Pongamos por ejemplo a alguien que ha tenido tres relaciones a distancia y ninguna ha funcionado. ¿Qué conclusión habrá sacado esta persona de las relaciones a distancia? Pues seguramente que no funcionan, con lo que es fácil que se cierre a este tipo de relaciones. O no… porque puede que en otro lugar otra persona con la misma experiencia previa no haya asumido esa creencia y siga pensando que una relación a distancia puede salir fenomenal. La diferencia entre estas dos personas no está en lo que han vivido, sino en el aprendizaje que han sacado de ello, que en el caso de la primera persona se ha establecido como una creencia.
Las creencias son aquellas ideas que hemos interiorizado en base a nuestras propias experiencias o a las de otros, a algo que hemos escuchado infinitas veces desde que éramos pequeños, por ejemplo el tópico de que “los niños no lloran” o que “las niñas son las que ayudan en la cocina”, sin ni siquiera plantearnos de dónde vienen ni si son ciertas.
El problema con las creencias es que algunas pueden estar limitándonos y restándonos posibilidades sin que nos demos cuenta. Ejemplos de creencias que nos limiten pueden ser: “a partir de los 40 no se puede cambiar de profesión”, “tengo que acertar a la primera, si no habré fracasado” o “tengo que recibir la aprobación de los que me rodean en todo lo que haga”. Las tres, como muchas otras, nos limitan porque nos llevan a actuar en base a esas creencias. Es como pretender cruzar a nado un lago con una camisa de fuerza puesta.
Y tú, ¿te has preguntado alguna vez cuáles de tus creencias te limitan? Ese es el primer paso, saber cuáles son. Y después no se trata de dejar de creer, sino de cambiarlas por otras que nos motiven, nos potencien y nos empujen a la acción, como “soy perfectamente capaz de conseguir eso que deseo”, “me merezco todo lo bueno que me suceda” o “mi actitud depende única y exclusivamente de mi”.
Prueba a pillar tus creencias y a hacerles la prueba del algodón. Cada vez que te escuches diciendo que algo es así o asá, o que si haces esto pasará aquello, pregúntate: ¿Quién dice eso?, ¿qué pruebas tengo yo?, ¿de qué otra manera podría ser?, ¿y si fuera de esa otra manera?”, ¿y si pudiera ser de mil maneras distintas?, ¿cómo hace que me comporte esta creencia?, ¿cómo me comportaría si no la tuviera?
Llenarás tu vida de infinitas posibilidades 😉