Es curioso como, quien está siempre comparándose con los demás, cree que nadie más lo hace, que es la única, que eso de vivir pendiente de lo que hacen los demás y minusvalorándose en comparación con ellos no le ocurre a nadie más.
Ojalá de vez en cuando pudiéramos leer lo que pasa por la mente de los otros, para darnos cuenta de que no somos las únicas.
De que el de al lado también, a veces, se siente inferior, se machaca y se ve desde la carencia.
De que cada uno carga con sus mochilas, sus miedos y sus neurosis, y ésta de vivir comparándote con los demás es una de los más frecuentes.
Porque yo no hago tantas cosas como ella, ni las hago tan bien, ni me las reconocen tanto…
Porque yo no gusto tanto como ella, ni se divierten tanto conmigo, ni soy tan interesante como ella…
Porque a mí no me quieren tanto, ni me necesitan tanto, ni acuden tanto a mí, ni les parezco tan especial…
Y así es como aprendes a observar la realidad mirándote, mirando a los demás y estableciendo una comparación en la que, por supuesto, casi siempre sales perdiendo.
Bien lo sé yo, que uno de mis principales patrones, mecanismos neuróticos, o como quieras llamarlo, es esa sensación de estar siempre por debajo de los demás y de que yo nunca podría llegar a ser/tener/hacer como ellos.
Así me tiré media vida, y todavía alguna vez, sobre todo en situaciones en las que me siento muy expuesta a la crítica de un grupo ajeno a mi círculo de confianza, aparece mi bruja interior para compararme con los demás y llevarme a mis infiernos.
Midiendo lo que ellos son, midiendo lo que yo soy, haciendo la resta, y dejándome siempre por debajo, en situación de pérdida.
Y todo esto con unas gafas que ni son objetivas ni ven al otro como es ni me ven a mí como soy… Unas gafas empañadas de miedos y de una profunda sensación de no ser suficiente.
Y, en esos momentos, solo hay una cosa que me funciona. Solo una, la misma que cada día trabajo con mis coachees, la misma que le sirve a la mujer de este cuento:
LA JOVEN Y EL VASO DE AGUA
Una joven de una tribu se dirigió a la anciana y le dijo:
– No participaré más en el grupo.
La anciana respondió:
– Pero, ¿por qué?
La joven respondió:
– Veo a mi hermana que habla mal de otra; un grupito que vive hablando y no apoya, personas que durante la danza pareciera que tratan de lucirse en lugar de mirar el árbol y tantas otras cosas malas que veo…
La anciana le respondió :
– Muy bien, pero antes de irte, quiero que me hagas un favor: toma un vaso lleno de agua y da tres vueltas por el círculo sin derramar una gota de agua en el suelo. Después de eso, puedes salir del grupo.
Y la joven pensó: ¡Muy fácil!
Y dio las tres vueltas como le pidió la anciana.
Cuando terminó dijo:
– Hecho!
Y la anciana le preguntó:
– Cuando estabas dando vueltas, ¿viste a alguna hermana hablar mal de otra?
La respuesta fue: No.
¿Viste a las danzantes quejarse entre sí?
– No.
¿Viste a alguien que no estuviera apoyando?
– No.
– ¿Sabes por qué? Le preguntó. – Estabas concentrada en el vaso para no tirar el agua.
Lo mismo es en nuestro grupo y en la vida. Cuando nuestro enfoque sean nuestros pasos, nuestro rezo y nuestra evolución, no tendremos tiempo de ver los errores de las demás.
Quien sale de un círculo por causa de otra persona, nunca entró a danzar, a sanar, a rezar, a orar por la humanidad.
Quien se fija en las demás, nunca entró con el fin de honrar a sus ancestras, nunca entró para su propia evolución, de encontrar en la danza su verdadero espíritu, de servir a la comunidad.
Libérate del prejuicio, de la opinión de las demás, de fijarte en las demás.
Eso es lo único que sirve cuando aparece la comparación y el sentimiento de inferioridad: VOLVER A TI.
Volver a mí. Volver a mí. Volver a mí.
Salir del otro, y volver a mí.
Pero para poder volver a mí tengo que saberme y sentirme valiosa, porque, si no, no seré capaz de hacerlo. ¿Quién quiere volver a un lugar oscuro y sin ningún valor?
Pues eso, que si no te sientes valiosa, si te rechazas y no te quieres como eres, no podrás salir del otro y volver a ti, porque el principal problema es que no quieres estar contigo.
Por eso, si alguna vez me vuelve este patrón de compararme, ahora sí soy capaz de pararlo y volver a mí. Porque ahora ese lugar al que vuelvo me gusta (cosa que no me pasaba hace años).
Así que, en resumen, no importa tanto que en algún momento te compares como que sepas gestionarlo, abrazar ese dolor y volver a ti.
Volver a ti, valorar lo que eres y pulir lo que te está impidiendo ser tú misma, en tu plenitud.
Esa es la clave, ahí es donde ocurre la magia.
Por eso, si sientes que no eres capaz de hacerlo sola, si llevas mucho tiempo sintiéndote así, viéndote a través de los ojos de los demás, juzgándote y escondiendo para ti ese sentimiento de inferioridad y de no ser suficiente, estaré encantada de acompañarte a ti también para que aprendas a volver a ti.
Para que te valores y te gustes tanto que cada vez te vayas menos a tus infiernos y seas capaz de volver antes a ti.
Si quieres, si estás dispuesta, puedes rellenar este formulario para que hablemos. Me encantará ayudarte a reconciliarte contigo misma :-).
Hola Vanessa! Me gustan muchos tus posts. El cuento de la Joven y el Vaso del Agua, ¿de dónde la sacaste? Muchas gracias!
Hola Cynthia,
Me alegro de que te gusten. Este cuento lo tenía guardado de hace mucho tiempo, y no he encontrado el autor, por eso no lo firmé. Siento no poder darte más información al respecto.
Un abrazo,
Vanessa
Gracias Vanessa! Después de leerte me ha brotado un suspiro, haciéndome sentir y abrir el pecho.
Sanísimo tu post.
Tus palabras ayudan para andar con más conciencia, lucidez y ligereza el camino.
Hola Esther,
Qué bien has llevado al cuerpo lo que has leído, me alegro mucho de que te haya hecho ese efecto. Mil gracias por compartirlo.
Un abrazo,
Vanessa
Querida, Vanessa.
Este post me ha encantado (aunque sigo activamente todo lo que publicas y te felicito, nos ayudas a muchos), porque ha llegado justo en un momento en el que me estoy trabajando el cómo me siento en el grupo de mi entorno laboral. Lo que describes es básicamente lo que yo siento y leer esta historia de la joven y el vaso de agua me ha iluminado de algún modo. Tal como se narra y tú comentas, volver a uno mismo es la clave para poder estar en el entorno aportando tu granito especial, independientemente de lo que otros hagan. Lo importante es lo que haces desde el corazón, respetando tus valores y esencia, y no poner el foco en lo que vemos que hacen otros y sentirnos de menos. Aunque siempre es una oportunidad para analizar nuestros miedos, lo cierto es que cuando llevas ya un recorrido y los reconoces, cuando ya aprendes a valorar tu luz poco a poco, reconducir la atención hacia lo que tú eres es maravilloso y profundamente sanador.
Por ello, ánimo a todos a que se miren, se trabajen, se sanen. Porque, aunque es un camino que a veces pasa por momentos complicados, la recompensa es siempre mayor. El miedo grita mucho pero luego es tan solo eso: humo. Cuando traspasas su cortina no puedes menos que maravillarte con los resultados. Es fundamental aplicar tiempo y recursos en aprender a amarse pues, como comentas, poder volver a uno mismo porque es un lugar cada vez más limpio, ordenado y en paz, es gloria bendita.
Yo, desde que pueda, quiero trabajar con alguno de tus cursos porque me llegas, coincido mucho con lo que escribes. Y verme a mí misma es el mayor regalo que me puedo hacer a mí, a los demás, al mundo. Porque, cuando te amas, puedes amar a todo lo demás.
¡Gracias por compartir, Vanessa!
Hola Raquel,
Me ha encantado lo que dices. Me alegro mucho de que el post te haya iluminado y te haya devuelto a tu centro, a ti, a valorar lo que tú eres y haces desde el corazón. Gloria bendita, sí, porque el dolor de mirar hacia dentro es mucho más gratificante que el sufrimiento de no hacerlo.
Encantada de que hagas alguno de mis cursos, ya me contarás cuando te apuntes :-).
Un abrazo grande,
Vanessa