¿Alguna vez has dicho o has hecho algo esperando el reconocimiento de alguien? No hace falta que me contestes a mí, esto es solo para ti. Me apuesto a que lo has hecho. No pasa nada. Aunque pocos se atrevan a confesarlo, muchos lo hacemos. Lo preocupante es cuando empezamos a depender de ello, llegando incluso a perdernos entre lo que hacemos porque queremos y porque nos sale y lo que hacemos para que nos lo reconozcan los demás.
La necesidad de reconocimiento se manifiesta en nosotros de muchas formas. Por ejemplo:
- Cuando a ti lo que de verdad te gustaría es tener ese trabajo sencillo, haciendo eso que te apasiona, pero terminas en una carrera profesional llena de estrés y horas acumuladas solo para gustarle a papá, a mamá o a tus amigos.
- O cuando cuentas algo que has hecho, esperando, consciente o inconscientemente, que los demás te admiren y te digan cosas bonitas.
- O cuando usas tus circunstancias para que los demás sientan pena por ti y eso te haga sentir reconocido.
- O la típica persona que siempre está hablando de sí misma, contando sus logros y sus batallitas, y el resto alrededor adulándole, mientras ella encubre su inseguridad con ese aparente exceso de seguridad.
- O el que da y entrega mucho, en forma de regalos, de favores o de atención, sin saber que lo hace porque está enganchado al reconocimiento que recibe a cambio.
- O el que se siente tan inseguro que solo se reafirma en sus actos y en sus decisiones cuando los demás se los validan.
- O el que parece que siempre sabe de todo, sin un sólo punto débil ni la más mínima vulnerabilidad, porque necesita de ese reconocimiento que recibe cuando aparenta ser el más perfecto de todos.
- O esas personas que llegan muy alto en algún ámbito y se acostumbran a tener el reconocimiento de su familia y de sus amigos. Y, de pronto, pierden eso que habían conseguido, ya nadie les dice cosas bonitas y se sienten diminutos en su nueva vida. Como si, al cambiar su situación económica o profesional, hubiera cambiado también su valía y ya no valieran nada.
Y que quede claro que la necesidad de reconocimiento no es lo mismo que la necesidad de aprobación, de la que ya hablé en otro momento, aunque ambas tengan como origen una falta de autoestima. Necesitar que te aprueben es ocultar quien eres y aparentar ser quien no eres para sentirte aceptado. En cambio, la necesidad de reconocimiento es necesitar mostrarte para sentirte reconocido. La cosa es que, al final, ni una ni otra son sanas porque ambas son esclavitudes de nuestro ego.
Porque sea como sea esa búsqueda del reconocimiento, lo cierto es que algunas personas se enganchan a ello como una droga que necesitas para vivir. Si no me reconocen no estoy, no valgo, no soy.
Creemos que somos lo que los demás ven, lo que nos reconocen. Y si no nos reconocen nos sentimos hundidos, pequeños, poca cosa. Y seguimos haciendo y haciendo para ser reconocidos. Nos autoengañamos. Porque el hecho de que los demás te admiren no cambia nada en ti. Vales exactamente lo mismo que si no lo hicieran. Aunque, si necesitas su reconocimiento, lo más seguro es que eso no lo sepas.
Que no sepas que la verdadera autoestima no depende de lo que los demás digan o piensen de ti, sino que se basa en lo que llevas dentro, en quién eres, en cuáles son tus cualidades, en qué cosas te hacen sentir orgulloso, en cuáles son tus valores, en si los honras, en si eres coherente, en si te sientes bien con quién eres y con cómo eres, con cómo es tu vida, con cómo son tus relaciones con los demás… En definitiva, en todo eso que nadie puede arrebatarte.
Así que si reconoces en ti algo de esto que digo, reflexiona y dime: ¿Quién eres? ¿Qué cosas te gustan de ti? ¿Qué cosas te hacen valioso? ¿Qué cualidades te han permitido crecer y madurar? ¿Qué haces para ser mejor persona cada día? Saber eso, sentirlo y creértelo (sí, sí, ¡tenerlo claro y creértelo! Sin tonterías ni falsas modestias que solo nos sirven para minar nuestra autoestima y creer que no somos dignos) es lo que, en todo caso, te permitirá ser reconocido, mucho más que lo que sepas, lo que hagas o a donde hayas llegado.
Empieza por ser consciente de ello. Date cuenta de cuando dices algo esperando una respuesta del otro, un halago, un “qué bien lo haces”, un “qué grande eres”, un “vaya tío”.
Y acepta que no puedes estar recibiendo el reconocimiento de los demás continuamente.
Y que no lo necesitas. Que tu felicidad no está ahí, en buscar que los demás te reconozcan, sino en elegir un camino que te permita reconocerte tú. Hacer y ser quien quieras ser, desde la autenticidad, para poder sentir ese reconocimiento interno.
Por mi parte, como rehabilitada confesa de la necesidad de reconocimiento, me doy cuenta de que antes, cuando no me decían lo bien que lo había hecho o lo fuerte o lo valiente que era por esto y por aquello, me sentía pequeña. Vamos, que necesitaba a los demás para sentirme, por lo menos, mediana. Y así no, porque así siempre estás en manos de otros, así siempre dependes de los demás, y así no puedes ser feliz.
La grandeza tiene que nacer de ti.
De quien Eres
De cómo Eres.
De lo que Eres.
Entonces, dime, ¿te reconoces?
Si quieres, puedes contármelo en los comentarios ;-).
Hola Vanessa, la verdad es que sí, que me reconozco. A veces tengo la sensación de no saber ni quién soy realmente, de vivir una vida paralela donde está ese yo que busca la admiración y ese otro yo que tengo encerrado por miedo a no estar a la altura de las expectativas que yo misma me hago y me creo que tienen los demás de mí.
Un abrazo
Malena, felicidades, está muy bien que te hayas dado cuenta de que te tienes a ti misma, a la auténtia Malena, encerrada debajo del miedo y las expectativas que tú misma te creas. Hay muchas personas que viven así y no son conscientes. Ahora que lo has visto está en tu mano hacerte responsable de ello e ir viendo qué creencias te limitan para darte permiso, ser tú misma, e ir dejando que salga la Malena auténtica.
Un abrazo grande,
Vanessa
Madre mía!! Me reconozco en 5 de los 8 puntos…
puf… que de trabajo tengo por delante…
Ana,
Tranquila, esto es un poco como las fichas de dominó, que cuando empieces y caiga una las demás irán cayendo con más facilidad.
Por el momento sonríe con ilusión por lo que vendrá, ¡y respira! Respira profundo y date permiso para estar en paz, por ahora no hace falta correr ;-).
Un abrazo fuerte,
Vanessa
¡¡Graaaacias por acompañarme con cada post a ser maaaaaas LIBRE Y CONOCERME MEJOR!!
Encantada, María. Muchas gracias por compartir :-).
Un fuerte abrazo,
Vanessa