Si quieres conocer bien a alguien, escúchale y observa cómo habla.
Sí, como te conté en el post anterior, nuestro lenguaje refleja cómo somos, lo que creemos y lo que pensamos.
Por eso mismo, el lenguaje es una de las estrategias más efectivas para cambiar de forma de pensar.
Y, teniendo en cuenta que tus pensamientos condicionan tus sentimientos, para sentirte mucho mejor.
Vamos, que según como hables así pensarás y así te sentirás.
Pero eso ya te lo conté la semana pasada (te recomiendo que leas aquel post aquí antes de seguir con éste).
Lo que te quiero contar hoy es qué expresiones, de esas que usas a diario, son las que más te perjudican.
Para que sepas identificarlas y, así, seas capaz de cambiar tu forma de hablar, de pensar y de sentir.
Y además, al final del post, te mostraré los pasos para conseguirlo.
Para empezar, vamos con un listado divertido de palabras basura y expresiones asesinas. ¿Con cuáles de estos ejemplos cotidianos te identificas?
Algunas expresiones que son como tirarte piedras sobre tu propio tejado:
“No confío en mí”. ¿Para qué te sirve hablar así? Para nada bueno, desde luego. ¿Y qué pasaría si empezaras a decir “confío en mí”? Pues que, poco a poco, cada vez confiarías más en ti. Y no, no es magia, es usar tu lenguaje con sentido común.
“Bueno, creo que no está muy bien” (esa mezcla de falsa humildad y baja autoestima con la que a veces presentamos un trabajo, un plato o algo que hemos hecho). A ver, ¿para qué dices eso? ¿Es para que te digan lo bien que está o para convencerte tú de que está fatal? Casi siempre es una de estas dos opciones, que lo sepas.
“Te voy a contar lo que pienso, igual es una tontería…”. Idem con el ejemplo anterior. Y más piedras sobre tu tejado.
“Es muy difícil”. Bueno, si es difícil no es imposible, así que alégrate por ello.
“Jo, que mala suerte tengo”. ¿De verdad tienes mala suerte? ¿Eso que tú tienes es mala suerte? Ayer me crucé a un niño con su padre por el parque. Tendría ocho años. E iba en silla de ruedas. No podía correr, ni jugar, ni saltar. ¿Y tú tienes mala suerte? Yo me emociono cada vez que pienso en lo afortunada que soy en tantísimas cosas. Y soy consciente de la suerte que tengo, incluso los días en que nada sale bien.
“Me han hecho mucho daño”. No mira, perdona que te lo diga, el daño no nos lo hacen los demás. Y en tu caso tampoco. El daño no te lo hacen los demás, te lo haces tú (con lo que piensas, con lo que permites y con lo que te dices). Y diciendo que los demás te hacen daño lo único que consigues es convencerte de que tu bienestar emocional depende de los demás. Y no, para nada.
“Voy muy despacio”. ¿Quién lo dice? ¿Es que hay un baremo universal de lo que es ir despacio y deprisa en algo? ¿No te sentaría mejor decir “voy a mi ritmo y hago lo que puedo”? Curiosamente, cuando hables así empezarás a ir un poco más rápido cada día.
“No voy a ser capaz”. No, si te repites esto todos los días yo también estoy de acuerdo en que no vas a ser capaz. Lo mismo que cuando alguien te repite lo mismo cada día, que te termina convenciendo o le acabas dando la razón con tal de no volver a escucharle.
“Necesito tener una pareja”, “necesito el apoyo de mi familia”, “necesito xxx para sentirme bien”. Pues siento decepcionarte, pero lo único que necesitas es tener agua y comida y ser capaz de dar y recibir amor, a los demás y a ti misma. El resto son necesidades que nos creamos nosotros como parte de nuestro autoengaño. Y el lenguaje contribuye a ello.
Algunas expresiones que se cargan tus relaciones de un plumazo (¡Ojo! Porque tus palabras no sólo te perjudican a ti):
“Ya te lo dije”. No sé si me lo dijiste, pero lo último que necesito ahora que me he equivocado es que tú me lo recuerdes.
“Es culpa tuya”. Y dale con buscar culpables, ¡con lo efectivo que es buscar soluciones!
“Me pone de los nervios”. Yo misma he dicho esto cientos de veces. Y no, nadie puede ponernos de los nervios. Sólo yo misma soy capaz de ponerme de los nervios con lo que sea que pienso, que interpreto o que me digo sobre lo que tú has hecho.
“Me has disgustado”. Idem con la anterior, te disgustas tú solita/o.
“Jamás”, “nunca”, “siempre haces lo mismo”… ¿Nunca, nunca? ¿Siempre, siempre, siempre?
“No entiendo cómo ha podido hacerme eso”. Ojo a la víctima que asoma detrás de estas palabras.
“Yo nunca habría hecho algo así”. Hasta que no estés en los zapatos de esa persona no lo sabrás. Incluso en los tuyos terminarás haciendo muchas cosas que nunca imaginaste (a no ser que seas tan rígido como para no cambiar ni un ápice con el paso de los años…).
“Eres un…. “. Mira, hay muchas formas mejores de hacer una crítica, sobre todo si quieres quedar bien, que etiquetar a la persona diciéndole que es tal o cual.
Los “tienes que”, “deberías”, “hay que”, “se puede”, “no se puede” y todas esas normas tan rígidas y anticuadas -normalmente vienen de cuando eras pequeño, y después te las has quedado como si fueran tuyas- que tienes para ti, también se convierten en dinamita cuando se las dices a los demás.
Algunas expresiones que seguramente tú también has dicho:
“Mi inseguridad… Mi miedo… Mi impuntualidad… ”. ¿De verdad son tuyas? Es curioso cómo nos aferramos a cosas que no queremos y las hacemos nuestras con el “mimimi”.
“Soy muy depresiva”. Lo mismo que los demás no son, sino que se comportan de una determinada manera en un determinado momento, resulta que tú también. Así que en vez de “soy tonta”, “he hecho una tontería”. En vez de “soy una inútil”, “he cometido un error”. Y en vez de “soy muy depresiva”, “hoy estoy triste”.
O “soy fuerte”. Ojo, porque ser siempre fuerte –o creer que tienes que serlo siempre- tampoco es bueno.
Los “tengo que” y demás automachaques que nos ponemos con el lenguaje. ¡Impresionante el cambio que se produce en tu vida cuando cambias todo eso por “podría”, “deseo”, “me gustaría” o “quiero”! Así hemos aprendido a disfrutar muchas personas, yo entre ellas. Ahora lo que quiero lo hago y lo que no quiero no lo hago. Y no, no es una utopía.
Cómo cambiar tu manera de hablar:
1.Lo primero es observar tu lenguaje. Está claro que no puedes cambiar aquello de lo que no tienes conciencia. Así que empieza prestando atención a cuáles de estas expresiones, o de otras que no te hagan sentir bien, utilizas con más frecuencia.
Recuerda: no salgas a la caza de todas a la vez. Empieza por aquellas que sospeches que dices más y olvídate del resto. Por ejemplo, una semana para pillarte los “me pones de los nervios”, otra para los “tengo que” y la siguiente para los “no voy a poder” y sucedáneos.
Sí, esto requiere capacidad de observación, disciplina y perseverancia. Pero funciona.
¿Un truco? Pídeles ayuda a las personas con las que más tiempo pasas. Pregúntales qué tal creen que hablas y pídeles que te ayuden a observar expresiones utilizas más.
2.Busca expresiones que sustituyan a las que te sobran. Te repito lo más importante de todo: poco a poco y de una en una.
Elige una expresión de esas que te has cazado que sueles decir mal, búscale un sustituto y concéntrate en ese cambio durante al menos tres semanas.
Por ejemplo, podrías cambiar el “me pones enferma (cuando te quedas callado)” por “me pongo enferma (cuando te quedas callado)”.
O el “es muy difícil” por “hay que ver cómo” o “hay que currárselo”.
3.Márcate pequeños retos y recompensas. Por ejemplo, darte un premio cuando hayas estado tres días sin utilizar el verbo Ser para hablar de alguien.
4.Habla en primera persona, haciéndote responsable de lo que dices (hay quien evita esto para escurrir el bulto ;-).
Para que lo entiendas mejor te pongo un ejemplo. Si dices “hay que tener mucha suerte para conseguirlo” no te estás responsabilizando de tus palabras, porque te falta colocarte como el sujeto de esa frase.
¿Quién tiene que tener mucha suerte? ¿Tú? Pues si estás hablando de ti responsabilízate y di “tengo que tener mucha suerte para conseguirlo”.
O en vez de decir “es duro que tu jefe no te valore”, cámbialo por “me siento mal cuando mi jefe no me valora”. Así también se hace uno protagonista de su vida.
5.El NO, ¡fuera! No tiene solución, no puedo hacer nada, no deberías hacer eso… No, no, no… Le damos demasiada cancha al No en nuestras vidas, y lo único que nos aporta su uso excesivo es negatividad. ¡Si es que solo de escribirlo me entra urticaria! :-).
Recuerda que, para bien o para mal, tus palabras pueden cambiarlo todo. Tú eliges qué efecto quieres que tengan en tu vida. Porque los límites no están ahi fuera, sino aquí dentro…
Y, ahora sí, te invito a que me cuentes en los comentarios aquí debajo cuál de estas expresiones crees que usas más y por cuál vas a sustituirla a partir de ahora.
Buenos días Vanessa.
Gracias por tus maravillosos consejos.
Yo utilizo mucho “tengo que”. “tengo que ir hoy a dormir con mi madre”, “tengo que ir a abrir a la señora que la cuida por las tardes”. Lo sustituiré por quiero.
También uso en muchas ocasiones la frase “yo soy muy fuerte”.Ahora me doy cuenta de que no siempre es así, y trato de no usar la expresión, ni de creermelo.
Fenomenal, Sagrario. Pregúntate para qué vas a dormir con tu madre. “Voy a dormir con ella porque no quiero que duerma sola”, “voy a dormir porque nos turnamos y me toca”… Incluso, aunque fueras porque te sientes obligada, podrías decir “voy a dormir con mi madre porque no quiero sentirme mal después”. Y así es como pasamos a ser nosotros quienes elegimos en nuestra vida, en vez de esas absurdas normas que traemos de fábrica :-).
Y no hace falta ser siempre fuerte. Como he dicho en alguna ocasión, el mundo está lleno de personas que por creerse y mostrarse muy fuertes, un día se derrumbaron y nadie se lo podía creer… Y es que nadie es fuerte o débil siempre. Todos somos todo, y así es como ha de ser para que haya equilibrio…
Un abrazo,
Vanessa
Excelente articulo, gracias por tanta ayuda …
Muchas gracias, Sara. Me alegro mucho de que te haya gustado.
Besos y sonrisas,
Vanessa
Hola Vanessa, yo uso mucho el tengo que, deberia, siempre…intento ser consciente de las palabras que uso y me sigue costando, pero al menos el nunca creo que ya no lo empleo casi y como que viene a mi mente y de una me hago responsable de esa palabra y digo algo como algunas veces, en esta ocasión o yo casi no tal cosa. Saludos.
Pues entonces vas por muy buen camino. Ya te has dado cuenta, ya has empezado a fijarte en cuándo te sale y a dejar de decirlo tanto. Eso que dices de que viene a tu mente y te haces responsable de esa palabra es un gran paso. Sigue así de bien encaminada :-).
Un abrazo fuerte,
Vanessa
Yo utilizo además del tengo que, el yo nunca hubiera actuado así, sobre todo cuando es algo que me ha hecho daño de alguien que me importa. (del que no me importa estoy trabajando en cambiarlo). Gracias a ti, empezare a centrarme en cambiar esas dos desde hoy, aunque la primera ya llevo un tiempo trabajandola.
Gracias como siempre por compartir, es un lujo poder leerte.
Muchas gracias, Elena. A mí, que también he sido muy del “yo nunca hubiera actuado así”, me sirve mucho pensar cosas como “vale, tal cual soy hoy, con mis circunstancias, mis creencias y mi manera de ver las cosas hoy, yo no actuaría así. Pero es que yo no soy esa persona, y ella tiene otras circunstancias, otras creencias y otra manera de ver las cosas… Necesitaría ser ella para hablar con total conocimiento de causa, y no lo soy… Yo misma, en mi evolución personal, podría llegar un día en que viera todo esto de otra forma, como tantas otras cosas que ahora veo diferentes”.
Este tipo de diálogos internos me ayudan a ser más flexible, a comprender mejor a los demás y a sentirme mejor conmigo misma.
Para mí también es un lujo que me leas… :-).
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Muchas gracias. Lo pondré en práctica… Y después del diálogo interno, nada mas? ?
Sí, son muchas cosas para convertirte en la persona que quieres ser: el quererte, el respetarte, el cumplir los compromisos contigo misma, decir que no, ser asertiva… Pero desde luego que el diálogo, interno y externo, es un punto primordial para comenzar :-).
Un abrazo y buen finde.
Vanessa
Vanessa, tus comentarios son un sacudón, asertivas, a veces nos decimos las cosas con tanto cariño, que terminamos por no decirnos la verdad.
Muchas gracias por todo,
Sandra L.
Ah! y mis palabras son siempre y nunca…duras..duras
¡Gracias! Me gusta ser clara. Me gustaba que lo fueran conmigo y creo que a mis clientes les ayuda que yo sea clara con ellos. Así que en el blog procuro escribir de la misma forma. A veces necesitamos ser sacudidos para despertar… La cosa es hacerlo con amor y poniendo una red debajo ;-).
Besos y sonrisas,
Vanessa
Hola hola hola!!….La verdad es que así es, sería aconsejable empezar casi de cero. Lo mal que hablamos y la desvaloración que hacemos a los demás y a nosotros mismos. La cantidad de expresiones negativas, desvalorizadoras, de culpabilidad, de obligación…… Es bonito darse cuenta de ello y más bonito sanarlo. Poquito a poquito, pasito a pasito y sin darnos cuenta……. Volveremos a hablar de forma adecuada para la autoestima, la aceptación, la libertad…… Un fuerte abrazo. Me ha gustado lo que he leído. Saludos!!
Muchas gracias, Nestor. Estoy de acuerdo contigo. Es un camino bonito y lento a la vez, y merece la pena andarlo…
Un abrazo grande,
Vanessa