Antes, cuando alguien no hacía lo que yo esperaba, me sentaba fatal y me enfadaba.
La mayoría de las veces me enfadaba por dentro, intentando que no se notara.
Pero, de vez en cuando, también explotaba y decía algo de lo que después me arrepentía.
Recuerdo que le daba muchas vueltas a la cabeza pensando si el problema era que los demás no me tenían en cuenta o que yo esperaba demasiado de ellos.
Pero nunca supe cuál era la respuesta.
Lo único que veía claro es que lo que hacían los demás me removía muchísimo y que dependía demasiado de cómo me trataran para sentirme bien.
Ahora, mirando atrás, me doy cuenta de que el problema era que unas veces era demasiado exigente con los demás y otras que no me valoraba a mí misma ante ellos.
(O las dos cosas a la vez, porque suelen estar bastante unidas).
Por eso, cuando empecé a valorarme y a tener una buena relación conmigo misma, fue como si de repente tuviera más claridad y pudiera darme cuenta de lo que en realidad estaba pasando en cada caso.
Y, así, dejé de sentirme mal en este tipo de situaciones y pude diferenciar qué personas encajaban mejor conmigo y cuáles tenía que recolocar en un lugar diferente al que en un principio les había dado.
Pues bien, esto de no saber distinguir si es que eres demasiado exigente o es que no te valoras en tus relaciones, es algo que sale mucho en las sesiones con mis coachees (si tú también tienes este problema y quieres resolverlo, cuéntamelo aquí).
Hay quien cree que siempre piensa primero en los demás, pero en realidad está siendo muy exigente con ellos…
Y hay quien tiene miedo a pasarse de exigente, pero en realidad no se está haciendo valer…
Por eso, para que puedas ver cuál es tu caso, te voy a dar cuatro claves:
1.¿Sabes escuchar cómo te sientes en cada una de tus relaciones?
Pocas mujeres saben hacer esto de verdad (eso sí, lo de “escuchar a los demás” lo bordan).
Claro, cuando te relacionas desde tus heridas no eres capaz de escuchar tus verdaderos sentimientos y de distinguir si es que estás siendo demasiado rígida y confundiendo un capricho con una necesidad, o si es que te adaptas demasiado a los demás y por eso no consigues sentirte bien.
Por ejemplo, si tienes una amiga que sientes que no te hace caso, que pasan semanas y no sabes nada de ella, que nunca te dice de veros… Y si por ti fuera la verías más, pero no le dices nada, en parte por orgullo y en parte por no saber cómo decirlo.
Vale, ¿cómo sabes si te estás adaptando cuando no le dices nada o si es que te pasas de exigente cuando esperas que ella te escriba más y te mosqueas si no lo hace?
Pues la clave es que, cuando tú estás contigo de verdad y sabes escucharte, ves con claridad lo que está pasando.
Ya no necesitas que tu amiga tenga las mismas ganas de verte que tienes tú, ni te quedas resentida porque no actúe como a ti te gustaría.
Y, a la vez, eres capaz de observar la relación que tienes con cada persona, sin juzgarla, pero sabiendo escuchar si te sientes a gusto o no en ella.
Y esto pasa porque tú has aprendido a verte y a estar de tu parte.
2.¿Crees que lo que hace esa persona tiene algo que ver contigo?
Siguiendo con el ejemplo de la amiga, cuando alguien no actúa como te gustaría, ¿en el fondo crees que el problema eres tú?
Por ejemplo, que se aburre contigo, que tiene planes más interesantes, que no eres suficiente para que quiera pasar tiempo contigo, que si no te escribe es que te está rechazando, que a ti no te tiene en cuenta…
Este tipo de cosas son lo que piensa alguien que se toma lo que hacen los demás como algo personal.
Y sí, puede haber veces en que la forma de actuar del otro tenga algo que ver contigo, pero la mayoría de las veces no será así.
Lo del otro es suyo y habla de él, no de ti.
De que va más a su aire y no necesita tanto contacto como necesitas tú. De que tiene mucha vida social. De que es dejada y se despista a la hora de cuidar las relaciones. De que no está tan pendiente de que los demás “la quieran” como lo estás tú. De lo que sea.
Así que si un día le propones quedar, te dice que no puede y no te propone otro día, pues puede ser que no le apetezca o puede ser que ande liada.
El problema es que si crees que todo lo que ella hace tiene que ver contigo, terminarás volviéndote exigente o haciéndote pequeña.
Exigente en el sentido de no saber ser flexible, de ponerte a la defensiva, de pensar que lo hace con mala intención o que no puedes confiar en ella, de quedarte resentida y distanciarte…
Y hacerte pequeña en el sentido de callarte y no decir lo que te pasa, de ceder demasiado, de adaptarte, de no hacerte valer, de no respetar tus límites…
En cambio, cuando tú estás bien contigo, ya no interpretas lo que hacen los demás como algo personal y ya no te quedas resentida, ni te sobreesfuerzas para que te vean (pero, ojo, tampoco ignoras que el comportamiento de alguien te está doliendo).
Y entonces te sale natural y fácil eso de cuidar de tus relaciones y valorar a las personas como son (no como te gustaría que fueran), a la vez que cuidas de ti y te valoras como eres.
3.¿Cuidas de ti o esperas que lo hagan los demás?
Cuando esperas que los demás cuiden de ti, te enfadas si no adivinan lo que necesitas, si no están disponibles para ti o si no cumplen con tus expectativas.
Es como si les dieras a tu niña interior y les dijeras: “toma, cuídala tú, que es tu deber”.
Total, que dependes de los demás para sentirte bien, porque tú no sabes sostenerte a ti misma.
En cambio, cuando tú cuidas de ti, ya no le echas la culpa al otro de lo que te pasa, sino que te haces cargo de tu malestar, a la vez que puedes pedir lo que necesitas y expresar lo que te molesta.
Por ejemplo, si estás mal, ya no esperas que sea el otro el que se adelante a tus necesidades y venga a preguntarte cómo estás, sino que eres capaz de decirle que estás mal y que necesitas hablar. Y, si lo pides y esa persona sigue sin estar para ti, sabes hacerte valer sin reproches y sin buscar culpables.
Y, entonces, precisamente porque tú estás bien contigo y sabes cuidarte, lo que hacen los demás ya no te remueve ni te desestabiliza, y ellos te ven mucho más segura de ti misma.
4.¿Es una falta de respeto? ¿O son tus expectativas?
Ya te he contado que cuando nos relacionamos desde nuestras heridas confundimos una falta de respeto con unas expectativas demasiado altas.
Por ejemplo, recuerdo a una coachee que se sentía poco respetada porque una amiga estaba pasando por un momento difícil y su manera de gestionarlo había sido alejarse.
¿Era una falta de respeto? No, era la forma que tenía su amiga de gestionar su malestar.
Claro, que tú corras a refugiarte en alguien cuando estás mal, no quiere decir que otra persona también lo vaya a hacer así.
Pero, de nuevo, si no tienes una buena relación contigo misma y te vinculas desde tus heridas y tu necesidad de que te quieran, no puedes ver al otro ni distinguir una falta de respeto de lo que no lo es.
Y así es como cada vez te sentirás más perdida y tendrás más problemas en tus relaciones, porque no estás sabiendo cuidarlas ni cuidarte a ti en ellas…
Por eso, para que aprendas a hacerte valer y, con ello, te sientas valorada por los demás sin necesidad de exigirles nada, lo que necesitas es tener una buena relación contigo misma.
Y, si estás leyendo esto, es porque ya no estás dispuesta a seguir cargándote tus relaciones y sufriendo por ello.
Entonces, el siguiente paso es ÉSTE.



Muchas gracias por describir y poner palabras, a lo que nos pasa a muchas personas. Me he visto tan reflejada en tus reflexiones. A mí me pasa todo eso que describes, me pongo de malhumor cuando las cosas no salen como yo quiero, me lo llevo todo a un terreno personal y como un ataque a mi persona. Si una amiga no quiere quedar o no le apetece, ya pienso que no me quiere o que sobro en su vida. Soy una persona que doy mucho, y espero que los demás me lo den en la misma medida, o que sepan que es lo que yo necesito, sin pedírselo. Cuando lo pienso relajadamente, sé que todo esto que me ocurre no es sano, y que todo tiene un sentido y explicación en el comportamiento de los demás. Pero, en el momento, me quedo destrozada. Primero le echo la culpa a los demás, luego me culpo a mí, porque no lo he hecho lo suficientemente bien, y siempre estoy en el mismo bucle. Es agotador.
Hola Dolores,
Te entiendo, he estado ahí y acompaño a muchas mujeres a las que también les pasa eso mismo: la frustración cuando algo no sale como esperabas, el tomarte lo que hace el otro como que tiene que ver contigo, el esperar que te den tanto como das tú, el malestar si alguien no te tiene en cuenta… Y la rabia, que unas veces va hacia el otro y otras se vuelve contra ti en forma de culpa. Es algo que nos daña y no permite que tengamos relaciones sanas ni que nos sintamos satisfechas en ellas y con nosotras mismas. Y lo primero ahí es trabajar la relación contigo misma, porque esa esa la base del problema. Si quieres que eso cambie me lo cuentas aquí.
Un abrazo grande,
Vanessa