El otro día me pasó algo que me hizo entender muchas cosas. Entraba en casa de mi madre, acelerada porque llegaba tarde a comer y porque tenía mil cosas en la cabeza, y me crucé a una vecina que salía del ascensor. Me saludó y me preguntó qué tal estábamos y yo le respondí que bien.
Nada más. Le di al botón del ascensor y me fui, sin preguntarle qué tal a ella. Pero entonces, mientras el ascensor subía, me di cuenta de lo que acababa de hacer. Me había ido sin interesarme por ella como ella lo había hecho por mí. Y pensé en todas las veces que yo he juzgado a alguien por haber hecho exactamente lo mismo, sin saber si esa persona iba con prisa o con otras mil cosas en la cabeza.
Son lecciones de ascensor, lecciones que te llegan un día cualquiera a una hora cualquiera y que te dejan un aprendizaje que ya difícilmente se te olvida.
Lecciones de todas esas veces en las que, en lugar de ponernos en el lugar de la otra persona, vemos lo que está pasando desde nuestro punto de vista. Como si fuera el objetivo, el absoluto y el real. Y juzgamos y criticamos y sentenciamos como si tuviéramos toda la información para valorar lo que ha hecho esa persona.
No sé si esta vecina me juzgó, pero recordé, una vez más, que cada vez que juzgo a alguien lo hago sin saber realmente las motivaciones de esa persona ni todas las posibles explicaciones que podría tener para haberse comportado así.
Y te aseguro que teniendo esto bien claro nos ahorraríamos muchos conflictos, muchos malentendidos y muchos dolores de cabeza, porque es algo que nos pasa a (casi) todos.
Todos en algún momento pensamos que el otro debería comportarse como lo haríamos nosotros y si eso no pasa le etiquetamos, nos montamos nuestra propia película y sacamos nuestras propias conclusiones.
Y, para que lo entiendas mejor, aquí tienes algunos ejemplos que he escuchado o presenciado últimamente:
Este verano una amiga tuvo un niño. Un tiempo después un amigo común me contó que le había mandado un mensaje para preguntarle qué tal y que ella, después de tres semanas, aún no había respondido. Mi amigo estaba un poco extrañado y, aunque no me lo dijera, creo que también un poco molesto porque ella no le había respondido.
¿Y si ella, ajetreada y desbordada por su nueva situación, no hubiera tenido oportunidad para contestar al mensaje en ese momento y después se le hubiera pasado? ¿Y si un día al acordarse hubiera pensado “bueno, si estuviera muy interesado me habría vuelto a escribir. Si quiere ya me volverá a preguntar”?
Otro ejemplo: una amiga (pongamos que de nombre Susana) que hace poco me contaba cómo se había distanciado de otra (pongamos que Paloma) porque Paloma le había dicho que iba a invitarla a su boda y cuando llegó el momento no lo hizo ni le dio ninguna explicación. Susana no lo entendió y me decía cosas como “para mí la amistad no es eso”, “si es mi amiga debería haberme dicho algo”.
¿Y si Susana estuviera esperando que Paloma responda como ella lo habría hecho en vez de pensar que puede haber algo más por lo que no la invitó y tampoco le dio ninguna explicación? Por ejemplo, porque no pudo invitar a tanta gente como quería y no es tan fácil decirle a alguien “he tenido que recortar y te has quedado fuera de mi lista de invitados”. O, simplemente, porque no supo hacerlo mejor. Algo que, por cierto, a todos podría pasarnos.
Otro ejemplo: Ana está pasando por un mal momento y su amiga Laura, aunque se acuerda de ella, prefiere no preguntarle qué tal está por no molestarla o por no recordarle sus problemas. Así que, para saber de ella, le pregunta de vez en cuando a la pareja de Ana.
¿Y si Ana se molesta porque siente que Laura no se está interesando por ella?
¿Y si todos los amigos de Ana hicieran lo mismo y ella terminara sintiéndose sola y pensando que a nadie le preocupa lo que le está pasando? Esto también nos pasa mucho: dejar de ser como eres o de hacer lo que te apetece pensando en lo que el otro podría pensar. Y, al final, la casa sin barrer…
Como puedes ver, los ejemplos que te estoy poniendo tienen principalmente dos cosas en común: primero, que hay alguien que siente que no recibe lo mismo que está dando en una relación y, segundo, que ninguna de las dos partes tiene toda la información de lo que sucede.
Es decir, muchas veces nos sentimos frustrados o decepcionados por alguien sin saber qué es realmente lo que le pasa a la otra persona.
Algo parecido me contaba el otro día una Coachee, al hablarme de una relación de pareja en la que sentía que no estaba recibiendo algo que para ella era muy importante: respeto.
¿Qué es el respeto? ¿El respeto es lo mismo para todos? No, el respeto no es como una mesa o una silla, que todos tenemos la misma imagen mental. El respeto es algo subjetivo y completamente diferente para cada uno. Igual para ti que yo te respete es que no te hable mal y para mí es que no hagas nada que me pueda molestar.
Además el respeto puede ser un ingrediente imprescindible en mi concepto de amor, de amistad, de familia. Pero eso no quiere decir que para ti sea igual de importante. Tal vez tú valores mucho más la comunicación, la sinceridad o la fidelidad.
Y así es como muchas veces sentimos que la otra parte no nos está dando lo que necesitamos. O, peor aún, que la única que estoy dando soy yo.
¿Puede ser que yo no esté viendo lo que el otro me da porque es algo que a mí no me sirve?
¿Y si el otro no me estuviera dando lo que yo necesito porque no sabe lo que es importante para mí?
Las personas somos de todos los gustos y colores… Hay quien en una relación necesita besos, hay quien necesita un “te quiero” cada día, hay quien busca sorpresas, hay quien busca cuidados…
Y si la persona con la que estás no te da lo que buscas puede ser por dos cosas: o esa persona no sabe lo que necesitas o no estás con la persona con la que tienes que estar.
Ahora recuerdo a una Coachee que sentía que su pareja no le estaba dando lo que ella necesitaba y tampoco era capaz de decirme nada que él estuviera aportando a la relación. “Y si le preguntáramos a él, ¿qué diría?”. Ahí, ya sí, supo responderme. “Atención, apoyo y cariño”. Muy bien, entonces lo que falta es comunicación, para que lo que uno da sea lo que el otro necesita.
En definitiva, ¿quién te dice que tu forma de ver las cosas es la correcta? ¿Y si las dos posturas pudieran ser correctas?
En ninguno de los ejemplos que te he puesto hay una sola postura correcta. Ambas son correctas, porque lo son para la persona que lo ve así. La otra no puede verlo igual porque no tiene la misma información… En ninguno de los ejemplos las dos personas tienen la misma información.
Así que, como puedes ver, la mayoría de las veces las apariencias engañan y lo que tú crees que es la realidad es solo tu realidad. Y, ante eso, puede parecerte que no se puede hacer nada, pero sí.
Siempre hay algo que puedes hacer, principalmente tres cosas:
1. Abrir tu mente para darte cuenta de que te puede estar faltando información. Ponerte en los zapatos del otro y preguntarte cómo puede estar viendo las cosas, cómo las puede estar sintiendo y cómo las puede estar pensando. Nunca podrás ser él, pero te acercarás mucho más.
2. Buscar otros puntos de vista que te permitan ir más allá de tus ideas preconcebidas y darte cuenta de cosas que desde el tuyo no estabas viendo o entendiendo.
3. Preguntar. Todos los ejemplos que te he puesto se podrían haber solucionado preguntándole algo a la otra parte. Saber lo que pasa es la mejor manera de entender una situación y para saber no hay nada más efectivo que preguntar.
Como puedes ver, este post va de muchas cosas: va de empatía, va de juzgar menos y aceptar más, va de no criticar tanto y preguntar antes, va de permitirte ser como quieras ser y dejar ser a los demás, va de aceptar que yo también cometo errores y de recordarlos antes de señalar los de los demás, va de no ser tan perfeccionistas ni tan buenistas, va de aprender a llevarte mejor con los que te rodean… Y, siempre, va de ser más feliz ;-).
¿Qué me dices? ¿Cómo te llevas tú con los malentendidos? Puedes contármelo en los comentarios aquí debajo y estaré encantada de responderte.
Tan cierto lo que dices, y oportuno en escucharlo. Muchas veces actúo así, suponiendo lo que piensan los demás. Grave error y cuna de conflictos y malestares. Hay que trabajar mas la empatía y el diálogo. Aprender a comunicarse.
gracias,
Muchas gracias, Marcela. Sí, todos a veces caemos en el error de suponer lo que piensan los demás, a pesar de que eso sólo nos lleva a sentirnos mal con nosotros y con ellos. Y es cierto, la empatía y el diálogo son dos claves para que esto no pase.
Un abrazo,
Vanessa
Siempre me gusta leerte Vanessa. Ante cualquier situación conflictiva que me encoge el corazón, busco en tus post y me ayudas a entender lo que pasa.
He ido a visitar a mi hija, esperaba mucho de este fin de semana y no fue como creía. Ahora me doy cuenta de que sólo estaba pensando en mi, lo que yo esperaba. También ella habría esperado unos días diferentes y seguro que tampoco han sido .
Gracias por ayudarme a entenderlo, no lo olvidaré , no me gusta el sentimiento negativo que tengo por no haber sabido juzgar bien la situación.
Una sonrisa también para ti
Qué bonito, Teresa… Qué bonito cuando conectamos con nuestro corazón, con la empatía, con el amor… Entonces sí podemos acercarnos a los demás desde la humildad y el cariño. Felicidades por tus reflexiones.
Un abrazo y una sonrisa,
Vanessa
Muchas gracias, leer este Post me ayuda a centrar algunas dudas que tenía de este valioso tema. Lo mejor es preguntar y no suponer . Un abrazo en el alma.
Gracias a ti, Maria de los Angeles.
Un abrazo en el alma…
Leyendo intento ponerme en el lugar de mi pareja para entender el porqué sus enfados con tanta facilidad. Quizás debería decirle que me enseñe a comprender su actitud.
Muchas gracias, Nieves. Creo que el porqué ha de descubrirlo él, que él es la persona que ha de hacerse preguntas para encontrar respuestas… Tú puedes apoyarle y acompañarle en ese camino, por ejemplo pidiéndole que te ayude a comprenderle, pero él necesita conocerse para andar ese camino…
Un abrazo grande,
Vanessa
¿Y si mi pareja piensa que el esta en lo correcto? Y sólo sabe juzgar y criticar, ¿cómo puedo hacerle ver su falta? Se enfada con facilidad y me deja de hablar y yo me siento mal cuando eso sucede. Antes era yo la que lo buscaba para que me hable. Ahora yo tambien me enfado y no quiero hablarle y así pasan los dias. Nunca pide disculpas y nos volvemos a hablar pero se vuelve a enfadar, ¡ya estoy ahora da! Necesito escuchar algun consejo de tu parte. Gracias de antemano.
Hola Mayrose,
Por lo que me cuentas, sin saber exactamente cuáles son esas situaciones en las que él se enfada y te deja de hablar, no puedo darte un consejo. Lo que sí te diría es que la comunicación y el diálogo en la pareja parten de darle la razón al otro y de ver las cosas desde su punto de vista, mucho más que de pretender imponer nuestra razón y nuestro punto de vista. Y eso vale tanto para él como para ti :-).
De todas formas, si no sois capaces de solucionarlo solos y de verdad queréis seguir juntos, tal vez lo mejor sea que busquéis un terapeuta de pareja que os ayude.
Un abrazo grande,
Vanessa