Esa es la gran pregunta, la que todos hacemos y nos hacemos. ¿Quién ha ganado?
Cada vez que hay elecciones pasa lo mismo. Cada vez que hay una manifestación, lo mismo. Y si hay huelga, igual. He ganado yo. No, he ganado yo. Todo es ganar, ganar y ganar. Eso es lo único que importa.
¿Y si pudiéramos ganar todos? ¿Y si no tuviera que haber un ganador y un perdedor, sino muchos ganadores? No digo en los partidos de fútbol o en una carrera, ahí entiendo que sería una utopía. Pero sí en la vida. Sí en las relaciones. Sí en los conflictos. Sí en las discusiones. Sí cuando yo veo una cosa de una forma y tú de otra. O cuando a mí me gustaría hacer las cosas a mi manera y a ti a la tuya. O cuando tú dices que yo dije esto y yo digo que tú dijiste aquello.
Desde pequeños nos enseñan que siempre tiene que haber un ganador y un perdedor. Y, por supuesto, te dicen que tú tienes que ser el ganador. ¡Más te vale! Incluso la palabra juego, que tanto escuchamos de niños y que debería ser algo lúdico y divertido, lleva implícito un “tengo que ganar” o un “no puedo perder”…
Y así es como aprendes que durante el resto de tu vida tienes que llevar la etiqueta de ganador, aunque sea a costa de otros. Que tienes que tener la razón, que tienes que ser el que llegue más lejos y el que se lleve el gato al agua.
Tú o yo. No hay más opciones.
Conozco a personas que compiten con todos, que viven para quedar por encima y para ser los mejores, estén donde estén… A personas que se empeñan en golpear más fuerte si creen que alguien les ha hecho daño o les ha faltado al respecto… A padres que les dicen a sus niños “mira hijo, tú el primero, tú tienes que ser el mejor, lo importante es ganar”.
Y así es como luego nos convertimos en adultos que vivimos en una especie de insatisfacción continua, como siempre queriendo ser mejores, siempre con la sensación de que no llegas, de que no lo consigues, de que te exiges más y más y más y nunca es suficiente. Adultos que empeñan su felicidad por un trofeo y terminan creyéndose que el mejor es el que lo gana. Y no, el mejor no es el que lo gana, ni el que gana más, ni el que consigue algo antes…
Y la vida ya no es competir para que sobreviva el más fuerte. La vida es vivir en coherencia y darse cuenta de que todos estamos conectados, de que lo que te hago a ti me lo hago a mí y de que esto no es competición, sino cooperación. Y el que gana es el que más coopera con los demás, para que todos ganen y nadie pierda.
Tú y yo. Todos juntos.
El hábito de querer ganar hace que otro tenga que perder para que tú ganes. Significa ganar a costa de alguien, y la felicidad no es eso. Como cuando vas a hablar con alguien pensando en lo que tienes que decir para ganar tú. ¿Te ha pasado eso alguna vez? A mí también ;-).
Nos creemos que vivimos una batalla con los demás y resulta que la única batalla es con nosotros mismos. Y la paz interior, el bienestar y la felicidad requieren darte cuenta de que no es necesario que alguien pierda para que tú ganes. De hecho, ganas mucho más cuando compartes ese éxito con los demás. Cuando la generosidad hace que busques el mayor beneficio posible para todos. Cuando te mueves por el ganar-ganar.
Y lo curioso es que cuando estás bien contigo, cuando te sientes bien con quién eres y con cómo eres y dejas de anhelar ser como otros, también dejas de tener la sensación de que la vida es una competición. De que tú o él. De que sólo puede ganar uno. Y empiezas a querer que ganen todos y que nadie pierda.
La Inteligencia Emocional dice que la falta de autoestima se tapa con ego y que es el ego quien tiene la necesidad de ganar. Por eso, para que él se haga más pequeño, tú te tienes que hacer más grande. Tienes que dejar de compararte con los demás y centrarte sólo en la persona que quieres ser y en cómo convertirte en ella. Y no pasa nada porque no seas tan guapa, tan listo, tan buena profesional o tan perfecto como esa otra.
Lo que importa es que seas quien quieras ser.
Ese es el mejor premio que la vida te puede dar.
Ese es el único trofeo que nadie te podrá quitar.
Y entonces, por fin, habrás ganado la batalla.
¿Qué opinas? ¿Crees que se puede ganar-ganar? Me encantará que me lo cuentes en los comentarios.
Ganar, ganar, que?? al final lo mejor es dar sin esperar, y así ganas. Recibes un post como este y reflexionas y te han dado un minuto de felicidad, ¿lo esperabas al abrir el correo?? no, y ganas claro que si, pero no a costa de nadie, si no a costa de pensar y sentir en ti y por ti, y ser para ti; si eso lo tuvieramos claro siempre, ciertamente seriamos mejores personas y haríamos mejor nuestro mundo y el de los demas. Mil gracias.
Gracias a ti, Elena. Por tu autenticidad y tus palabras tan sinceras. Se nota que te nacen de muy adentro y me han encantado.
Un fuerte abrazo
Felicidades Vanessa por tu post. Muy enriquecedor.
Muchas gracias.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, Jesús. Me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo,
Vanessa
Mónica dice :
Interesante post; creo que lo mas sano es no entrar en el juego de querer ganar, es un gasto de energía y pérdida de tiempo, se es mas feliz dejando que cada uno tenga sus opiniones sobre lo que sea y respetarlas, nadie te resta nada de lo que eres y, a veces, te ayuda a conocerte a ti misma, en resumidas cuentas te hace uno favor. Gracias por el trabajo que realizas. Un abrazo Mónica
Totalmente de acuerdo con lo que dices, Mónica. Es un gasto de energía y de tiempo. Pero sobre todo nos hace muy infelices querer tener siempre la razón. No pasa nada porque otro opine diferente, eso no te quita valor a ti.
Gracias por tu valioso comentario.
Un abrazo,
Vanessa
Esta mañana tus palabras me llevaron a otro espacio, aquel donde vas a ti y recuerdas que aquella felicidad de simple, sólo hacer desde ti sin medirnos a los ojos de los otros, sin estar al pendiente de su aprobación o rechazo y en esta misma línea estar al pendiente de él.
Gracias!
Qué lindas tus palabras, Carolina. Muchísimas gracias :-).
Un abrazo fuerte