¿Qué tal te llevas tú con las figuras de autoridad?
¿Qué tal se te da tratar con un superior, un jefe o alguien que está por encima de ti en una jerarquía?
¿Te sientes cómoda, capaz de recibir una crítica y de expresar lo que necesites? ¿O, más bien, te das cuenta de que te haces pequeña y estás todo el rato buscando su aprobación?
Te pongo algunos ejemplos reales del miedo a la autoridad:
“Si me jefe no me aprueba en algo, me hago chiquitita y me voy a casa llorando como una niña”.
“A veces me bloqueo porque me entra mucho miedo a que mi jefe me eche la bronca, a que me eche una reprimenda, incluso aunque yo crea que lo he hecho bien”.
“Me doy cuenta de que tengo mucha necesidad de destacar frente a la autoridad y de que eso tiene que ver con una necesidad incansable de recibir la aprobación de mi padre”.
Y, ojo, porque esto no solo te puede estar pasando con un jefe o un superior, sino en general con personas a las que tú percibas como muy seguras de sí mismas y con las ideas muy claras, y que, a partir de esa imagen que tú te haces de esas personas, empieces a estar más pendiente de lo que piensan de ti y de recibir su aprobación.
Además a las mujeres, esto de tenerle miedo a la autoridad, a veces nos pasa más con las figuras masculinas que con otras mujeres.
Incluso te puede pasar con una pareja si te estás colocando por debajo y buscas en ella una figura de protección y de cuidado.
¿Qué pasa entonces? ¿Qué ocurre cuando le tenemos miedo a la autoridad o a las figuras a las que nosotras les hemos dado esa autoridad? Pues pueden pasar tres cosas (aunque ya te aviso de que ninguna es excluyente de las otras y te pueden pasar las tres a la vez):
1.Que te relaciones con esa persona desde el miedo a perder su aprobación y la constante necesidad de reconocimiento.
Cuando tienes miedo a que te castiguen, a que te rechacen, a que te excluyan o te dejen de querer, estás todo el rato pendiente de lo que esa persona espera de ti, exigiéndote tener un comportamiento correcto y esforzándote mucho por cumplir con ello. Y todo para sentirte vista y aprobada por esa figura de autoridad.
Por ejemplo, que me decía una coachee, “siempre estoy buscando el reconocimiento de mi jefe, diciendo algo para que me diga que muy bien, para que me vea, como que si me ve entonces yo existo”.
O “me corto cuando tengo que hablar ante personas de autoridad. No me relajo y después me pongo a pensar que debería haber dicho esto o que lo podría haber hecho mejor”.
“Cuando mi jefa le dio una tarea a una compañera me conectó con que yo no valgo y a mí no me eligen”, que me decía otra coachee.
También, a veces, ese miedo a perder la aprobación de la autoridad puede hacer que te alíes con ella frente a tus iguales. Que te pongas de parte del jefe, vaya.
2.Que te hagas pequeña ante las figuras a las que tú les das ese poder y esa autoridad.
Que una persona esté por encima de ti en una jerarquía o sepa más sobre algo, NO significa que como persona valga más que tú. Pero a veces nos olvidamos de esto.
Y entonces lo que pasa es que, en vez de ponerte de igual a igual ante esa persona, te colocas por debajo y pierdes tu dignidad.
Por ejemplo, “cuando hago algo en el trabajo y alguien me dice que lo he hecho mal empiezo a machacarme y a pedir perdón. Incluso, aunque yo piense que lo he hecho bien, me siento culpable. Doy por hecho que el otro sabe más que yo y que yo no sé tanto, y me quedo callada pensando que ya lo he vuelto a hacer mal”.
O, como le pasaba a otra coachee cuando tenía que hablar en público: “dependiendo de quien me esté escuchando, me siento de una forma u otra. Cuando son mis compañeros no tengo problema, pero si son personas a las que yo les he dado una posición y un status y que creo que saben más que yo, empiezo a pensar que me están juzgando y que se están dando cuenta de lo nerviosa que estoy”.
O también puede ser que la manera de colocarte por debajo de esa persona sea defenderte en cuanto te hace una crítica, justificarte y querer convencerle de que lo estás haciendo bien.
3.Que te calles y no expreses lo que necesitas expresar.
Claro, una de las consecuencias del miedo al otro es que, ante él, desapareces.
Y una de esas formas de desaparecer es callarte lo que piensas, no dar tu opinión, no decir lo que te molesta, no pedir lo que necesitas, no poner un límite, no defenderte de un ataque, no atreverte a pedir feedback sobre tu trabajo…
Por ejemplo, si de pequeña aprendiste a ser buena y obediente y a no dar problemas, lo que harás ante una figura de autoridad será callarte y tragar con lo que te echen.
“Si me jefe me escribe para pedirme algo, no soy capaz de decirle que ahora estoy con otra cosa. Dejo lo que sea para hacer lo que me ha pedido”, que me contaba otra coachee (ya sabes que si tú también quieres sentirte segura ante alguien de autoridad, puedes rellenar este formulario).
Tres preguntas para liberarte del miedo a la autoridad
Si lo que te estoy contando te resulta familiar, ya sea porque te pasa con un jefe o con alguien a quien tú has colocado en un lugar de autoridad respecto a ti, te voy a dar tres ideas sobre las que reflexionar:
1.¿Qué te exiges tú a ti misma?
¿Te permites cometer errores? ¿Te permites no hacerlo bien? ¿Te permites no saber algo?
Porque, si tú te exiges ser perfecta, no podrás permitirte fallar ante el otro.
Es decir, tal y como te trates a ti misma, será como te trates ante el otro.
Vaya, que alguien puede corregirte en algo y, si tú te sientes segura de ti misma y no tienes ningún problema con equivocarte, lo que diga el otro no te moverá tus cimientos.
Pero si tú eres la primera que se echa broncas, te harás pequeña con la bronca del otro. Si tú no confías en tu capacidad, si te exiges hacerlo todo perfecto, si te dices a ti misma que no haces las cosas bien, que no te esfuerzas lo suficiente, que eres prescindible, que nadie te va a elegir, que no eres importante… Entonces, la exigencia es tuya, y el otro solo te está haciendo de espejo.
2.¿Como te colocas ante el otro?
¿Te colocas de igual a igual? ¿O te pones por debajo de alguna forma?
Por ejemplo, cuando de pequeña te han dicho que no vayas de sobradita, que hay que ser humilde, que no te lo creas demasiado… es como si estuvieras recibiendo un mandato implícito de que “no destaques”. Y, cuando no te permites destacar, cuando te sientes más cómoda en un segundo plano, te estas colocando por debajo.
Lo mismo que cuando no confías en tu opinión y en lo que tu piensas sobre algo, y te lo callas y no lo expresas, también te estás colocando por debajo.
El miedo a la autoridad muchas veces tiene que ver con el miedo al propio poder o a la propia autoridad. Por ejemplo, con creer que vas a dañar porque la autoridad que tuviste de pequeña te dañó. El problema es que, desde ahí, no coges tu propia autoridad y no te das permiso para conectar con tu poder y con los recursos que tienes para ejercer ese poder de una forma ecológica contigo y con el otro.
3.¿A qué te recuerda esto que te pasa?
¿Con qué momentos de tu pasado te conecta? ¿Con quién te has sentido así antes? Porque muchas veces buscamos donde no es y queremos resolver en el presente algo que tiene más que ver con el pasado.
Por ejemplo, si tu jefe te dice algo en tono de bronca y te entran unas ganas horribles de llorar, ¿a dónde te estás yendo? Tal vez a cómo te reñían de pequeña y a aquel miedo a que pase algo horrible cuando lo haces mal, a que te dejen de querer o te castiguen o te excluyan. Y ahora ya no eres esa niña indefensa que no tenía la posibilidad de defenderse y que solo podía callar y asentir.
Por ejemplo, mira lo que me decía una coachee: “mi padre era superexigente y autoritario. Para él nada estaba bien, nada era suficiente, siempre podía haberlo hecho mejor… Recuerdo tener siempre mucho miedo a que se enfadara”.
O a veces la autoridad por la que nos sentimos dañadas fueron unas niñas que en el colegio se metían mucho con nosotras y ante las que no podíamos defendernos. Y eso se despierta ahora, con las mismas sensaciones, en otros entornos y en otras circunstancias.
Como le pasaba a una coachee que tenía una jefa muy abusona de esas que se aprovechaba de quien iba de buena fe y no ponía un límite. Y, cada vez que su jefa le señalaba un error de malas maneras ella, se sentía rechazada porque le conectaba con historias de su pasado, y respondía de la misma forma.
O, a veces, más que habernos sentido dañadas por nuestros referentes cuando éramos niñas, lo que nos pasó fue que les idealizamos y les pusimos en un pedestal y aprendimos a vivir mirando hacia arriba en busca de su aprobación.
“Siempre he querido que mi padre tenga buena percepción de mí, que vea que soy inteligente y que hago las cosas bien. Que se sienta orgulloso de mi”, que me contaba una coachee.
“Necesito destacar con la persona que esta al mando, la persona que yo miro hacia arriba, que me elija a mí. Igual que hacía con mi padre, siempre necesitando ser la mejor para que él me viera”, que me decía otra.
…
¿Te resuena algo de lo que acabas de leer sobre el miedo a la autoridad? ¿Cómo te das cuenta de que te relacionas tú con las figuras de poder? Puedes contármelo en los comentarios aquí debajo ;-).