¿Cuando fue la última vez que estuviste triste? ¿Y la última que sentiste rabia? Y el miedo, ¿te encuentras con él a menudo? Todos tenemos emociones, pasamos por multitud de estados emocionales diferentes a lo largo del día. Pero, ¿nos damos cuenta? En muchos casos no, porque nadie nos ha explicado cómo se hace. En el cole nos enseñan muchas matemáticas y mucha literatura, pero nadie nos dice cómo se reconocen ni cómo se gestionan las emociones. ¡Gran error! A mi desde luego me habría ayudado mucho más saber de emociones, que las siento todos los días, que de integrales y sonetos.
Una de las principales creencias que agravan la falta de gestión emocional es que a veces creemos que las emociones son malas. Y todo lo contrario, las emociones son una de las cosas más maravillosas que tiene el ser humano. Todas, las guapas y las feas. La alegría, el miedo, la tristeza, el enfado, la vergüenza y todas las demás aparecen para avisarnos de que tenemos que prestar atención a algo, de que algo está pasando. Son como nuestra alarma de incendios. Y si no las escuchas te quemas, porque en lo que se refiere a emociones todos somos inflamables. Por eso es tan importante aprender a gestionarlas. Empezando por identificar cuando hay algún patrón desadaptativo. Es decir, cuando estamos haciendo algo que no nos sirve. Suelen ser aprendidos, ya que en vez de enseñarnos a gestionarlas nos enseñan a ignorarlas (te dejo un vídeo de Redes sobre el buen aprendizaje social y emocional). Por ejemplo, ¿qué pasa cuando a un niño pequeño le felicitan por no haber llorado? Seguramente entienda que eso no está bien, que llorar es de niños malos, o cobardes, o débiles. Y ala, a tragárselo todo de por vida. Hasta que se ahoga. ¿Te suena?
Estos son los patrones desadaptativos más habituales cuando hablamos de emociones:
·Ni las veo ni las escucho: son esas personas que parece que ni sienten ni padecen, que están siempre igual, ni más tristes ni más alegres. No es que no sientan, seguro que sienten como tú y como yo, pero, o bien no saben reconocerlo, o les da miedo o han aprendido que tienen que controlar sus emociones. Por ejemplo, alguien que aprendió que enfadarse es algo censurable, que uno no puede mostrar enfado, de adulto se lo guardará dentro porque ni siquiera sabe expresarlo. Precisamente el enfado y la ira son las emociones que peor hemos aprendido a gestionar. Muchas personas no saben identificar cuando sienten ira o están enfadadas, por lo que tampoco son capaces de responder ni de poner límites a los demás.
También recuerdo haber escuchado el caso de una persona que de pequeña, para no escuchar los gritos de sus padres, se ponía a cantar. ¿Y qué pasó después? Que aprendió que a las a las cosas tristes o desagradables se respondía con alegría. Para no enfrentarse a la realidad tapaba su verdadera emoción, la tristeza, con otra aparentemente más agradable, la alegría. Y digo aparentemente porque gestionar tus emociones no es taparle la boca a tu tristeza, sino reconocerla, aceptarla y saber para qué está ahí, qué te está diciendo.
La principal consecuencia de esconder tus emociones, en vez de gestionarlas, es que terminan saliendo por otro lado, ya sea en forma de una enfermedad (muchas veces en la piel o en el estómago), una depresión o una insatisfacción permanente ante todo. Y es que a veces creemos que el cuerpo y las emociones van cada uno por su lado, pero no. Están íntimamente unidos. Forman un triángulo inseparable con tus pensamientos: tu cuerpo se alimenta de lo que piensas y de lo que sientes.
·Emoción que veo, emoción que me quedo: lo mismo que nos pasa a muchos con los acentos, que nos tiramos dos días en Sevilla y ya parecemos de Triana de toda la vida. Pues eso les pasa a algunas personas con los estados de ánimo. Si tú estás triste, yo también. Si tú estas contento, yo contento. Y mis emociones, ¿dónde las dejo?
·El enganche: sí, lo mismo que te enganchas a una droga te enganchas a una emoción. El cerebro se acostumbra a las sustancias químicas que produce un determinado estado de ánimo (al que se suman determinados pensamientos repetitivos que lo retroalimentan) e inconscientemente no quiere salir de él. Suele suceder especialmente con la tristeza y con el enfado. Nos acostumbramos a estar tristes o a estar enfadados, estamos cómodos, es nuestra zona de confort y no queremos salir de ahí. Por ejemplo, la persona que siempre está triste y melancólica, repitiéndose una y otra vez lo desgraciada que es y que todo va a salir mal, o la que se pasa el día enfurruñada y enfadada con el mundo (si te interesa esto del enganche emocional te recomiendo que veas este vídeo, que pertenece a la película Y tú qué sabes).
·Chantajismo emocional: es lo que se denominan emociones instrumentales, que son las que, consciente o incoscientemente, utilizamos para conseguir algo. Por ejemplo, la persona victimista que se aprovecha de su tristeza para obtener algo a cambio, ya sea atención, cuidados u otra cosa. Incluso es posible que esa persona no quiera salir de su estado emocional porque tendría que renunciar a los beneficios secundarios que le está aportando.
Como puedes ver, el aprendizaje tiene muchísimo que ver en nuestra gestión emocional. Muchos aprendemos a estar alegres y contentos porque nos han dicho que hay que estar así, que no tengas miedo, que no te enfades, que no hay motivo, que no tienes derecho, que total para qué. Lo asumes porque crees que es la forma de que otros te acepten (¿Por qué tengo que ser yo como digan los demás?). Y después, cuando te sientes asustado o rabioso, no te permites expresarlo o no sabes cómo hacerlo.
Pero no todo es echar balones fuera, ni mucho menos. Lo que aprendiste se puede desaprender, solo hace falta ser consciente de ello. Porque el único y primer responsable de tus emociones eres tú, lo mismo que la única y primera de las mías soy yo. Puede pasarme lo que sea, pero yo soy la responsable de cómo me siento ante ello. Yo elijo cómo sentirme. Eso, que hace un par de años me costaba horrores entender, ahora lo veo claro como el agua. Por ejemplo, ante determinadas personas yo antes elegía sentir rabia, enfado o impotencia. Ahora, habiendo aprendido a gestionar eso, elijo sentirme tranquila y segura, lo que me permite relacionarme con esas personas desde una posición completamente diferente y mucho más satisfactoria para mi.
No somos responsables de nuestras emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas
(Jorge Bucay)
¿Entiendes porqué es tan importante reconocer tus emociones y saber qué es lo que te están queriendo decir? Por eso me sorprendo cuando, tanto en mi trabajo como en mi vida en general, me encuentro con personas que jamás se han parado a preguntarse cómo se sienten. Que están muertas ante la vida sus emociones, como si eso no fuera con ellas, como si pudieran mantenerse al margen. Supongo que piensan que sentir es algo malo o peligroso, que hay que evitarlo, por lo que pueda pasar, por lo que puedan sufrir. ¿Cómo voy yo a estar triste? ¿Enfadarme? ¡No me está permitido! ¿Miedo? ¿Tú estás loca? ¿Cómo voy a sentir miedo yo? Y así es como vivimos la vida de puntillas, sin mojarnos, como si el objetivo fuera terminar el viaje con la ropa seca. ¡Nooo! Tus emociones están ahí para ponerte delante de los ojos algo que en ese momento es importante que veas. Que no las reconozcas no las hace desaparecer, sino todo lo contrario. Se acumulan y se solidifican como rocas. Y eso es lo que se ve desde fuera, una roca, con aspecto de persona, llena de material en combustión. No, con las emociones no sirve eso de que el tiempo todo lo cura. Al revés, con el tiempo se vuelve mucho más complicado. Las tienes que curar tú. Las tienes que gestionar tú. Y te aseguro que eso no te hará sufrir, sino que te hará muchísimo más feliz. Porque las emociones no son positivas o negativas, lo positivo o lo negativo es lo que haces con ellas.
Es decir, aprender a reconocer y aceptar tus emociones para poder gestionarlas de forma adecuada es la clave de la inteligencia emocional, eso que hace veinte años popularizó Daniel Goleman y que ya se reconoce como algo mucho más importante que el coeficiente intelectual clásico.
Recuerda, si no te permites sentir, vivirás una vida sin sentido.
¿Qué me dices? ¿Cómo te sientes ahora mismo? En una sola palabra, dos o tres… ¿Te atreves a contármelo en los comentarios? Empiezo yo: ¡ilusionada y eufórica! Te toca 🙂
Hasta aquí por hoy. En el post de la próxima semana te contaré lo que tienes que saber para aprender a gestionar tus emociones y te daré claves prácticas que podrás poner en marcha en tu día a día. No olvides suscribirte aquí debajo para recibirlo directamente en tu email junto con la estrategias e información exclusiva que sólo envío a mis suscriptores.
Me ha encantado el blog de esta semana,me ha parecido muy interesante y cierto todo lo que dices…
Esperando el blog de la próxima semana.
Saludos.
¡Muchas gracias, Mayte! Me encanta que te encante, y sobre todo que te haya servido para darte cuenta de cómo sientes. La próxima semana seguimos 🙂
Un abrazo
Tranquila y contenta 😉
Gracias Vanessa, no hay nada como conocerse y con tu blog en muy poquito nos recuerdas muchas cosas.
Un abrazo
Tranquila y contenta. Qué bien suena, Ana. Enhorabuena. ¡Y muchas gracias por compartirlo!
Un abrazo
Enérgica y convulsa, emociones muy necesarias para subir a un avión en breve (con todo lo que me espera al aterrizar).
¡Mil gracias, María! Estoy segura de que canalizarás muy bien esas emociones para volver con un magnífico reportaje. 😉 ¡Un besazo!
Con angustia y con ganas de amarme más!
Gracias por todo.
Es un muy buen comienzo, Camila. La angustia es una mensajera que viene a decirte algo. Y amarte más es cuestión de ponerse a trabajar en ello :-).
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.
Vanessa
Fácil de entender pero complicado de llevarlo a la práctica, no sabria por dónde empezar…un saludo Vanessa !!
Hola Carmen,
Es más fácil entenderlo que llevarlo a la práctica, pero esto también se puede conseguir. Pasito a pasito y con mucha aceptación y mucho amor a ti misma :-). Te animo a que te pongas pequeños retos diarios que te vayan acercando a ello.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Besos y sonrisas ?
Creo que lo que se dice en este artículo está en contradicción con otros que le leído en esta misma web.
Un ejemplo: supongamos que mañana es mi cumpleaños y que me gustaría que una persona especial me felicitase. Tengo estas opciones:
a) Pienso que no me va a felicitar porque se le olvida. Entonces estoy siendo negativo, victimista, prisionero de mis creencias, etc.
b) Pienso que sí me va a felicitar. Entonces estoy creando expectativas sin motivo, le hago responsable de mi felicidad, le obligo a actuar como lo haría yo, quiero que sea como me gustaría a mí, etc.
c) No pienso absolutamente nada, no me hago ilusiones ni desilusiones, me da igual lo que haga, si me felicita está bien y si no también. Entoces soy un tipo que no siento ni padezco, un robot insensible y sin emociones, etc.
¿Qué debo hacer, entonces? ¿Qué opción debo elegir? Cualquiera que sea, estará en contradicción con las otras.
Jean,
En mi opinión, esperar a que las cosas sucedan. Cuando pase lo que sea, te felicite o no, ya puedes decidir qué hacer. Las situaciones se resuelven cuando ya han tenido lugar. No podemos vivir la vida por adelantado, porque todavía no ha sucedido.
Y si no te felicita puedes entender que eso no tiene nada que ver con lo que te quiere, que todos nos despistamos y cometemos errores, y que hay muchas personas que prestan poca atención a las fechas. Y después expresarle, si lo necesitas y de una forma asertiva, cómo te has sentido.
Un abrazo,
Vanessa