¿Alguna vez tu pareja te ha dicho que estás mal de la cabeza?
Se lo escucho a muchas de mis coachees.
Que cuando le expresan a su pareja algo con lo que no se sienten cómodas, él les dice: “el problema lo tienes tú, que estás mal de la cabeza”.
Dicho de otra forma: él se lava las manos y les echa la culpa a ellas por sentirse así.
Y eso de “estás mal de la cabeza” puede venir detrás de cualquier queja o necesidad que ella manifieste. Pero, sobre todo, se da mucho cuando ella desconfía de él por algo.
En plan que le ha pillado en alguna mentira.
O que ha visto que tiene amigas en redes sociales a las que ella no conoce y que les hace comentarios en sus fotos un poco fuera de tono, tipo “qué guapa” o “vaya bombonazo”.
O que él recibe un mensaje a altas horas de la madrugada y, cuando ella pregunta, pone una excusa rara.
O que él siempre anda limpiando sus conversaciones de whatsapp, porque “es que así no me ocupan espacio”.
O cualquier comportamiento que a ella le haga sentirse insegura y la lleve a obsesionarse y a estar con veinte ojos intentando entender si de verdad tiene motivos para sentirse así o no.
La cosa es que, cuando ella saca el tema y le dice algo a él para intentar aclarar qué esta pasando, su respuesta es que “eres una controladora y una celosa, ¡contigo no se puede!”.
O que “estás mal de la cabeza”.
O que “a ver si es que no puedo hablar con nadie. Que ya era lo que faltaba. Que yo no te digo nada de con quién hablas o con quién dejas de hablar”.
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Así que ella empieza a dudar de sí misma y a pensar que igual él tiene razón. Que igual es que ella es demasiado desconfiada. Que la culpa es suya y que no debería ser tan insegura.
“A ver, no puede ser que me ponga así solo por una cosa. Si yo no soy una persona celosa, ¿qué coño me pasa?”, que me decía una coachee de éstas.
Pero, por más que se repite todo eso, el miedo, la obsesión y las inseguridades no se le van.
Y le vigila, y observa lo que hace, y busca incoherencias en su discurso, y le echa un vistazo a su móvil cuando él no la ve…
Y cuando, con la boca pequeña, le vuelve a sacar el tema, la respuesta es la misma: “el problema lo tienes tú que estás mal de la cabeza”.
Así que ella (ellas, que son varias en la misma situación) cada vez tiene más ansiedad, duerme peor y se está volviendo loca.
“No sé si es que me he vuelto desconfiada por alguna mala experiencia que he tenido. O si es que le quiero mucho y tengo mucho miedo a perderle. Pero de verdad que no me reconozco”, que me decía otra mujer.
Lo más grave no es lo que te oculta
Mira, en los casos como los que te cuento, el principal problema no es lo que él hace o deja de hacer a tus espaldas.
El problemón con mayúsculas es su forma de responder cuando tú le dices algo.
Porque, sea por un tema de una posible infidelidad o por cualquier otra cosa, tratarte de loca y hacerte creer que el problema lo tienes tú es una manera estupenda de quitarse el muerto de encima.
Y esto lo hacen muchas personas cuando se sienten acorraladas y tienen cero empatía y una nula responsabilidad de sus actos.
Te echan la culpa a ti para defenderse, quedar liberadas de cargos y poder seguir haciendo lo que les dé la gana.
Y, claro, si tú eres alguien con mucha capacidad de autoanálisis y de autocrítica y una cierta responsabilidad emocional (justo lo que le falta a tu pareja), pues pensarás “¿y si el problema lo tengo yo?”.
Y, cuanto más te dice el otro que eres una controladora, una obsesiva o una celosa, y que estás mal de la cabeza, más dudas tú de ti.
Claro, si tú no validas tu intuición, si estás desconectada de tus sentimientos, si te lo cuestionas todo y sueles creer que los demás tienen razón y que ellos lo hacen mejor que tú, pues es fácil que caigas en una manipulación de este tipo.
Y que pienses que te pasas de exigente.
Sin darte cuenta de que no es que estés siendo exigente con el otro, y que tan solo lo estás siendo con la relación.
Porque quieres una relación que te aporte confianza, seguridad y tranquilidad.
(Y no, sentirte segura en una relación no solo depende de ti. También cuenta, y mucho, lo que hace el otro).
“Ya, ya, pero es verdad que no debería mirarle el móvil, que eso está muy mal”, que me suelen decir en estos casos.
A ver, si tú estuvieras tranquila y relajada en la relación, ¿necesitarías mirar el móvil de tu pareja? No, ya te digo yo que no.
“Ya, ya, pero es que me pongo como una fiera y pierdo los nervios y le hablo mal”.
¿¿¿Y??? ¿Qué tú te pongas así borra lo que hace el otro? No.
Nada de lo que tú hagas cambia que esa persona, en vez de escuchar cómo te sientes y comprender que eso que hace te moleste, te eche las culpas a ti.
Y que te diga que el problema lo tienes tú. Que el no hace nada malo. Que es que tu éstas mal de la cabeza y que eres una controladora y una celosa.
“Yo no tendría que ocultarte nada si tú no fueras así”, que puede ser que te diga.
Y te lo dice con tanta convicción que tú vuelves a dudar de ti.
Total, que estás en un callejón sin salida.
Y más si después lo intenta arreglar con frases bonitas y promesas tipo “yo nunca te haría algo así”…
Pero, ojo, ¿todo el que hace eso te está manipulando de forma consciente? No.
A veces simplemente es que no sabe gestionar las críticas y que no sabe ponerse en tu lugar.
Y otras veces sí que es que te está manipulando para no asumir su parte del pastel.
¿Cómo distinguirlo? Mirando con lupa la relación y teniendo claro qué parte del problema es tuya y qué parte del problema es suya.
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Creo que hay que huir de quien te haga sentir insegura, especialmente si le da igual como es el caso del artículo. Cuando empecé a poner límites, “perdí” un montón de “relaciones”. También creo que el hecho de que alguien valide tus emociones demuestra que tiene consideración cuando se le señala algo, pero eso no significa que esa persona te considere importante en su vida realmente. Según mi experiencia (sigo buscando relaciones sanas).
Muchas gracias por compartir, Silvia. Sí, a veces no es sencillo encontrar ese equilibrio entre validar las emociones del otro y a la vez validarme a mí. Por eso hace falta ver con lupa qué está pasando en cada relación.
Un abrazo,
Vanessa