Un abrazo intenso, Vanessa. Gracias por tus palabras 🤗
Gracias, Ana, ¡bonita! Qué alegría siempre saber de ti… Es mágico, ¿verdad? Ojo que el hecho de que hable de ti no significa que el otro no tenga eso o que tú no tengas derecho a sentirte mal por ello. Es diferente, y tu malestar no deja de ser legítimo aunque eso te esté hablando de algo tuyo.
Un abrazo grande,
Vanessa
Hola, pues absolutamente “on point”. A mí me ayudaste a darme cuenta de que, efectivamente, daba mucho más de lo que recibía porque buscaba que el otro estuviera en deuda y me quisiera. Leyéndote me doy cuenta de que me enquiste en bucles chungos porque muchas veces me gustaría que la gente reaccionase como yo, y que me tratara Neón (bien = como yo considero según mis estándares, vaya). Alguien me dijo una vez ¿y a ti quien te ha dicho que todos te tienen que tratar bien todo el tiempo? Y pienso en eso cuando me atasco porque, ¿efectivamente qué necesidad de engancharse en el bucle hay? Me cuesta aún, me cuesta. Gracias.
Hola Vicky,
Muchas gracias, hiciste un trabajo magnífico. Solo recuerda que tienes derecho a necesitar que el otro te trate bien y a expresar cuáles son tus estándares. Que tener expectativas no es malo, siempre y cuando las legitimes y las comuniques. Y que lo que sientes siempre está bien y te habla de con quién sí y con quién no… esa es tu guía para tomar decisiones y elegir lo mejor para ti :-).
Un beso grande,
Vanessa
Hola! Muy interesante el tema.
Me he sorprendido varias veces juzgando mentalmente a personas conocidas: que si gastan mucho en cosas caras, que si consiguen pareja con facilidad, que si atienden mucho o poco a sus hijos, que si sus batallas no son tan duras como las mías, etc. Y me doy cuenta de que en el fondo hay una envidia oculta, las juzgo desde mis propias heridas, desde mis miedos y mis anhelos. Ese es mi lado oscuro, ¿cómo iluminarlo?
Gracias Vanessa
Hola Sonja,
Pues viendo qué te dice de ti eso que ves en los demás y profundizando para sanar eso en ti, esos miedos, esas heridas y ese sentimiento de inferioridad. Desde ese aceptarte y comprenderte a ti misma podrás por fin relacionarte de igual a igual con los demás.
Un abrazo,
Vanessa