¿Sabes cuando lees un libro y sientes que en ese momento no eres capaz de integrar todo lo que te está contando?
Y lo subrayas… Y vuelves a leer el mismo párrafo… Y te quedas absorta pensando en una idea que te acaba de venir… Y, por fin, ¡entiendes algo de ti que hasta ese momento era como un cuarto oscuro para ti!
Y, cuando lo terminas, tienes la sensación de saber mucho y de no saber nada a la vez…
Pero, feliz de la vida, te sientes como si acabaras de descubrir un pequeño tesoro, que merece la pena ser compartido.
¿Te suena? Pues algo así es lo que me pasó con los cuatro libros de los que te hablo en este post.
Por eso, como en estas fechas siempre me estáis pidiendo algún libro para el verano, aquí van cuatro muy recomendables.
Condenados a entendernos. Arun Mansukhani.

Condenados a entendernos
Buf, ¿sabes cuando lees a alguien y te lo querrías llevar a tu casa para charlar horas y horas con esa persona y hacerle mil preguntas? Eso es lo que me pasa con Arun Mansukhani.
Le había escuchado en varias charlas y tenía muchas ganas de leer algo suyo. Y aquí está. Expectativas altas, y aún así, las ha superado. Me encanta su sentido del humor (con este libro te ríes y disfrutas a la vez que aprendes, ¿se puede pedir más?), su humildad y esa sencillez a la hora de contar las cosas para que se entiendan fácil, que hace que te sientas como una alumna erudita que lo entiende todo 😊.
Te explico de qué va: partiendo de la base de que todos tenemos relaciones con otros seres humanos, Arun explica que la dependencia en ellas es inevitable. Pero, que lo que hay que evitar, es que esa dependencia sea tóxica.
Pues, a través de su experiencia como psicólogo clínico, te va contando lo que funciona y lo que no para que esas relaciones dependientes sean sanas para ti. Para que, en vez de seguir repitiendo siempre los mismos problemas y de aplicarles las mismas (fallidas) soluciones, cambies la manera en la que te relacionas y que, con ello, cambien también los resultados que obtienes.
Porque está claro que cada relación, ya sea entre dos personas o entre siete personas, es un sistema. Y, en cuanto uno de los miembros de ese sistema mueve su manera de vincularse con el resto, el sistema cambia. Así que el poder que tenemos cada una de nosotras para establecer relaciones sanas es enorme.
Sí, yo también creo que amar es depender. Y que, en cuanto amamos a alguien, ya sea un amigo, una pareja, un hermano o una mascota, nos volvemos vulnerables a lo que ocurra en esa relación (lo mismo que te cuento siempre de que es imposible que lo que hacen o piensan los demás no te afecte lo más mínimo).
De lo que se trata es de que esa dependencia sea horizontal. Es decir, yo dependo de ti y tú dependes de mí, pero como dos personas iguales y con el mismo valor, y sin que ninguno esté por encima del otro.
Y así, siendo una persona autónoma que a la vez puede depender de forma sana de otra, es como podré disfrutar de una vida saludable. Porque resulta que uno de los factores que más contribuyen al cuidado de nuestra salud (o que más se la cargan cuando este factor brilla por su ausencia) son las relaciones satisfactorias con personas bien elegidas (sí, otra de las ideas que te repito hasta la saciedad: ¡elige bien!).
Y, si todo esto te lo cuentan de forma práctica y entretenida, pues dime tú si este libro no es una joya de las de guardar como oro en paño.
No soy yo. Anabel González.

No soy yo
Hay pocos libros sobre el trauma que pueda leer una persona de la calle, que no sean farragosos ni estén dirigidos solo a profesionales, y que se entiendan y te lleguen al corazón. Y éste es de los mejores y de los más útiles que conozco.
Anabel sabe mucho sobre trauma, muchísimo. Pero, sobre todo, tiene una sabiduría intuitiva, de esas que van más allá de la formación y los años de experiencia, que, en su caso, también son numerosos.
Y con esa maestría plasma en este libro todas esas dificultades que pueden darse en la vida adulta y que tienen que ver con experiencias del pasado de las que muchas veces no somos del todo conscientes, porque las tenemos pendientes de integrar y colocar.
Sí, muchas veces convivimos con síntomas, como el desbordamiento emocional o la dificultad para establecer relaciones íntimas, a los que no conseguimos darles una explicación clara, pero que nos hacen sentir que estamos en un permanente conflicto con nosotras mismas.
Y, entonces, hace falta mirar hacia atrás y entender qué vivimos y qué funcionamiento que en el pasado nos sirvió para sobrevivir y adaptarnos a un medio hostil, hoy se ha convertido en un patrón que se activa en situaciones que ya no tienen que ver con aquello y que, por lo tanto, ya no nos protege de nada.
Igual que una alarma antirrobo que suena cada vez que el perro mueve la cola… No sirve de nada, y se lleva toda la armonía por delante :-(.
Ojo, creo que es adecuado que quien lea este libro esté haciendo algún tipo de terapia a la vez, que le ayude a sostener lo que pueda abrirse en estas páginas. Además de que diría que está indicado para personas que ya llevan un cierto trabajo de autoconocimiento y que quieren seguir profundizando en sus heridas de apego y de trauma.
Y Anabel me parece una acompañante magnífica en ese camino. Por su sensibilidad, por la importancia que le da al cuerpo y las pautas que te da para que aprendas a escucharlo (¡ay si nos enseñaran a hacer esto en el colegio!), por su delicadeza, por su ternura, por su oda a la vulnerabilidad y a la compasión, por todas las propuestas prácticas para que puedas reconciliarte contigo aceptando lo que fue e integrándolo en lo que eres… Por taaanto, que se ha convertido en un libro de cabecera para mí ❤️.
¿Un detalle? Fíjate en las frases que hay al comienzo de cada capítulo, ¡cada cual es mejor que la anterior!
Y, si no la sigues en Instagram te lo recomiendo muy mucho (aquí).
Bueno, a ella, y a mí también, por supuesto (aquí)😊.
Juegos en que participamos. Eric Berne.

Juegos en que participamos
Es un clásico de la psicología. Pero no, tranquila, que “clásico” en este caso no significa “coñazo”.
Tal vez fue el primer libro de esta temática que me leí, hará como veintipico años. Lo saqué de la biblioteca. Y me flipó. Fue como una revelación y un “¡aha!” en bucle para mí. Con cada capítulo iba entendiendo mejor los intringulis de mi relación con mis padres, con mis amigas, con mis novietes y hasta con la vecina del octavo.
Canelita fina, vaya.
Como cuando estás viendo una película de esas que presentan personajes sin explicar la relación entre ellos, y al principio no entiendes nada, y después vas colocando las piezas y comprendiendo por qué ésta siempre discute con aquel y por qué la otra siempre termina dejándose pisar por su hermana. Pues eso mismo, pero con tu propia vida.
Siempre lo nombro y lo recomiendo y, de tanto hablar de él, hace poco una amiga me lo regaló. Ese ha sido el motivo de que volviera a leerlo. Y qué bien que así haya sido.
Te cuento: Eric Berne, el autor, planteó que todos nos relacionamos con los otros a través de juegos y dinámicas inconscientes aprendidos en la infancia. Como si de pequeñas nos hubieran dado un papel para la obra de teatro que iba a ser nuestra vida. Y el problema es que ese papel, si lo seguimos con los ojos cerrados y cero consciencia de ello, no nos ayuda a sentirnos bien ni a relacionarnos bonito con los demás.
Así que el objetivo del libro es que te des cuenta de cuál es ese papel que tú representas en tu vida y cómo te perjudica en la relación con tu jefe, con tus amigos, con un compañero de trabajo, con tus parejas o con tu familia. Y, una vez que te hayas pillado (sí, la sensación al darte cuenta es un poco como si te pillaras a ti misma siendo la asesina 😊), que aprendas a jugar de una forma más limpia, comprometida y consciente.
Vaya, que te llevarás un aprendizaje crucial y todopoderoso, como la vida misma.
(Por cierto, estos juegos se heredan. Así que también es muy curioso ir viendo cómo en una misma familia, generación tras generación, las mujeres han ido jugando el papel, por ejemplo, de “frígida” o de “esforzada”).
Atrévete a no gustar. Ichiro Kishimi y Fumitake Koga.

Atrévete a no gustar
Con ese título, es de cajón que algún día este libro acabara llegando a mis manos.
Es el último que me he leído, y lo tengo subrayado por todas partes, porque me ha aportado puntos de vista y reflexiones muy interesantes y totalmente novedosas para mí, como eso de que el sentimiento de inferioridad no tiene nada de malo, y que el problema es cuando lo usamos como excusa para no hacer nada, y entonces se convierte en complejo de inferioridad.
O eso de que, en cuanto tienes una relación vertical, ya todas tus relaciones son verticales (y, por lo tanto, insanas). Y, en cuanto estableces una relación horizontal, ya todas tus relaciones se van recolocando para ser también horizontales.
Vaya, que no vale eso de que “con mi padre todavía me siento como una niña pequeña”, pero con mi pareja sí que tenemos una relación de igual a igual. Y que, solo cuando de verdad recoloque una, se irán colocando todas las demás.
Es un libro ameno porque, en vez de soltarte el rollo tal cual, te lo va dejando caer a través de la conversación entre un anciano filósofo y un joven inquieto que le lleva la contraria en casi todo. Y así, juntos y con muchos toques de humor, te va relatando la teoría psicológica de Alfred Adler (uno de los tantos que le llevaron la contraria a Freud) para llevar una vida plena y con sentido.
Total, que entre la curiosidad del joven y la sabiduría del filósofo se va entretejiendo una relación que expone, paso por paso, cómo liberarte de un pasado que te ata y de pensamientos que te constriñen y cómo empezar a elegir, a hacerte dueña de tu vida y sentirte a gusto y poderosa siendo parte de ella.
Los capítulos son cortitos, toca un poco todos los palos vitales que se nos resisten a las personas en nuestra existencia y también, para mi sorpresa y alegría, explica que todos los problemas tienen que ver con las relaciones interpersonales y que, si no sabemos construir éstas de una forma positiva, terminaremos haciendo lo que los demás esperan de nosotros (en vez de hacer lo que realmente queremos hacer).
(O, dicho de otra forma, te saca de la fantasía de sentirte el ombligo del mundo, para bien y para mal, y te enseña que puedes bailar con los demás en igualdad de condiciones y con un abanico de herramientas siempre disponible para ti).
Por cierto, otra idea que me encantó fue la de la separación de tareas (¡brutal!), y estoy segura de que, cuando la conozcas, te resultará mucho más fácil liberarte de lo que le pasa al otro y de la necesidad de su reconocimiento, saber separar tus emociones y tus decisiones de los demás y ser más auténtica.
Y, ojo, que también hubo unas cuántas afirmaciones que me horripilaron, como eso de que el trauma no existe o que la vida es sencilla. Pero bueno, que también está bien remover cimientos (esas ideas a las que me aferro como si me fuera la vida en ello) y ver si lo que he construido encima se puede seguir sosteniendo 😏.
En definitiva, lo que más me ha gustado de este libro es que se carga de un plumazo todas las excusas que alguien pueda poner para no ser feliz (o, como lo quieras decir, tú ya me entiendes). Y, algo así, me parece que se merece un aplauso apoteósico.
…
¿Con cuál te quedas? ¿Cuál es el que más te ha llamado la atención? Me lo puedes contar en los comentarios aquí debajo, o incluso recomendarme tú alguno si te apetece :-).
(Y, por si acaso aquí no encuentras lo que estás buscando, te dejo otros post en los que también recomendé libros que me habían encantado:
Tres libros para atreverte a ser tú misma (y sentirte bien).
Tres libros sobre la pareja (muy recomendables).
Cuatro libros para despertar (y vivir mejor).
Cuatro libros que me cambiaron la vida.
Diez libros para subir la autoestima.
Cuatro libros muy recomendables para tener más bienestar).
Hola Vanessa
Me gustaron mucho tus recomendaciones de libros, el de “Juegos en que participamos” es un clásico que ya tengo.
Me gustaría conseguir los otros tres, sobre todo el de Anabel González “No soy yo”, ¿sabes si los podría conseguir en Amazon?
Le mandé mensaje a la autora por Instagram, espero que me conteste
Muchas Gracias Vanessa!!
Saludos desde México
Hola Silvia,
No sé si Anabel te habrá contestado, pero sí, puedes conseguir “No soy yo” en Amazon, al menos aquí en España.
Ya me contarás, espero que te gusten.
Un abrazo,
Vanessa
No sé qué pensar de depositar nuestra propia persona en los demás. Mis compañeras de trabajo de este año necesitaban quedar siempre encima y eran unas malas personas amargadas (lo siento, no se me ocurre otra expresión que encaje mejor). Yo me defiendo, digo mi opinión y actúo como quiero, de manera que sé que a la gente controladora le voy a caer mal. Vamos, desde que me elijo a mí en lugar de los demás, muchas relaciones interpersonales “me salen mal”, por decirlo así.
Admiro mucho Coaching to Be, y también me chocan un poco las ideas de estos libros. Aún así les daré una oportunidad porque los recomiendas tú, Vanessa. Un abrazo fuerte.
Hola Silvia,
A veces puede pasar que de tener mucho más en cuenta a los demás que a mí, me vaya al otro extremo y me tenga mucho en cuenta a mí y poco a los demás. No te conozco y no sé si puede ser eso lo que hace que tus relaciones te salgan mal. Porque lo sano es que “se ajusten” de tal forma que te sientas tenida en cuenta y valorada en ellas, y en un sano equilibrio con que el otro se sienta tenido en cuenta por ti.
Cuando siempre nos pasa lo mismo y nuestras relaciones fallan, ya sea por un extremo o por el otro, hace falta ver cómo nos estamos colocando.
Un abrazo,
Vanessa
Y si yo soy negra, Vanessa, ¿cómo me coloco respecto a un miembro del Kukusklan? Lamento no coincidir contigo en este post, porque en muchos otros estoy totalmente de acuerdo. Pero si los demás no quieren respetarme, dudo que yo tenga algo que ver, que es lo que siento que quieres decir. Un abrazo.
Hola Silvia,
Siento mucho que te pueda haber molestado mi respuesta, no era mi intención.
Un abrazo,
Vanessa