¿Sientes que conoces mucha gente, pero que te faltan amigos de verdad?
¿Qué sí que hay gente a tu alrededor, pero que no tienes relaciones profundas?
¿Qué, si estuvieras mal y necesitaras contar con alguien, no siempre sabrías a quién acudir?
Y sí, puedes entender que cada uno tiene su vida, que ahora es más complicado verse que antes, que la gente no tiene tiempo, y bla bla bla, pero la cosa es que, en el área de la amistad, no te sientes satisfecha, como que te falta algo…
Mira, las personas necesitamos tener vínculos de confianza e intimidad. Necesitamos sentir que pertenecemos. Que necesitamos y que hay alguien que nos necesita.
¡Y no es que por que tú te sientas segura de ti misma no vayas a necesitar eso! Al revés, cuánto más a gusto estés contigo, más vas a legitimar que necesitas de otros.
Así que, si a pesar de que conoces a muchas personas, sientes que te faltan amigos de verdad, te voy a contar cinco cosas que te pueden estar pasando:
1.¿Cómo te quedas después de estar con alguien?
Ni te imaginas la cantidad de personas con las que trabajo (si tú quieres ser una de ellas, puedes rellenar este formulario) que se esfuerzan por llevarse bien con alguien sin haberse parado a pensar cómo se sienten con esa persona. Y que, cuando aprenden a escuchar y a legitimar cómo se sienten, se dan cuenta de que esa persona que antes tanto les preocupaba ni siquiera les hace sentir bien.
Y en tu entorno, seguro, hay personas con las que te sientes bien y personas con las que no. Personas que sacan lo mejor de ti y personas que sacan lo peor. Y eso lo sabes por cómo te quedas después de estar con alguien.
Que claro que todos tenemos una parte más oscura y todos tenemos días mejores y peores. Pero también es verdad que hay personas que parece que potencian más tu parte oscura. Por eso es importante que te preguntes cómo te sientes después de estar con alguien.
Si esa persona te genera desconfianza, si te deja con mal cuerpo, si te vas pensando que solo queda por interés o cuando se hace lo que ella quiere, si te quedas dándole vueltas a algo que te ha dicho, molesta por algo, con la sensación de que no puedes expresarte o pensando que para qué te habrá hecho ese comentario tan inoportuno…
¿Te pasa eso mismo con otras personas? ¿Hay otros amigos con lo que también te sientes así? ¿O hay personas con las que estás a gusto, con quien puedes ser tú, con las que no tienes que fingir y te sale igual de natural decir que te vas para casa como que te quedas otro rato?
Pues esto, cómo te quedas después de estar con alguien, es importante que te lo escuches. Habrá personas con las que igual te has cargado demasiado y es suficiente con estar un tiempo distanciada. Como cuando te pegas un empacho de magdalenas y después les coges manía para tres meses…
Y habrá otras con las que eso no será suficiente y, si no te sientan bien, necesitarás plantearte si quieres seguir ahí.
2.¿Qué te une a esa persona? ¿Qué tipo de amistad es?
Hay personas a las que nos une una afición, a otras nos une la costumbre de los años que hace que nos conocemos, a otras nos une que pasamos mucho tiempo juntos en el trabajo, a otras unos ratos de risas y de pasarlo bien, a otras el coincidir en un grupo más grande, a otras la inercia de que no tenemos a nadie más, a otras una afinidad, una intimidad y la confianza de saber que es alguien con quien podemos contar… Todas ellas son personas de tu entorno, pero no todas son igual de amigas.
Y ahora me sale hacerte una pregunta, ¿qué crees que diferencia la amistad adulta de la que tenemos cuando somos adolescentes? Te digo lo que pienso yo: por un lado, creo que de adultos esperamos más de una amistad, en el sentido de que tenemos más claro lo que queremos y lo que no queremos. Y, por el otro, no esperamos tanto, en el sentido de que ya no son amistades tan de hacerlo todo juntos como cuando tienes veinte años.
Y, dicho esto, creo que la amistad adulta se podría dividir en tres círculos:
- El de los amigos íntimos e incondicionales, con quienes tienes una sensación de hermandad, a quienes acudes en cuanto te pasa algo malo y también cuando te pasa algo bueno, y con quienes casi puedes pensar en voz alta. Son esas personas que te escuchan, que validan cómo te sientes, que no te ningunean, que te recogen en los peores momentos, que se alegran de verdad en los buenos, que te apoyan, que se ponen en tu lugar, que te abrazan y que siempre están ahí. Y aquí tendría que haber, al menos, una persona, y no mucho más que los dedos de una mano.
- Los amigos de verdad, a quienes les cuentas tus cosas y con los que compartes tu vida, aunque con cada uno lo hagas con una frecuencia y con una profundidad diferente, pero sí les sientes como amigos.
- Los amigos de un rato. De un rato en el gimnasio, de un rato tomando algo, de un rato con las mamás del cole, de un rato en el trabajo… Personas con las que tienes algo en común, pero no llegar a haber una verdadera amistad.
Pues bien, en mi opinión, en la amistad adulta hay una serie de personas que son más incondicionales, que las tienes más seguras y que no suelen ir variando (aunque a veces pueda ocurrir), y después hay otras que van entrando y saliendo.
Entonces, ¿puede alguien ir moviéndose entre esos círculos? Sí, claro que sí. A veces alguien con quien tenías mucha relación, por lo que sea se va perdiendo y ya solo os ponéis al día de año en año. Y con alguien que tenías menos, por lo que sea, te acercas más y esa persona pasa a tu círculo íntimo.
A veces, un amigo de un rato, de repente vivís una dificultad muy parecida, un divorcio, una pérdida o lo que sea, y eso os une un montón.
Sí, claro que las personas pueden moverse entre los círculos, porque en ese momento coincidáis más, porque estéis en situaciones parecidas, porque tengáis un estilo de vida similar, más cosas en común que antes…
Pero, sin duda, el círculo más estable y el más importante es el primero. Ese es el necesario, ese es el tesoro, aunque solo haya una persona en él, y, si no lo tienes, claro que vas a sentir que te faltan amigos.
3.¿Cuánta intimidad hay en esa relación?
Para tener una amistad profunda con alguien no hace falta tiempo, hace falta tiempo de calidad e intimidad.
Quiero decir que tú puedes hablar mucho con alguien, o salir a tomar algo todos los sábados, o irte de vacaciones con esa persona, y no llegar a conocerla nunca.
Y, en cambio, alguien con quien tomas un café de vez en cuando, pero te abres, te muestras y compartes de ti desde el corazón, y el otro hace lo mismo, y sí sientes que conoces a esa persona.
Y esto es suuuper importante: porque no puede establecerse un círculo íntimo (el primero de los tres que te nombré en el punto anterior) si no hay intimidad, si no estás dispuesta a romperte delante del otro, si te callas o le pones maquillajes a lo que cuentas, si te avergüenzas o necesitas aparentar algo ante esa persona…
A veces nos sorprendemos de que nos falle alguien a quien conocíamos de toda la vida, sin darnos cuenta de que en realidad no conocíamos a esa persona, porque, por lo que fuera, no se había generado esa intimidad.
Es decir, para que una relación se consolide hace falta tiempo y hace falta intimidad.
¿Las dos? Sí.
¿Una mas que otra? Sí, porque sin intimidad no haces nada, por más tiempo que pase.
El problema es que a veces, cuando nos hemos abierto y nos han hecho daño, aunque fuera hace mucho, mucho tiempo, las personas nos cerramos y evitamos mostrarnos ante el otro, y ahí no puede darse una intimidad.
La intimidad conlleva riesgo, y si estás en el miedo a dar, en el miedo a desnudarte, en el miedo a que no te den, en el miedo a que te traicionen, en el miedo a que te rechacen…, no puedes generar un vínculo de intimidad.
Por eso tener intimidad con alguien no depende solo de ti, porque el otro también ha de estar dispuesto a abrirse.
4.¿Puedes expresar libremente lo tuyo?
Claro, para que haya intimidad primero tienes que sentirte segura en esa relación. No se trata de que vayas por ahí contándole lo que te duele, lo que te da miedo o lo que te avergüenza a cualquiera.
Es necesario que sientas que puedes mostrarte tal cual eres y que puedes decir lo que te gusta, lo que no te gusta y lo que te molesta, y que el otro no te va a juzgar, ni te va a atacar por ello.
Por ejemplo, recuerdo a una coachee que se sentía molesta por algo que estaba haciendo una amiga y que chocaba mucho con sus valores, pero no se atrevía a decirle nada por miedo a perder la relación.
Entonces, si tú por decir lo tuyo pierdes la relación, ¿qué relación es esa que tienes?
¿Qué relación es esa en la que yo no puedo decir lo que siento y lo que me molesta? Que claro que hay que ver cómo decirlo para no hacer un daño gratuito al otro, pero por supuesto que en cualquier relación profunda yo he de poder expresar libremente lo mío.
De hecho, creo que la única obligación y la única expectativa en una amistad tendría que ser esa: que cada uno exprese lo que le pasa con el otro.
Que haya una especie de pacto de “tú eres libre y yo soy libre, y si algo me duele te lo diré, y espero que tu hagas lo mismo. Y, con respeto, confío en que podremos entendernos”.
¿Cómo va a generarse una confianza donde no puedes expresarte o donde no sientes que el otro se exprese?
Si para mantener esta relación tengo que hacer algo que no me apetece, véase salir por las noches, ¿cómo me voy a quedar bien?
Si para mantener esta relación tengo que ser algo que no soy, véase vacilona, superficial o aventurera, ¿cómo me voy a quedar bien?
Si yo soy la primera que no se respeta, ¿cómo me va a respetar el otro?
Como me decía una coachee, “me doy cuenta de que cuando quiero ser alguien para todos no estoy siendo auténtica, y así no puedo ser especial para nadie, ni siquiera para mí”.
Claro, porque cuando tú te puedes expresar libremente tal y como eres, lo primero es que te sientes mejor contigo, porque te ves coherente y te gustas. Y, lo segundo, es que así es mucho más fácil que te encuentres con personas que también se muestren tal y como son.
5.¿Qué esperas de esa relación?
Hay quien no sabe distinguir lo que puede esperar de cada relación.
Quien espera lo mismo de cualquiera de sus amigos, ya sea de alguien que conoce de antes de ayer, de alguien con quien se toma un café de pascuas a ramos o de alguien más cercano.
Y no, no es lo mismo.
No es lo mismo alguien con quien comparto las mismas ideas políticas o que tenemos hijos de la misma edad, que alguien con quien puedo hablar de todo y tener una conversación de esas que alivia el alma.
No es lo mismo alguien con quien me tomo un vino de vez en cuando, que alguien con quien hablo casi a diario.
No es lo mismo alguien a quien una vez le hice un favor, que alguien con quien siento que he dado y he recibido tanto que se me agranda el corazón solo de pensarlo.
Que no quiero decir que para que una amistad sea del círculo íntimo tengas que hablar con esa persona todos los días, ni tampoco todas las semanas.
Pero tampoco que alguien que siempre te diga que sí a un plan y se apunte a un bombardeo vaya por ello a ser un amigo íntimo en el que puedas confiar.
Puede ser que un amigo íntimo no esté fácilmente disponible, porque no tenga mucho tiempo, por su estilo de vida o por lo que sea, pero que sepas que si le necesitas va a estar ahí.
Y eso, lo que puedes esperar de alguien, a veces solo vas a saberlo cuando lo necesites, pero escuchar cómo te sientes con esa persona y qué valores compartís ya te va a dar muchas pistas.
Por ejemplo, si para mí el cariño y el afecto es un valor fundamental en la amistad, pues será difícil que una amiga fría y poco afectuosa entre en mi círculo íntimo.
O si para mí la generosidad es un valor importante, pues seguramente no espere mucho de una amistad con alguien a quien siento poco generoso.
O si para mí el respeto a los demás es fundamental, pues difícil que me sienta a gusto con alguien que siempre está criticando a otras personas.
Por eso, no de todos los amigos esperaré lo mismo ni todos serán igual de amigos para mí, porque ahora ya no es como cuando teníamos quince años que los amigos nos venían más bien dados por quién era tu compi en el cole o tu vecino del barrio.
Ahora los elegimos, ahora somos responsables de crearlos.
Sabiendo que, para esperar algo de alguien, primero hay que dar.
Y das cuando te interesas, cuando preguntas qué tal, cuando estás disponible, cuando ofreces tu ayuda, cuando escuchas de verdad, cuando pides lo que necesitas, cuando muestras tu vulnerabilidad, cuando das las gracias, cuando dices “te quiero”…
Que a veces estamos tan pendientes de lo que nos dan y de lo que no nos dan, que nos olvidamos de lo que nosotros damos.
Así que una buena reflexión para terminar podría ser esa: ¿cuánto sientes tú que das eso que a veces te gustaría recibir más? ¿Con quién sientes que lo das?
Si te apetece, puedes compartirlo conmigo en los comentarios aquí debajo :-).
Yo me he ido desvinculando de mi círculo de amigos de la adolescencia-juventud, he encontrado personas puntualmente en mi camino, pero me desvinculo rápido. Alguna vez me he sentido “rara” pero después de ver un reportaje franco-alemán en el que testimoniaban varias personas, entendí que no soy la única a la que la gente cansa -cansancio mental- y a la que no le apetece compartir más allá de un “inesperado y encantador encuentro de 10 min.”
No estoy segura de que sea lo ideal pero es así.
Tengo pareja de “toda la vida” y también siento (quizás alguna vez padezca) que en esta relación necesito mucho espacio y que es una relación algo superficial fría. Un lío 🙂
Hola Mar,
En mi opinión sí que necesitamos establecer vínculos profundos, de calidad, de intimidad, en lo que podamos compartirnos… No tiene que ser con muchas personas, pero sí sentir que tenemos a alguien con quien podemos pensar en voz alta, en quien podemos apoyarnos y ser tal cual somos.
Pero eso has de sentirlo tú. Si de corazón y siendo honesta contigo misma estás bien así, pues está perfecto. Y si en algún lugar sientes esa carencia, tal vez puedas hacer un proceso de autoconocimiento para entender mejor qué te está pasando y cómo sanarlo.
Un abrazo,
Vanessa
Me ha encantado el post, Vanessa! Como todos :). Qué bonita reflexión. A veces nos olvidamos de dar… solo exigimos lo que no nos están dando. Y está claro que una relación de amistad debería ser equitativa, para ser sana. Yo a tú clasificación lo llamo los estantes de la librería de tu casa:
– Libros que lees de vez en cuando. Amigos con los que sales a tomar algo sin un grado de intimidad demasiado elevado
– Libros de cabecera, que recurres a ellos una y otra vez, que serían las relaciones de hermandad, las personas en quien confías y que no te fallan.
– Libros de decoración que están ahí pero nunca lees. Los conocidos pero que nunca compartes nada más de ir a una clase de algo con ellos..
Y sí, algunos van fluctuando… es el curso de la vida. Y a veces tienes que recolocar los libros…
Un fuerte abrazo
Hola Pilar,
Qué buena metáfora la de los libros, me ha encantado, muchas gracias por compartirla :-).
Un abrazo,
Vanessa