¿Vives es un esfuerzo continuo por llegar a todo? Ojo, que entonces tal vez padezcas del “tengo que esforzarme mucho”…
Veamos…
Te pones muchas metas y muy ambiciosas.
Te exiges alcanzarlas, no importa el esfuerzo o el sacrificio que impliquen.
Dices que sí a mucho más de lo que después eres capaz de llegar.
Y cuando no llegas piensas: “tengo que esforzarme más”.
Siempre ha sido así, te has pasado la vida esforzándote.
Siempre exigiéndote dar más y más.
Te cuesta mucho reconocer tus limitaciones y nunca te das permiso para relajarte.
Crees que lo que merece la pena requiere mucho esfuerzo.
Es como si pensaras que la vida es luchar y esforzarse, que vivir es estar siempre agotada…
Y al final es como que nunca logras lo que quieres, que nunca te sientes satisfecha.
¿Te suena? Entonces es posible que el “esfuérzate” sea uno de tus mandatos internos.
En este post te hablé de los mandatos internos y te presenté el primero, el de “se fuerte”.
En este otro post te hablé del segundo, el de “se perfecta”.
En este otro del tercero, el de “date prisa”.
Y en éste del cuarto, el de “complace”.
Hoy toca el quinto y último, el de “esfuérzate”.
Este es el mandato de quien se exige alcanzar muchas metas y muy ambiciosas.
Es decir, de quien se pone metas sobrehumanas y después se dice que tiene que esforzarse mucho para conseguirlo.
El mandato del “esfuérzate” hace que solo te valores cuando te planteas muchas metas muy ambiciosas y sientes que te estás esforzando un montón por conseguirlas.
Así que te metes en un montón de cosas y asumes grandes proyectos.
Y después vives en un esfuerzo continuo por llegar a todo.
Sin darte cuenta de que el problema es que tus metas no son realistas.
Que es imposible llegar a tanto como te propones.
Que necesitas reconocer y aceptar tus limitaciones (no porque tú tengas limitaciones, ¡porque todos las tenemos! ¡No somos superhéroes!).
Y necesitas empezar a plantearte metas menos ambiciosas pero más realistas.
Para que también puedas empezar a disfrutar de los pequeños logros (cuando tus expectativas dejen de ser tan elevadas).
Porque, supongo que ya te estás dando cuenta, ¿cuál crees que es la consecuencia del “esfuérzate”? ¡Bingo! Que desde ese mandato es imposible que logres lo que te propones.
Que eres incapaz de sentirte satisfecha porque de tanto que te exiges es imposible que alcances lo que quieres.
Y es que el mandato del “esfuérzate” te lleva a ponerte metas muy altas (o a ponerte demasiadas) para seguir esforzándote, y eso te lleva a que sea imposible que las alcances.
Es decir, la peor consecuencia del “tengo que esforzarme” es que te impide tener la sensación de logro, de valía y de merecimiento.
Y ya te puedes imaginar la frustración y pérdida de confianza en ti misma que eso supone…
Si no me esfuerzo, no valgo
¿Cuál crees que es la creencia que sostiene el mandato de “esfuérzate”?
De nuevo, como en el resto de mandatos, vuelve a ser el “no valgo”.
Es decir, si no me esfuerzo no valgo.
Si no me exijo muchísimo, no valgo.
Si no me pongo muchas metas y muy ambiciosas, no valgo.
Si reconozco mis limitaciones, no valgo.
Si no lucho y sufro un montón en el camino, eso significa que no valgo.
Así que tengo que ponerme metas muy altas y luchar y esforzarme un montón por conseguirlas para sentirme valiosa y aceptable.
Porque si no me esfuerzo entonces voy a pensar que no valgo. Y me voy a sentir muy mal conmigo misma. Y me voy a criticar. Y voy a reforzar la creencia de que, tachaaaaaaan, ¡no valgo lo suficiente! Justo lo que yo decía :-).
Y, por supuesto, los demás también se van a dar cuenta de que no valgo.
¡Porque creo que los demás sólo me valoran si tengo objetivos muy altos y me esfuerzo mucho!
Así que me vuelvo a poner metas muy altas y a decirme a mí misma que tengo que esforzarme, esta vez con más empeño que la vez anterior… Vuelvo a estar en un esfuerzo continuo por llegar a todo…
Y ya está el lío armado :-).
Por ejemplo, recuerdo a una coachee con la que trabajé hace tiempo que se metía en todos los proyectos profesionales que se le cruzaban en el camino. Daba igual si le parecía interesante, si le apetecía, si le iba a aportar algo… ¡no decía que no a nada! Vivía en un esfuerzo permanente en el que con las metas tan altas que se ponía era muy difícil que se sintiera satisfecha. ¿Para qué le servía vivir así? Para sentirse válida por vivir en ese esfuerzo continuo por llegar a todo.
Y ojo, que este mándato puede parecerse al de “se perfecta”, pero no es exactamente igual. En el caso del “se perfecta” las metas pueden ser realistas y el problema es que tú te exiges ser perfecta en su cumplimiento. Y en el caso del “esfuérzate”, el principal problema es que las metas no son realistas, así que el esfuerzo se vuelve agotador.
Por ejemplo, el típico caso del “esfuérzate” es el de que quien quiere hacer muchas cosas cada día, más de las que serían realistas. Quien quiere cumplir con la casa, con el trabajo, con los amigos, con el ocio, con la familia y con todo lo que vaya apareciendo en el camino. Tiene tantas metas y quiere cumplirlas en tan poco tiempo que se vuelve agotador y frustrante porque es imposible de alcanzar.
Otro ejemplo: recuerdo a una coachee que siempre estaba metida en mil historias de clases particulares, cursos, deporte, actividades y todo lo que le fuera surgiendo… Nunca hacía un plan tranquilo ni se sentaba simplemente a disfrutar, se sentía culpable con ese tipo de cosas… ¡Creía que vivir era estar en un esfuerzo constante!
Hay tantas personas que creen que la vida es un esfuerzo continuo por llegar a todo y que se sienten culpables cuando no se están esforzando… De hecho, cuando alguien me cuenta que le encantaría ahorrar lo suficiente como para vivir sin trabajar, siempre le pregunto si de verdad cree que sería capaz. ¿Tú lo serías?
¡Hay que darse muchos permisos para vivir así! Permiso para no hacer nada cuando los demás sí lo hacen, permiso para no ir corriendo, permiso para no ser productiva, permiso para no satisfacer las expectativas que nos han impuesto, permiso para disfrutar, permiso para relajarse, permiso para vivir tranquila… Quien vive en el “tengo que esforzarme” todavía no es capaz de darse tantos permisos.
¿Comprendes ahora cómo funciona el “esfuérzate”?
¿Y cuáles son sus consecuencias? Pues que no logro, que no consigo, que no alcanzo…
Que no me doy permiso para lograr lo que me propongo, de tanto que es…
Por ejemplo, recuerdo a un coachee que al empezar a trabajar conmigo se quejaba de que nunca acababa lo que empezaba. Y era cierto: siempre dejaba las cosas a medias, ¡porque eran metas tan poco realistas que era imposible completarlas! Así que, a pesar de todos sus esfuerzos, vivía con una sensación de “no logro” permanente.
Cómo se sale del “esfuérzate”
Entonces, ¿cómo se sale del “esfuérzate”?
Pues lo primero es que te pongas pequeñas metas, más realistas y alcanzables.
¿Cómo? Forzándote y forzándote a bajar el listón, incluso aunque te parezca una chorrada de meta (porque ahora mismo tu visión no está siendo realista).
Que sepas que eres igual de valiosa cuando no te estás esforzando.
Que vayas disfrutando y celebrando cada pequeño logro (¡la más mínima tontería cuenta!).
Que te des permiso para disfrutar del camino y te premies por esos pequeños avances.
Que, al ser las metas menos y más pequeñas, te des permiso para acabar lo que empiezas.
Y que si te das cuenta de que una meta ha vuelto a ser demasiado grande, te des permiso para parar, reconocerlo y aceptar tus limitaciones (yo misma hice esto una vez, y te lo conté en este post).
Así hasta que de verdad sientas que has integrado que la vida no es un esfuerzo continuo por llegar a todo, que la vida puede ser fácil, que te lo puedes poner fácil, y que te mereces disfrutar.
¡Y que vales lo mismo cuando disfrutas que cuando te esfuerzas!
Ese es el camino para que logres, para que consigas lo que te propones.
Pasos para ponerlo en práctica
Es más sencillo de lo que crees. Vete dando estos pasos de uno en uno:
1.Empieza por elegir algo en lo que te hayas puesto una meta muy alta y te estés exigiendo mucho esfuerzo.
2.Piensa en cómo te hace sentir y en cómo te limita exigirte tanto esfuerzo en ese aspecto.
3.Decide qué cambios quieres aplicar para sentirte mejor en ese aspecto. ¿Qué permiso te puedes dar? ¿Qué podrías hacer diferente?
4.Imagina que te das ese permiso. ¿Cómo te sentirías? ¿Qué pasaría?
5.Valora los cambios y disfruta de ellos.
Por ejemplo, supongamos que tu problema es que te metes en proyectos profesionales demasiado grandes, en los que por más que te esfuerzas te resulta imposible alcanzar tus metas y sentirte satisfecha.
Cuando no llegas te exiges más y más esfuerzo. Total, que terminas agotada, porque te resulta imposible aceptar tus limitaciones o darte permiso para relajarte. ¡Y no disfrutas ni lo más mínimo!
¿Cómo te sientes con ello y cómo te limita? Pues es probable que te sientas cansada, frustrada, triste… Y que te limite en que eres incapaz de disfrutar del camino y de tener la sensación de logro que te permita sentirte satisfecha.
Puede ser que decidas darte permiso para ponerte menos metas y más realistas, tanto que pueden parecerte una tontería, y en plazos de tiempo menos exigentes.
Eso hará que te sientas más tranquila y que tengas más probabilidades de conseguir lo que te habías propuesto, con lo que aumentará tu sensación de logro.
Y así poco a poco irás dándote permiso para lograr esas pequeñas metas y para disfrutar del camino hacia ellas, sin tanto esfuerzo ni tanto agotamiento ni tanta frustración, y recuperando la confianza en ti misma a medida que vayas consiguiendo lo que te habías propuesto.
¿Te das cuenta de cómo se puede salir del “esfuérzate”?
…
Y tú ¿también te sientes identificada con este mandato del “esfuérzate”? ¿Por dónde podrías empezar a hacer cambios? Si te apetece puedes compartirlo conmigo en los comentarios aquí debajo.
Soy veterinaria. Es una carrera que me impusieron. La he ejercido con sobre exigencias y ahora me doy cuenta de que lo que me gusta es la enseñanza…
Me estoy tomando un tiempo de relax para ello.
Hola Carmen,
Felicidades por ese darte cuenta. Eres muy valiente por reconocerlo y aceptarlo. Recuerda que siempre estás a tiempo de reconducir tu camino de alguna manera que te haga sentir más satisfecha, ya sea con tu trabajo o con lo que haces en tu tiempo libre. Espero que ese tiempo de relax te sirva.
Un abrazo grande,
Vanessa
Gracias por todo, los post me han ayudado mucho.
Gracias por dar esa información valiosa y ponerla al alcance de todos.
Saludos desde Chile.
Me alegro mucho, Isaac.
Un abrazo de vuelta hacia Chile,
Vanessa
Este blog post tiene una esencia transformadora y es muy fácil de leer y comprender.
Existe una herramienta clave para minimizar el esfuerzo y lograr todo: la ley de Pareto.
Es muy bueno, lo recomiendo: https://betoliondeux.blogspot.com/2019/11/utiliza-la-ley-de-pareto-en-el-trabajo.html
Muchas gracias por compartir, Ariel.
In abrazo,
Vanessa
Hola ¡Soy abogada en ejercicio , y no puedo estar más de acuerdo con este post, Vanesa.
He descubierto algo que ya venía intuyendo ¡¡que tengo el mandato de ” tengo que esforzarme ” y estoy agotada y cansada de él ¡¡aqui y ahora lo suelto¡¡¡¡¡¡¡
Si bien es cierto que, en la vida hay q esforzarse para avanzar ¡¡también es cierto que hay maneras de trabajar q requieren menos esfuerzo y más disfrutar ;
Y claro, en el fondo de este mandato -muy sutilmente escondido esta –la falta de confianza soterrada y también una cierta falta de valoración de una misma.
Hola María,
Sí, claro, debajo de cualquier mandato interno hay una falta de valoración. Si has aprendido a recibir valoración a través del esfuerzo o has visto que a otros les valoraban así es lógico que sea así como tú te valores, “solo valgo cuando me esfuerzo”.
Para mí el querer algo e ir a por ello puede nacer de otro lugar más sano, del compromiso con una misma, del amor propio, del deseo profundo de conseguir algo para ti… Y se puede llegar a lo mismo sin vivirlo desde el esfuerzo y el agotamiento ;-).
Un abrazo,
Vanessa