Le he dado muchas vueltas al título de este post. Por un lado me asustaba nombrar la muerte en el título, pero por otro lo cierto es que lo que quiero contar es justo eso, lo que he aprendido desde que murió mi madre, hace cinco meses.
El problema es que no queremos nombrar la muerte, que nos asusta y nos incomoda hablar de ella. Pero forma parte de la vida, una no podría ser sin la otra, y aunque no queramos pensarlo al final todos nos vamos a morir.
Por todo eso al final decidí que sí, que el título sería éste: lo que he aprendido con la muerte de mi madre.
Este no pretende ser un post sobre cómo hacer un duelo, porque cada duelo es diferente. No es lo mismo que se muera tu pareja a que se muera tu abuelo, tu madre o un amigo. No es lo mismo que muera de una forma o de otra, a una edad o a otra, estando tú a su lado o muy lejos. Y, sobre todo, no es lo mismo para ti que para mí. La muerte es algo tan subjetivo como misterioso.
Por eso no pretendo dar consejos a nadie sobre cómo hacer su duelo, aunque sí espero que a quien lo necesite le pueda servir lo que cuento aquí. Nos vendría bien ser más conscientes de que es algo que todos vamos a necesitar. De que, antes o después, todos vamos a vivir la muerte de un ser querido.
Dicho esto, aquí va lo que he aprendido en estos cinco meses desde que ella se fue:
Los primeros días son los más fáciles.
Entonces no lo sabes, no sabes que eso tan horrible que estás sintiendo no es nada comparado con lo que vas a sentir cuando pasen las semanas. Que ahí estás en una nube de gente, de llamadas, de papeleos, y en realidad no te estás dando cuenta de lo que está pasando.
Lo más difícil comienza cuando vuelves a tu normalidad, a tu rutina, a lo que hacías con esa persona y ya no haces… Lo más difícil comienza cuando se pasa la tormenta y llega el silencio…
Y, es curioso, pero según van pasando las semanas la gente te dice cosas como “¿ya estás mejor?”. Y no, no estás mejor, estás mucho peor.
Porque cada día son más los momentos en los que la echas de menos, porque cada vez son más los instantes en los que quieres acudir a decirle algo y ya no está, porque su ausencia se va haciendo cada vez más real.
En cada momento, haz lo que sientas.
No te dejes llevar por cómo deberías hacerlo o por lo que te digan los demás. La única forma sana de hacer un duelo es que sea tu duelo, y que te des permiso para hacerlo como lo vayas sintiendo. Sin autoexigencia, sin expectativas y sin pensar que deberías hacerlo así o asá.
Esto me lo recordó una gran amiga que ha vivido un duelo mucho más complicado, el de una pareja joven. Y así es. En cada momento me ha servido hacer lo que yo sentía, no lo que se suponía que tenía que ser.
Por ejemplo, como yo pasaba los fines de semana cuidando a mi madre, de pronto esos dos días se volvieron un infierno infinito para mí. Por eso al principio procuraba hacer muchas cosas y no parar en casa. Era lo que sentía que necesitaba, en vez de obligarme a estar en silencio, a quedarme sola o a machacarme.
Lo mismo que la noche de su entierro fui a tomar unos vinos con unos amigos porque no quería quedarme sola en casa. Algo muy alejado de esa creencia de que un día así hay que recogerse y guardar el luto.
Y por eso me parece tan importante que cada uno se de permiso para hacer lo que sienta, siempre y cuando lo haga desde la consciencia, y también que los demás le dejen en paz, sin juzgarle ni decirle lo que debería hacer. Que cada uno respete como se siente el otro y que jamás le diga que no está bien sentirse así o hacerlo asá. Cada uno ha de vivir su proceso, y nadie es quien para opinar sobre el de los demás.
Vive y comparte hoy para sentir paz mañana.
Es decir, sé de tal forma con los que te rodean que cuando alguien muera, puedas sentirte en paz.
Estar en paz conmigo misma ha sido, sin duda, lo que más me está ayudando. La culpa es muy mala en general, pero lo es especialmente cuando muere alguien y sientes que te gustaría haber hecho algo de otra forma.
Por eso me siento muy agradecida por estar en paz conmigo misma en esto.
Por saber que en cada momento lo hice lo mejor que supe o que pude. Que cada decisión que tomé la tomé pensando que en ese momento era lo mejor para ella. Que la cuidé lo mejor que fui capaz desde mis criterios y mis parámetros, y procurando no descuidarme a mí en ese camino.
Me siento muy agradecida por haber tenido la oportunidad de cuidarla en su enfermedad y muy orgullosa de haber elegido hacerlo. Por haber elegido curar mis heridas de niña y porque el universo me dio la oportunidad de hacerlo y el tiempo suficiente para sanarlas antes de que ella se fuera.
Estoy muy agradecida por saber que le dije todo lo que le quería decir, que se fue sabiendo lo mucho que la quería, que aprendí a decírselo aunque ella no supiera decírmelo a mí, que se lo dije muchísimas veces estos últimos meses y que al final ella también había empezado a decírmelo. Que con ochenta años hizo el esfuerzo de aprender a hacerlo por mí, igual que yo me esforcé por comprenderla, aceptarla y quererla como era (los padres suelen venir con eso de serie, pero los hijos hemos de aprender a hacerlo).
Siento paz y alegría por saber que disfruté tanto como pude el tiempo con ella, que de verdad lo aproveché y que no me lamento de nada. Claro que podía haber estado más, porque siempre se puede estar más con alguien, pero me siento muy satisfecha por el tiempo que sí compartimos.
Sé que todas las personas a las que quiero lo saben y paso tiempo con ellas y las disfruto, y creo que todos deberíamos ser conscientes de esto y responsabilizarnos de poder decirlo cuando alguien se vaya.
“Sí, sí, es que yo ya soy consciente de que mis padres se van a morir”, escucho a veces. Ya, pero no se trata sólo de que seas consciente, sino de que lo reflejes en tus comportamientos y en tu día a día con ellos. Con tus padres o con quien sea.
¿Te das cuenta de la diferencia? Gracias a todo esto hoy puedo sentirme en paz conmigo misma.
Las personas no nos damos cuenta de lo importante que es vivir con consciencia. De lo importante que es sentir cada día que lo estás haciendo bien y que pase lo que pase no te vas a arrepentir.
Y en realidad es fácil darse cuenta, solo que muchas veces no queremos o no estamos preparados para ello. Sería tan fácil como preguntarte: ¿Qué haría hoy si supiera que me quedan seis meses de vida? ¿Cómo trataría a las personas a las que más quiero? ¿Qué haría con ellas?
Pues bien, ahora la pregunta que lo cambia todo: ¿Qué te hace pensar que te quedan seis meses de vida? Porque todos podemos morirnos en cualquier momento, ¿lo sabes? Y esto no te lo pregunto para fastidiarte, sino para que celebres la vida.
Hoy, ahora, con las personas a las que más quieres. Y así cada día.
Perdónate también por lo que habrías hecho diferente.
Porque es el pasado y ya no se puede cambiar, porque en cada momento lo hacemos lo mejor que podemos, y porque vivir con culpa no sirve de nada ni hace que nada del pasado cambie.
Todos haríamos algo diferente si miramos atrás. Por eso, una y otra vez, vuelvo a perdonarme por las veces que me enfadé con ella y le grité porque no comía, porque no tomaba una pastilla o por lo que fuera.
Y también por cada vez que, siendo más jovencita, sé que fui dura con ella. Yo no estaba bien y en muchas cosas la culpaba a ella, era el blanco fácil, como suelen serlo las personas a las que más queremos y que sabemos que no nos van a dejar de querer.
Me siento muy agradecida por haber sido consciente y por haber ido curando todo aquello, y porque en los últimos años cada vez fueran menos los momentos en los que me enfadaba o perdía la paciencia con ella.
Con mi padre, en cambio, el proceso fue muy diferente. Cuando él se fue, hace catorce años, nuestra relación era muy distante. Me gustaría haber pasado más tiempo con él y haberle conocido de verdad, que creo que no llegué a hacerlo, que no le di ni me di esa oportunidad. Por eso con él el proceso de perdonarme a mí misma también ha sido muy diferente.
La aceptación es una fase muy dolorosa.
Mi madre llevaba mucho tiempo muy enferma y hace mucho que yo ya sabía que este momento llegaría. Aun así, es muchísimo más doloroso de lo que nunca imaginé.
Por muy consciente que seas de que ese momento va a llegar, no es lo mismo pensar que un día esa persona morirá y no volverás a verla, a que llegue ese día.
Comprender que esa persona ya no existe ni existirá más en tu vida es infinitamente doloroso… Y no es lo mismo imaginarlo que vivirlo, ni parecido. Por eso, en mi opinión, lo más difícil es aceptar la muerte como tal y lo que eso significa. Y entiendo que yo todavía estoy en ello.
El dolor es sano.
Cuando alguien muere, tiene que doler. No es posible que no duela y no hay manera de evitarlo. De hecho, si no duele, es que no estás haciendo un duelo sano.
Para salir del dolor has de entrar en él, no puedes pasarlo sin que duela. Poco a poco te irás encontrando peor, para que poco a poco te vayas encontrando mejor, como me decía esta gran amiga.
Yo me he ido dando permiso para entrar poquito a poco en el dolor. ¿Cómo? Pensando poco, estando distraída, dejando entrar la tristeza poco a poco, y siempre confiando en mí, en cómo yo lo voy sintiendo y en cómo lo voy gestionando.
Por eso en un duelo es importante que jamás te digas o le digas a alguien que no lo está haciendo bien. Porque todo está bien si es lo que en ese momento a esa persona le sirve, y es importante que sienta el apoyo incondicional de los que le rodean.
Entiende que cada persona sabrá apoyarte a su manera.
Hay personas que, cuando se les muere alguien, se decepcionan con cómo responden las personas de su entorno.
Y es importante que nos demos cuenta de que cada persona lo hace desde donde es capaz, que unos transitan mejor ante el dolor de los demás y otros no saben hacerlo, que esa persona igual no tiene ni idea de cómo apoyarte o no ha sufrido y no es capaz de conectar con tu dolor, que muchas veces hace falta decir de forma clara lo que necesitas en vez de esperar que el otro lo adivine (y me da igual que sea un abrazo, que no te dejen sola o que te traigan algo para comer).
Las personas somos muy distintas entre sí y en un duelo eso también se manifiesta. Por ejemplo, hay quien asume que no quieres hablar de la persona que se ha ido y otros que te preguntan porque entienden que sí. Y es algo que nadie puede saber, algo en lo que cada persona es diferente, incluso puede ser que hoy te apetezca hablar y mañana no. Por eso la única forma de hacérselo saber a alguien es decirlo y la única forma de saberlo de alguien es preguntarlo.
Así, darme cuenta de que cada decepción es mía porque yo fui quien creó esas expectativas hacia esa persona, yo fui quien esperó que se comportara de una determinada manera. Y que el hecho de que esa persona no haga lo que yo haría no significa que no me esté apoyando, sino que no lo está haciendo de la manera que yo espero o necesito…
La tristeza es bonita.
Claro que lo es. Es bonito añorar, es bonito echar de menos, es bonito recordar y es bonito llorar por ello.
En este tiempo me he dado cuenta de que hay tristezas bonitas, que son las que tienen que ver con el dolor de una pérdida, y tristezas que no son bonitas.
Bonito es cuando la recuerdo, cuando daría cualquier cosa por un minuto con ella y cuando me siento profundamente triste porque la echo de menos.
Y también es bonito acogerte y abrazarte a ti misma en tu dolor, sin juzgarte ni obligarte a sentir algo diferente. Por ejemplo, yo he aceptado que en esta etapa de mi vida me siento más sensible y vulnerable, y que es normal y sólo puedo quererme y darme permiso para ir sanándome poco a poco.
Pero cuando entran pensamientos de culpa, de automachaque, de victimismo, de “si hubiera hecho esto”, de “ojalá aquello”, deja de ser bonito y entramos en un sufrimiento gratuito que nos desgarra por dentro.
La fe ayuda, mucho.
Ayuda para sentir que de alguna manera esa persona sigue contigo, como yo siento que mi madre está aquí a mi lado, que no me deja, que no se separa de mí y que ahora, de nuevo, es ella quien me cuida.
Y la fe, en lo que sea, ayuda también para interpretar su marcha y aceptar que se haya ido. Por ejemplo, yo sé que mi madre me esperó a que curara mis heridas de niña y la pudiera querer de una forma sana y limpia. Sé que me esperó aquella tarde, que esperó a dejarme bien y que se fue tranquila.
Y sé que, donde esté, yo sigo siendo su hija y ella sigue siendo mi madre. Y eso no va a cambiar.
A partir de aquí creo que hace falta tiempo y poco a poco ir recuperando la ilusión, tener nuevos proyectos y nuevas ganas de ponerlos en marcha. Cada uno a su ritmo, porque no creo que haya reglas ni tiempos que sirvan para todos.
Saber que sigues siendo tú y que te sigues teniendo a ti, como yo sé que sigo siendo feliz por ser quien soy a pesar del dolor tan grande que siento.
Y, sobre todo, saber que sigues queriendo a esa persona, porque sigue viva dentro de ti.
Hola Vanessa, gracias por descubrir tus sentimientos. Yo pasé por algo parecido, por eso me siento muy identificada. Yo también me sentí en paz, porque hice todo lo que pude, mientras pude. También fue una enfermedad larga.
Tu comentario, me ha traído a la cabeza un poco el dolor por la pérdida de mi madre, por la impotencia ante el sufrimiento, por no poder hacer nada…
Pero estoy en paz. En ese sentido sí, en otros no tanto. Soy fuerte, lo he aprendido, también con mi madre. Estoy sola. Después de morir mi madre, me separé, no tengo hijos. Tengo a mi hermano. Pero me falta el “calor de hogar”. No se trata de que necesite un hombre, necesito llegar a casa y sentir el “calor”. Eso me hace sentirme mal. Busco el camino para seguir, todavía. Me siento desconectada de mí, de mis sentimientos. No sé explicarme. Me implico en muchas cosas, cosas que me gustan… Pero al final, nada me llena realmente. Siento que estoy escondida detrás de un personaje, que ya no soy espontánea, que mi cabeza va por delante de mis sentimientos. Que tengo muchos miedos, pero que tengo la suficiente valentía para enfrentarme a ellos.
Sólo tengo una idea clara: para no sentirme sola, tengo que darme a los demás.
Gracias por tus comentarios. Hoy me salió compartir mi experiencia. Un beso
Muchas gracias por compartir, Flor. Creo que ese calor del que hablas también puedes encontralo en otras personas, aunque no tengas una pareja. Amigos, familia, gente con la que vamos compartiendo… Y sobre todo en ti misma, en sentirte bien contigo misma, en conectar con lo que sientes y lo que deseas, en ser tú en cada momento, la persona que eres debajo de ese personaje que comentas. Y, también, en moverte hacia eso que deseas. Si para ti es importante tener una pareja, ¿qué podrías hacer para alcanzar ese objetivo?
Un abrazo grande,
Vanessa
GRACIAS Vanessa por compartir algo tan íntimo y tan real como describes…no sabes bien qué identificada me ha sentido con muchas de tus palabras. Cuánto que aprender de ti. Abrazo largo, fuerte y silencioso!
Muchas gracias, Cristina. Lo sé, sé que sabes bien de lo que hablo. Yo también aprendo de ti.
Un cariñoso abrazo,
Vanessa
Querida Vanessa, lindo siempre lo que escribes y cómo lo escribes, tan claro, pero con tanto contenido. Cada frase tuya lo tiene. Mi mas sincera enhorabuena por este post. Precioso.
Muchas gracias, Susana. Me alegro mucho de que lo hayas sentido así y te agradezco mucho tus palabras.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Querida Vanesa,
Un fuerte abrazo y su luz, permanece en cada uno de nosotros y se convierte en el faro de luz, que nos guiará siempre, en el profundo mar de la vida.
Gracias por compartir, y aprendamos los unos de los otros.
Graciela
Qué bonito, Graciela. Siento tu luz, gracias por compartirla.
Un abrazo grande,
Vanessa
Gracias. Perdí mi madre hace muy poco, y me asusta que esté peor dentro de unas semanas… de momento lo estoy sabiendo contener, a ratos, a ver. En lo demás tal cual lo estoy viviendo, terrible querer verla y no poder, querer oír su voz y no poder… todo se va otra forma pero como dices el amor y la relación que hubo, incluidas las discusiones y palabras hirientes, está ahí y siempre estará. Hay que vivir con ellos de otra forma, te hacen compañía y te dan fuerza… de una forma mucho más profunda y menos visible. Besos
Hola Concepción,
Un proceso de duelo es como un río que ha de seguir su cauce de forma natural, sin impedimentos. Tal vez en algún momento ese cauce esté más bravo y tal vez en otro momento esté más calmado. Nada es mejor ni peor, no sería malo que dentro de unas semanas estuvieras más removida… Nada es malo si dejamos que esos sentimientos sigan su curso y no los bloqueamos ni los reprimimos.
Tan solo sostenerte y abrazarte con fuerza cuando más lo necesites.
Un abrazo grande.
Hola Vanessa, gracias por compartir tus mas profunda relación con tu dolor. Me ha ayudado a reconciliarme con mi pena, ya que perdi a mi padre hace casi un año.
Por una mudanza, encontre entre libros una carta dirigida a mi madre de agradecimiento por todo su amor incondicional, por cómo me ha cuidado y querido tratando de romper sus limitaciones… Nunca se la entregué por pudor, por vergüenza a desnudar mis sentimientos. Hoy por un mal entendido pense que a ella le había pasado algo malo, llevaba la carta en el bolso y junte el valor de leérsela. Me siento en paz con esto, me siento liberada de sentir verguenza por expresar emoción. Pero lo que ha significado para mi madre ha sido enorme. Siento que ya le he dicho lo que le tenia que decir, y que he roto una cadena personal, y eso es impagable. Siempre nos quedaran los recuerdos del corazón. Gracias de nuevo Vanesa y un abrazo de los que calientan el alma.
Qué maravilla, Ana. Te felicito por ese paso que has dado, por esa cadena que has roto. Es un magnífico ejemplo.
Otro abrazo para ti, de los que calientan el alma,
Vanessa
Muchas gracias por compartir, Vanessa, una experiencia tan emotiva. Siento mucho el dolor por la perdida de tu madre. Sé que se que muchas madres, me incluyo, tenemos muchos errores, pero el amor de una madre es incondicional, sacrificado, compasivo, sincero y permanente. El amor de una madre es unico y nunca puede desvanecerse. Dios te bendiga y sigas creciendo en tus metas personales y profesionales.
Muchas gracias, Vicky. Yo también creo que el amor de una madre es único y nunca puede desvanecerse. Y por supuesto que una madre puede cometer errores, porque es un ser humano y porque nadie nos enseña a serlo. Precisamente ahí está nuestra belleza, en esa vulnerabilidad.
Un abrazo grande,
Vanessa
Me ha llegado en el mejor momento, gracias Vanesa .
Me alegro mucho, Eva.
Un abrazo,
Vanessa
Asombrada de tu valentía, contarnos tu experiencia personal es una prueba fundamental de lo excelente persona que eres… Gracias por compartirnos este post.
Muchas gracias, Anyeli. De corazón.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Hola Vanessa, no sabes cómo he conectado con lo que has compartido. Tengo 38 años, y mi madre 81, está bastante delicada y viuda desde hace casi 20 años. Trato de no pensarlo, pero en mi día a día está muy presente la conciencia de que el momento que describes ha de llegar.
Yo también me he hecho cargo, como tú con la tuya, e intento hacerlo desde mis criterios y sin descuidarme, ni sentirme culpable por ello.
Tenemos muy buena relación, y a pesar de la diferencia generacional, es la mejor amiga que nunca podré tener, Además, en este momento de mi vida estoy trabajando en superar las pequeñas “heridas” de la infancia y poder hablar con ella me genera mucho autoconocimiento y paz. Aunque haya muchas cosas que no puedo hacer con ella, ni he hecho, no cambio nada por esto que comparto ahora.
Con mi padre el proceso también para mí fue muy distinto. Yo tenía apenas 20 años y la relación era también muy distante, me ha llevado mucho tiempo ponerme en (casi) paz con ese asunto.
Al final, como todo en la vida, es cuestión de enfoque, actitud, tiempo y amor, a la vida, a las personas con las coexistimos y, por encima de todo, a nosotros mismos.
Un abrazo, y mucho ánimo. Que la luz que enciendes a los que te leemos, te ilumine a ti también.
Encarna, muchas gracias por tus palabras. Es cierto, sí que hay muchas similitudes en lo que cuentas. Me alegro mucho de que estés andando ese camino de sanación y que lo compartas con tu madre. Disfrútalo mucho, y siéntelo en tu corazón cada día.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Vanessa, mi gran amiga, la muerte es una buena maestra que enseña sobre todo, de la vida.
Y es bueno hablar de ella, en algún momento todos vamos a llorar por alguien querido y las personas que nos quieren también van a llorar por nosotros.
Cuando nuestros amores mueren, no se van. Su ausencia se vuelve presencia, su cariño nos sostiene y su calor permanece en nuestro corazón.
Un abrazo largo y reconfortante, todo va ir bien.
Bonita, muchas gracias por tus palabras. Has sido un ejemplo para mí, en mi camino y en mi sentir, y te agradezco de corazón todo lo que me has enseñado.
No se van, lo sé. Están aquí, están ahí. Están en todas partes.
Un abrazo largo y sincero,
Vanessa
Grande Vanessa!!!! Un abrazo enorme
Muchísimas gracias, Ana. De corazón.
Un beso grande,
Vanessa
Muy de acuerdo contigo Vanessa. Es muy lindo este post porque esta escrito desde el corazón, no es lo mismo claro está una muerte natural que un adcidente, por ejemplo, pero el no pensar si hubiese sido de otra manera y aceptar es crucial. La muerte de mis abuelos o de mi mascota fue como describes porque asumí que todo llega a su final y que el tiempo que estuvieron a mi lado lo disfrute al máximo y ellos igual conmigo. Hubo mucho amor y, como dices, hay tristezas que pueden llegar a ser incluso bonitas y estas son las que provienen del amor, porque amar siempre es hermoso. Las tristezas feas son las que provienen de depresiones, conflictos y todo aquello que genera un estado de ansiedad y estrés en el que no te encuentras a ti misma.
Mucha fuerza y un gran abrazo.
Muchas gracias, María. Así es, aceptar y permitirnos sentir la tristeza bonita que nace del amor son pasos fundamentales.
Un abrazo grande,
Vanessa
Muchas gracias por compartir! Un abrazo grande!!
Gracias a ti por comentar, Melina.
Un abrazo para ti también,
Vanessa
No se puede expresar mejor lo que has contado… Muchas gracias por contarlo así. Efectvamente, hasta que no te pasa, no te puedes hacer una idea de lo que es esto… y cada uno debe vivirlo a su manera.
Muchísimas gracias, Noelia. Me alegro de que te haya gustado cómo lo he contado.
Un abrazo,
Vanessa
Lo siento mucho Vanessa, ley de vida, difícil de entender y aceptar, pero igual para todos. Yo todavía la conservo y esta bien para su edad, pero llegará también, si la vida no nos lo cambia, a veces es cierto el refrán de “el hombre propone y Dios dispone”… mucho animo Vanesa y a seguir escribiendo y compartiendo tus cosas que a mi me encantan y me ayudan, y de las que tu madre estaría super orgullosa…
Un beso.
Muchas gracias por tus palabras, Marian. Disfruta y comparte mucho con ella :-).
Un abrazo grande,
Vanessa
Muchas gracias por compartir algo tan íntimo y personal. Cuando mi padre falleció tuve por un lado la paz de la que hablas de saber que había estado ahí para acompañarlo y hacer lo que mi corazón me decía, más que hacer lo que la mente hubiera querido, por cuestiones no viví el duelo de la partida de un ser querido, era algo que tenía que pasar y ya está. Con mi madre, he sanado todo lo que en nuestra relación había que rechinaba y sé que cuando fallezca la situación será distinta, aunque por estadísticas no está cercana su hora, como tú dices cualquier momento puede ser el nuestro y a veces lo pienso y sé que será duro. Gracias de nuevo por recordarnos el que nos permitamos sentir y ser.
Muchas gracias, Mariluz. Me alegro mucho de que sientas que lo que lees te sirve para darte permiso para sentir y ser. Disfruta mucho con tu madre y contigo misma. Sigue el camino del corazón, ese no se quivoca nunca…
Un fuerte abrazo,
Vanessa
¡Valiente! Nunca será igual el amor de una madre, pero es quizá una buena manera de saber y sentir que mucha gente que no sabías o esperabas te quiere más de lo que nunca hubieras podido imaginar. Calma, tiempo y a aprender a escucharnos y entendernos para encontrar la receta que nos sane. ¡¡Te quiero!!
Gracias bonita. Lo sé, que hay personas maravillosas como tú, dispuestas a dar y a aliviar el dolor. Y doy las gracias de corazón por ello.
Yo también te quiero.
Un abrazo grande grande,
Vanessa
Gracias! Llegué a este post buscando info porque después del sepelio de mi madre se largó una gran tormenta. Y así era como yo me sentía después de eso, mi madre era todo para mí, algo que no se puede explicar con palabras. Ahora trato de transitar mi sueño, sin dudas será duro en cada cumpleaños, día de la madre y pasar por su casa. Pero al fin y al cabo todos estamos acá para transitar y partir. Gracias porque lo que compartiste me llenó el alma. Cada situación es diferente, pero en la experiencia que contaste me vi refllejada, mi madre también tenía 80 años y te dicen “bueno, ya era mayor”. Parece que todo lo que viviste con esa persona es atemporal. Mil gracias. Mercedes.
Muchas gracias, Mercedes. Me alegro de que el post te haya gustado. Te envío todo mi cariño para ese dolor del alma que sientes, sé lo que es.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Gracias Vanessa por ayudarme tanto en estos momentos tan duros y tristes, mi madre se ha ido despues de 11 años de estar a su lado cuidandola dia a dia, la situacion vivida por el covid-19 ha hecho que no pudiera despedirme de la manera que yo hubiera querido, pero hoy leo todos los comentarios y me siento un poco mejor porque veo que no soy una isla en el oceano.
Muchas gracias por todo.
Un saludo.
Lo siento mucho, Pablo. Entiendo que el dolor de una pérdida es mucho mayor en estas circunstancias, y desde aquí te acompaño en tu dolor y te envío mucha Luz y mucha serenidad. Valora el tiempo que compartiste con ella y date permiso para lo que vayas necesitando en el camino del duelo.
Un abrazo inmenso,
Vanessa