Imagínate que tienes una discusión muy fuerte con un amigo. El te grita, te insulta y te falta al respeto. Y tú te vas super dolida y enfadada de su casa.
Al principio estás entre perpleja y rabiosa… Pero, al rato, empiezas a pensar si lo has hecho mal, si no deberías haberte cabreado tanto y si habrás sido demasiado radical y a este paso te vas a quedar sola…
Y te sientes culpable. Y piensas que tal vez deberías llamarle.
¿Qué está pasando aquí?
Fácil: que, para no tener que echarle la culpa al otro, te la echas a ti.
Y así es como la culpa te lleva a olvidarte de los límites que tu amigo traspasó y a esforzarte para que la amistad no se termine.
¿Te suena?
Sí, hay personas que, para mantener sus relaciones, han aprendido a culparse a sí mismas de lo que les pasa con los demás.
El caso que te cuento es real, de una mujer que sintió que un amigo de siempre tuvo un gesto muy feo con ella. Y lo hizo dos veces.
“Me estoy dando cuenta de que si me valido a mí misma y me cabreo con él, me alejaré. Entonces, para que eso no pase, lo que hago es cabrearme conmigo”, que me contaba esta coachee.
Claro, cuando contactaba con sus necesidades y legitimaba el daño que ese amigo le había hecho, sentía miedo a perderle.
Pero si, en vez de eso, se echaba la culpa a sí misma, se sentía segura porque entonces la solución estaba en sus manos, y ya no se exponía a perder la relación.
Bueno, pues este mecanismo es super habitual en muchas de las mujeres a las que acompaño a tener una buena autoestima y unas sanas relaciones.
Sí. Ante la impotencia de no saber qué hacer, muchas han aprendido a culparse, porque eso hace que tengan margen de maniobra.
Porque, si la culpa de algo es mía, entonces, si cambio ese algo, modificaré lo que está pasando.
En las parejas también pasa
Y lo mismo te puede pasar con tu pareja…
Sí, suponte que estás conociendo a un hombre y le propones un plan que te apetece mucho. Y te dice que ya te confirmará si puede. Pero a los dos días te dice que no le va bien. Y, entonces, empiezas a echarte la culpa a ti misma porque “vaya mierda de plan que le propuse, no era nada divertido ni apetecible”.
¿Lo ves? ¡¡Cuando dos días antes te parecía el mejor plan del mundo!! ¿Ves que si te echas la culpa a ti puedes seguir sintiendo que tienes el control de la situación y la solución para conseguir que el otro se quede a tu lado (por ejemplo, proponer planes más divertidos 😦)?
Claro, contarnos el cuento de que “habría sido mejor proponer otro plan” o “tendría que haber hecho aquello en vez de esto” nos da una falsa sensación de control.
Porque, si no me culpo a mí misma, tendré que aceptar que hay cosas que no puedo controlar (véase, que Pepito quiera hacer un plan conmigo), y eso me frustrará y me hará más daño.
Es decir, las personas que utilizan este mecanismo de culparse a sí mismas de lo que pasa en sus relaciones, lo hacen porque, mientras la culpa sea suya, también tendrán control sobre la solución.
Además de que suelen ser personas que en algún momento aprendieron a culparse para poder darle una explicación a lo que les pasaba o a lo que ocurría en su entorno.
Si, cuando una niña no puede comprender lo que le pasa o recibe una mirada de culpa de sus referentes, a lo que aprende es a culparse a sí misma.
Y así es como acabará funcionando en sus relaciones de adulta, sobre todo en las más íntimas y en las que hay un vínculo que le daría mucho miedo perder.
Y si, por ejemplo, tiene una pareja distante, que un día está y al otro no está, que no es claro, ni se muestra comprometido al mismo nivel que ella, pensará “igual soy yo que soy demasiado celosa… No debería rayarme tanto… Tendría que ir más a mi aire y no estar tan pendiente de lo que hace o deja de hacer”.
¡¡¡Aaays!!! ¡¡¡A cuánto autoengaño nos sometemos!!!
Otra vez que, para no asumir lo que me duele del otro y no admitir que esa persona no está dispuesta a darme lo que yo pido, lo que hago es echarme la culpa a mí y decirme que la que tiene que cambiar soy yo :-(.
Vaya, que para no culpar al otro, ¡me culpo yo de todo!
Yo soy una culpable rehabilitada
En el post de la semana pasada te hablé del problema de intentar adivinar lo que le pasa al otro y por qué hace lo que hace, en vez de escuchar cómo nos sentimos con eso y de preguntarnos qué queremos nosotras.
Y alguien dejó este comentario al final del post: “Todas las veces intento averiguar qué es lo que piensa él, sobre todo por qué lo hace, para saber si encuentro algún resquicio de cosa buena a la que aferrarme, poder echarme la culpa a mí misma y así puedo cambiar yo para mejorar la situación. No es que lo hiciera conscientemente, pero creo que en el fondo quiero buscar en él alguna razón para poder decir que él hizo bien, que le entiendo (así no tengo que dejarle) y que la que tiene el problema soy yo, así puedo permanecer siempre a su lado buscando cambiar eso de mí que “se carga” la relación”. 🙁
Obvio. Si la culpa es mía, entonces el otro queda salvado. Le puedo justificar y le puedo comprender, y ya no tengo que poner límites ni distancia.
Además de que las que somos o hemos sido de este perfil (yo misma lo fui, y cada día trabajo con mujeres que logran salir de ahí) hemos aprendido que la culpa de todo lo que pasa a nuestro alrededor es nuestra.
Y desde ahí se vuelve imposible que validemos lo que sentimos o lo que queremos y que confiemos en nosotras mismas.
Así es como, si tengo una amiga que no me llama nunca y a quien siempre llamo yo, en vez de validar cómo me siento con eso, pensaré que igual soy demasiado exigente o que se aburre conmigo.
Y, si he quedado con otra amiga para pasar juntas el domingo, y después de comer me dice que se va a casa, al principio tal vez me sorprenda y conecte un poco con el enfado, pero antes de que eso vaya a más empezaré a pensar que igual dije algo que le molestó o que “soy una egoísta por esperar que se quede si a ella le apetecía irse”.
Y, uuuuna vez más, vuelvo a justificar lo que me hace daño del otro para NO conectar con la frustración y la rabia que me podrían llevar a poner en peligro esa relación.
La única manera de que dejes de culparte
Pues así funciona este mecanismo.
Si no me cuidas, yo tengo la culpa. Algo habré hecho mal para que no me cuides.
Si no me tienes en cuenta, yo tengo la culpa. Algo habré hecho mal para que no me tengas en cuenta.
Si no me quieres, yo tengo la culpa. Algo habré hecho mal para que no me quieras.
Y, así, con todo. La culpa siempre es mía.
¿Se puede salir de ahí? Sí. Te lo garantizo. Puedes dejar de culparte, dejar de dudar de ti y de cuestionarte todo lo que haces.
Por supuesto que puedes dejar de hacerte responsable de todo y empezar a validarte, a confiar en ti y a sentirte segura de ti misma.
Y el único camino que yo conozco lo he plasmado paso por paso aquí: Curso de Autoestima AMOR.
Super práctico. Cero teoría. Para que lo hagas online y, en unos tres o cuatro meses, sientas que te quieres y te respetas exactamente igual que a los demás.
Sí, quiero todo el AMOR del mundo para mí.
PD: Mira lo que dice Alicia después de terminar el curso: “Esto es realmente lo que estaba buscando, conseguir ser yo misma, quererme, y sobre todo que me dejara de afectar el qué dirán los demás. Así que muchas gracias, Vanessa, porque te descubrí por casualidad y desde entonces mi vida ha cambiado muchísimo“.
PD2: El verano es muy buen momento para ponerte con Amor. Desde que te apuntas puedes empezarlo cuando quieras, y tendrás acceso a la plataforma para siempre. Aquí tienes toda la info, y si te queda alguna duda me escribes y te lo aclaro :-).
Yo estoy en uno de esos trabajos donde parece que le debes algo a la gente. O sea, vamos de majos, pero si no demuestras que eres “cañero”, van de juzgarte. ¿Hola? ¿Quién eres tú para juzgarme? ¿Tú te piensas que eres nadie para juzgarme? ¿No será que eres tú quien necesita sentir que el trabajo sigue siendo el patio del recreo? A mí este comportamiento me parece violencia incluso, a qué fin necesitas emitir el criterio de que “alguien no da la talla”. Cuando seas jefe, vienes y me lo dices.
Pero es verdad que los pensamientos se pegan, aunque pases de esa gente.
Muchas gracias, Silvia. Entiendo lo que dices de sentirte juzgada y que eso te resulte violento. En los trabajos nos encontramos a personas que no elegimos y que pueden no tener nada que ver con nosotros. Y, además de poner límites si lo necesitas, el principal trabajo está dentro de ti y en observar qué es lo que se te mueve a ti con esas críticas.
Un abrazo,
Vanessa
Hola, me sentí muy identificada cuando escribo mensajes o algo luego pienso en lo peor y me caliento la cabeza…
Al final para nada; ya que se que esos pensamientos negativos nunca ocurren.
Las otras personas se lo toman bien.
Bueno, ¡gracias!
Hola Maribel,
Los pensamientos son la señal de algún miedo que se te activa en esos momentos, escúchalo con compasión para que puedas gestionar lo que te pasa.
Un abrazo y gracias por comentar,
Vanessa
Yo me siento culpable porque hoy me he expuesto a una situación que me roba la energía pero que, por otro lado, no puedo evitar. He estado en contacto con un entorno ruidoso causado por personas muy tóxicas. Normalmente uso mis cascos pero hoy tenía mojado el pelo y no lo he hecho. Me he sentido culpable por lavarme el pelo “a destiempo”, ya que ahora estoy agotada y parece que voy al trabajo a descansar del finde. Sólo puedo tomar nota para la próxima vez. Y la gente tendría que aprender a comportarse, aunque no lo va a hacer.
Hola Silvia,
Parece que hubiera mucha exigencia en cómo te tratas a ti misma. En el blog encontrarás muchos contenidos sobre esto, para que aprendas a valorarte y a tratarte con respeto. Suele ser un requisito imprescindible para sentir que los demás también te tratan con respeto :-).
Un abrazo,
Vanessa
Hola Vanessa, muchas gracias por tu respuesta. Entiendo lo que me dices, y es verdad. También sigo el blog a menudo y me encanta.
Lo único que estas personas a las que me refiero ya han demostrado en infinidad de ocasiones que no respetan a nadie, ni nos tienen ninguna consideración. Hay gente que se porta mal, pero tiene vergüenza al final; esta gente está más allá de eso.
Lo que me da miedo es que esto afecte a mi salud mental (que ya lo está haciendo). O volverme como ellos. Es estar en contacto con algo viscoso y repugnante todo el rato.
Muchas gracias por tu respuesta, un abrazo.
Pide ayuda, Silvia. Si te das cuenta de que ya empieza a afectar a tu salud mental pide ayuda, porque para todo se puede hacer un trabajo que te ayude a gestionarlo mejor. Igual que si te doliera el pecho irías al médico.
Por mi parte encantada de que hablemos si quieres, en ese caso rellena esto.
Un abrazo,
Vanessa