En el anterior post te conté cómo son las personas que se castigan, se machacan y se culpan por todo continuamente, como si su mente fuera su peor enemiga, siempre recordándoles lo que no han hecho bien o lo que van a hacer mal.
Si al leerlo (si aún no lo has leído, puedes hacerlo pinchando aquí) te diste cuenta de que tú también eres una de esas personas que sufre de autoexigencia y perfeccionismo extremo, hoy voy a contarte algunas cosas que necesitas saber, entender y empezar a aplicar hoy mismo si quieres cambiarlo.
Eso sí, no quieras ponerte con todas a la vez. Elige una, dos o, como mucho, tres para empezar. Y cuando las tengas interiorizadas ya darás otro pasito más :-).
1. La imagen de perfección que tienes no es real. Lo sé porque ninguna lo es. Todas son inalcanzables, así que mientras sigas exigiéndote ser de una forma y castigándote por no ser así, ni te sentirás bien, ni serás feliz, ni vivirás tranquila.
2. Puedes ser muy feliz sin la necesidad de ser perfecta. Sí, aunque no lograras solucionar eso que tanto te preocupa –ser capaz de responder a los demás con asertividad, tener ideas ingeniosas, empezar a poner límites o lo que sea- podrías ser igual de feliz. Porque el problema no está en lo que haces, sino en lo que tú te dices sobre eso que haces. Otra persona con el mismo comportamiento puede ser muy feliz. ¡Porque no se exige tanto!
3. Cambia tus creencias. Hay quien cree que es necesario ser competente en todo. Y demostrar todo el rato sabiduría, inteligencia, perfección, elegancia, el cuerpo perfecto, todo colocado en su sitio, siempre sabiendo qué responder, con gracia y elegancia… ¡Infalibles e intocables veinticuatro horas al día!
No, no es así. ¡Ni falta que hace! Podemos ser imperfectos. De hecho lo somos. Y podemos dejar de vivir dando una apariencia de ser maravillosos y hacerlo todo muy bien siempre, cuando no es necesario y tampoco realista.
Sí, tú también… Reconoce que puedes ser imperfecta, frágil, despistada, vulnerable… Que no pasa nada. Que los demás te van a querer y aceptar igual, o más, cuando te muestres como eres. Lo sé porque hasta ahora nadie me ha dejado de querer por no seguir pretendiendo ser perfecta y tampoco he visto a nadie a quien le dejaran de querer por ello.
Y no, no vales menos por cometer errores o por no ser perfecta. Vales exactamente lo mismo. Eres igual de digna, igual de capaz e igual de merecedora de todo lo bueno que puedas desear.
Así que sí, lo mejor de todo no es que los demás te sigan queriendo, es que tú te quieres mucho más.
4. Date cuenta de que no pasa nada por fallar. ¿Cuál es el problema? Como dice Rafael Santandreu, ¡deberíamos estar hasta orgullosos de nuestros fallos!
El mismo explica que nos exigimos demasiado en las cosas sin importancia y nos olvidamos de las verdaderamente importantes: tratar bien a los demás, darles amor, tratarte bien a ti, darte amor y hacer cosas que te gusten…
La felicidad no es hacerlo todo muy bien, ni que cuanto más hagas mejor, ni que cuanto más guapa estés más feliz serás… Y es tan liberador darse cuenta de que no es necesario ser o hacer todo perfecto. Que si lo haces bien, fenomenal. Y si no lo haces bien, ya lo harás bien para la próxima vez.
¿Qué te vas a estancar si no lo haces todo perfecto? Eso sí que no, lo que estanca es la rigidez de quererlo hacer todo muy bien. Eso sí que te impide vivir plenamente.
5. Castigarte no sirve de nada… Las soluciones aparecen cuando te relajas, eso es lo que te permite avanzar. Si aceptas tus fallos te pones en la disposición de mejorarlos. En cambio, si te castigas, te quedas encarcelada en ellos.
Por ejemplo, una de mis áreas de mejora es la puntualidad. ¿Qué he hecho? Si sé que voy tarde a un sitio, que tengo diez minutos para salir por la puerta y necesitaría veinte, lo que hago es no volver a mirar el reloj y espabilarme a terminar lo que esté haciendo… Y resulta que cuando llego he conseguido reconducir la situación y sólo voy un par de minutos tarde. Es decir, en vez de machacarme por ir tarde, actúo. En cambio antes, en la misma situación, miraba el reloj mil veces y no paraba de repetirme que no llegaba, con lo que me bloqueaba, iba mucho más lenta y, efectivamente, llegaba tarde.
Hazlo tú también. Aprende de lo que te ha pasado, piensa qué podría ayudarte y enfócate en lo que vas a hacer diferente la próxima vez.
6. Acéptate cómo eres. “Suelo ir con el tiempo justo”, “me cuesta decir que no”, “a veces me puede el miedo y no actúo”… Lo que sea, acéptalo. Solo desde la aceptación podrás cambiarlo. El cambio autentico no puede florecer en un campo de resistencia. Solo lo hará en un campo de paz interior y aceptación.
Porque repetirte cosas como “pero qué tonta soy”, “¿por qué salto a la primera de cambio?”, “¿por qué me quedo callada y no digo nada?” y rechazar esa parte de ti lo único que provoca es que se enganche con más fuerza.
7. Perdónate. Solemos pensar mucho en el perdón a los demás y poco en el perdón a nosotros mismos. Pero si entiendo que los demás tienen derecho a fallar y a cometer un error, ¿por qué no lo voy a tener yo? Claro que sí, pude haber gestionado mejor aquel asunto, pude haber tratado mejor a aquella persona, pude haber sido más paciente…, pero lo hice lo mejor que supe.
Quien tiene capacidad de encajar sus errores y de verlos en su justa medida, aprende más, acepta mejor los errores de los demás, tiene más empatía, es más optimista y tiene más probabilidades de alcanzar sus metas.
Así que deja de culparte por lo que podrías haber hecho diferente y aprende de ello. Reconoce que tienes derecho a equivocarte, comprende por qué lo hiciste así y pregúntate si todavía, a día de hoy, puedes hacer algo para sentirte mejor.
8. Pregúntale a tu voz crítica para qué te habla así. Es curioso que en el 99% de los casos la intención de esa voz es buena: que no pases vergüenza, que no te juzguen, que no sufras, que no te caigas… El problema es que confunde las formas, que no acierta en el cómo. Es como un niño patoso que quiere hacerlo bien, pero se equivoca una y otra vez…
Dile que no te ayuda que te trate así y que necesitarías que cambiara su manera de hablarte. Proponle alguna alternativa diferente que, cumpliendo su intención positiva (casi siempre, protegerte de algo), a ti te haga sentir bien.
Ponle límites con firmeza, igual que lo harías con alguien que te trata mal. Con respeto, aceptación y sin luchar contra ella ni querer echarla a la fuerza. No te olvides de que la resistencia no es buena amiga del cambio.
9. Aplica la benevolencia y la compasión contigo misma. Una de las actitudes que nos conecta con lo más auténtico y profundo de nosotros mismos, y que a veces tanto nos cuesta permitirnos, es la compasión. Ser benévolos con nuestros errores y con los de los demás, dejar de sentirnos obligados, pasar del “tengo que” al “elijo” e incluso beneficiarnos de nuestras equivocaciones, porque son las que nos guían hacia el crecimiento personal.
10. Respétate. Si a alguien que ha cometido un error o que tiene miedo de cometerlo no le dirías que es un desastre, tonto o inútil (a no ser que quieras hacerle sentir aún peor), tampoco te lo digas a ti. Te mereces el mismo respeto que les tienes a ellos.
Así que, cada vez que escuches esas críticas y esas exigencias en tu mente, piensa en cómo te hablaría alguien que te quiere y te respeta. Elige a una persona en la que confíes, tenla siempre presente (una foto en el móvil puede ayudarte), y dite a ti misma lo que crees que esa persona te diría.
11. Escucha tu voz crítica atentamente e intenta descubrir a quien pertenece. Por supuesto es una voz que está en tu mente, pero no te confundas, si no te gusta lo que dice es que no eres tú. Tal vez sea alguien de tu entorno más cercano o tal vez alguna figura importante en tu infancia o tal vez la suma de muchas voces diferentes. Averígualo. No para condenarle, ojo. Sino para poder entender de dónde viene…
Y no les culpes. Yo también me pasé media vida culpando a los artífices de mis voces, pero eso solamente enturbia más tus emociones. En vez de eso, te animo a que hagas el esfuerzo de comprender a esas personas y entender cuáles fueron sus circunstancias… Recuerda que casi todos lo hacemos lo mejor que sabemos en cada momento…
12. Mira a tu pasado en busca de lo bueno. Mira atrás en busca de aprendizajes y logros, nunca en busca de aquello que no conseguiste terminar o no fuiste capaz de lograr.
Todos tenemos algo que achacarnos del pasado, pero hacerlo no te ayuda. Si quieres que te sirva, busca un aprendizaje de cada cosa que querrías haber hecho diferente. Siempre lo hay.
13. Cree en ti siempre, incluso cuando algo no te sale como querías. A veces que algo salga bien o mal no depende sólo de nosotros. Porque hay variables y cosas que no puedes controlar. De hecho, querer controlarlo todo te tensa más y te hace cometer más errores.
Cuando te atreves a vivirla, la vida es una maravillosa sucesión de errores y de aciertos. Lo importante es que ni unos ni otros hagan que dejes de creer en ti ni en tu capacidad de hacerlo mejor la próxima vez.
14. Vete poco a poco. Igual un día consigues parar esa voz y al día siguiente vuelve a aparecer. ¡No importa! No te exijas. Aprecia esa vez que lo conseguiste y sigue adelante. Fortaleciendo ese nuevo pensamiento con paciencia, con ilusión, con tranquilidad y disfrutando de cada paso, por pequeño que sea, hacia esa meta.
Valora cualquier mejora y no empieces a pensar que a la gente normal no le pasa eso. No mira, todos tenemos algo en lo que nos gustaría mejorar o algo en lo que podríamos ponernos pegas. Pero solo se puede mejorar desde el amor y la aceptación, no desde la exigencia. Porque cada vez que te exiges aumentas las probabilidades de fallar, disminuyes tu autoestima y se lo pones mucho más fácil a tus saboteadores.
Y de verdad que es posible y que merece la pena, que se disfruta muchísimo más de la vida y de cada día que pasas en ella cuando no eres tan, tan, tan estricto y exigente contigo mismo.
¿Qué me dices? ¿Por cuál de estas claves vas a empezar? Puedes contármelo en los comentarios aquí debajo y estaré encantada de responderte.
Hola, soy alumna de 2º de bachillerato, a punto de enfrentarme a exámenes finales y selectividad. Tengo un nivel de autoexigencia que no es ni normal, ni sano, ni viable (tengo una media de 9´9 para que te hagas una idea, trabajo, estudio idiomas, hago voluntariado, tengo vida social y familiar, y mil cosas más). Pero en todo lo que hago me exijo el 100%. O el 120%.
Te escribo esto para que sepas que me has ayudado mucho, en sólo 5 minutos. Así que mil gracias. La mayoria de la gente se centra en ayudar a las personas que no se exigen lo suficiente, y se valora y agradece, que haya otras como tú, que entiendan que el otro extremo también existimos.
Un beso,
Gracias
Muchas gracias, Lucía, de corazón. Me alegro de que lo que has leído te haya servido. Date permiso para ser más complaciente y comprensiva contigo misma. La vida debería ser mucho más disfrute y menos exigencia.
Un abrazo grande,
Vanessa
Wow esto es genial. Gracias ✨
Me alegro mucho de que te haya gustado, Genesis.
Un abrazo,
Vanessa
Hola Vanesa, muchísimas gracias por su contenido. Sabes, necesito que me ayudes con respecto a personas que no te conocen y te critican.
Hola Yaimara,
Por un lado, cuando alguien te critica pero tú te sientes segura de ti misma en ese aspecto, no compras esa crítica. Puede dolerte, claro que sí, pero no te hace dudar de ti. Así que, en realidad, a la hora de recibir una crítica, es mucho más importante lo que tú piensas de ti que lo que piensan los demás.
Pero fíjate que si es alguien que te conoce se supone que tiene una base para hablar de ti, pero alguien que no te conoce, ¿cómo puede criticarte? Todos lo hemos hecho alguna vez, criticar a alguien a quien no conocemos, pero si te paras a pensarlo no tiene mucho sentido, ni cuando eres tú quien hace la crítica ni cuando eres quien la recibe.
Un abrazo,
Vanessa