Érase una vez una mujer con un trabajo fijo, con un buen sueldo y un empleo que ya les gustaría a muchos, pero que no se siente motivada y que está harta de hacer todos los días algo que no le gusta. Le encantaría cambiar de empleo, pero no se atreve. ¿Qué le frena? Sus inseguridades. Sus miedos. Y el “qué dirán”.
Lo mismo que a otra que mantiene una relación de pareja que hace tiempo que no le llena.
O a otra que siente que nunca hace ni dice lo que de verdad quiere porque siempre está pendiente del “qué dirán”.
¿Qué le dirías a cualquiera de estas personas? Yo les diría que se atrevieran a hacer lo que sientan y les apetezca, a vivir su vida como lo deseen y a ser quien quieran ser. Porque solo tienen una oportunidad. No vivimos dos veces y mejor no arrepentirnos al final de la primera.
Y que se quitaran de una vez por todas del “qué dirán”, esa droga maligna a la que tantos nos enganchamos. ¿La has probado?
Sus síntomas son que estás muy pendiente de lo que opinen los demás.
Pensando que van a juzgarte, a pensar mal o a criticarte por cada decisión que te planteas tomar.
Sintiéndote fatal si alguien tiene una opinión distinta a la tuya o te hace una crítica.
Viendo que dependes de lo que opinen los demás para poder decidir casi todo.
Todo lo que pasa a tu alrededor te influye: un gesto, una mirada, un comentario de alguien, una palabra… Todo puede hacerte sentir mal y que cambies de opinión.
Y te pasas la vida haciendo y diciendo lo que los demás esperan de ti, no lo que tú quieres. Por miedo a que se enfaden, a que te rechacen o a que hablen mal de ti a tus espaldas.
Preguntándoles a ellos antes de decidir: “¿Qué opinas?”, “¿tú qué harías?”, “¿qué decidirías?”, “¿te parece bien?”. Siempre buscando la elección perfecta. Y después hasta les echas la culpa a ellos si te sale mal.
Yo estaba igual. Vivía pendiente del “qué dirán” los demás. Era incapaz de ser consecuente con lo que yo quería, de pasar de la gente, de tomar mis propias decisiones y de no dejarme influenciar.
Por eso, y porque trabajo con muchos Coachees a los que les pasa lo mismo, es uno de los temas que más trato y de los que más hablo (aquí o aquí).
Total que, sin darte cuenta, vives la vida de los demás. Y crees que sus decisiones son las buenas y que sólo eres capaz de lo que ellos te dicen que eres capaz. Porque, si con algo no están de acuerdo, crees que la razón la tienen ellos. Por supuesto.
Y terminas haciendo lo que ellos consideran que es mejor para ti. Como si fuera la vida que te ha tocado, no la vida que has elegido vivir: estudio una carrera con salida (aunque no me guste), me emparejo con alguien (aunque dude de si de verdad le quiero), nos casamos (porque es lo que toca), tenemos un hijo (o dos, o tres… es lo que toca)… Y un día dices, ¿hay algo aquí que haya elegido yo? Eso si con suerte eres capaz de hacerte esta pregunta. Porque no es una pregunta sencilla. Duele mucho. Y es de las que preferimos evitar.
Lo mismo que evitamos tomar decisiones con tal de no enfrentarnos al “¿hija, estás segura?”, “¿tú estás loca?”, “no puedes aguantar otro poco?”. O el temible “si ya te lo dije”.
No, no, no. Enfrentarnos a eso es horrible. Cuanto menos llamemos la atención, mejor. Cuanto menos demos pie a que hablen de nosotros, mejor. Porque cuando estás pendiente del qué dirán te da pánico lo que puedan decir de ti.
A veces es inconsciente. A veces perfectamente consciente. Yo misma recuerdo muchas ocasiones en las que hacía algo que no quería hacer y me sentía fatal con ello, solo por evitar que el “qué dirán” se volviera en mi contra. Todo con tal de satisfacer a los demás. Todo con tal de evitar sus críticas. Aunque después terminara siendo la más crítica conmigo misma al darme cuenta de lo que estaba haciendo.
También recuerdo que una consecuencia habitual de todo aquello era que, llena de rabia por no atreverme a tomar mis propias decisiones, muchas veces explotaba con rencor hacia los demás, cuando la única responsable de no tomar las riendas de mi vida era yo misma.
Ahora me da igual porque ahora creo en mí y en mi capacidad de tomar decisiones, aunque no siempre sean correctas. Ahora sé que si me equivoco, prefiero equivocarme con lo que yo decidí que con lo que opinaron otros. Y estoy tranquila conmigo misma y con mi decisión.
Pensándolo bien la base de todo esto es que, por lo general, nos metemos mucho en la vida de los demás. Damos opiniones que no nos han pedido y proyectamos en ellos nuestros miedos e inseguridades. Porque si alguien me cuenta que quiere dejar su “magnífico” trabajo porque ya no le motiva y yo le digo “¡tú estás loco!”, lo que le estoy diciendo es que yo no lo haría. El miedo a lo que pueda pasar es mío y se lo traslado a él. Con suerte, si es una persona segura y que no se deja llevar por el “qué dirán”, no me hará mucho caso. Pero si le falta confianza en sí mismo mi comentario le va a condicionar. Por eso yo ahora yo me cuido mucho de contagiar a los demás con mis miedos y de contagiarme yo de los de los demás.
Además de tener muy claro que está muy bien pedir opinión a otros, pero lo importante es que al final seas capaz de decidir lo que tú quieres sin que su parecer te condicione o te paralice.
Que no puedes agradar a todos ni que todos estén de acuerdo con lo que haces. Siempre habrá alguien que te critique o alguien que hubiera hecho otra cosa. Nuevamente, lo que importa es lo que tú quieras hacer.
Que no tienes que explicarte por todo. Cuando alguien te de una opinión que no le has pedido o te hace una crítica, piensa para ti “muy bien, eso es lo que tú piensas, pero lo importante es lo que yo piense”. Y agradécele su opinión. Punto. Sin más explicaciones.
Elige qué opiniones y de qué personas quieres tener en cuenta. Como te decía antes, cada uno tiene sus miedos, sus creencias y sus necesidades y normalmente las proyectamos en los demás.
Si eso te condiciona, deja de pedir consejo o de necesitar saber lo que opinan los demás de eso que vas a hacer. Y cuéntalo sólo cuando ya estés decidida y sepas que no vas a cambiar de opinión.
Recuerda que si cometes un error no pasa nada porque tú no eres ese error. Aprende de él y sigue adelante, sin preocuparte de lo que digan los que no se atreven a cometer errores.
Y no seas crítica con los demás. Deja que cada uno viva su vida, tome sus propias decisiones y cometa sus propios errores.
Se consecuente con lo que dices, piensas, sientes y deseas.
Y regálate el ser quien quieras ser sin miedo al “qué dirán”.
Para sentirte bien.
Para vivir tranquila y feliz.
Y para quitarte ese peso que te impide ser tú.
Y si te gustaría seguir aprendiendo a ser quien quieras ser, te dejo la guía de regalo con las diez claves para conseguirlo. Puedes descargártela pinchando aquí.
Gracias Vanessa por tus opiniones y artículos, llevo un tiempo siguiéndote y me parecen interesantes y a la vez estoy aprendiendo mucho.
Como comentas en este y en otros artículos, tú aunque no lo parezca por lo que escribes actualmente, también tuviste una época en la que no “encontrabas tu sitio” , parece que lo encontraste como demuestran tus artículos, pero es lo que nos pasa a muchos. Yo también pase una época así y gracias a mindfulness hace tres años, me conozco mejor, disfruto de todas las cosas mas y no me da miedo ni el que diran, ni mis debilidades y fortalezas, ni se conseguiré esto o lo otro porque lo que me importa es el camino el momento y estar disfrutandolo y apasionado con el mayor tesoro que todos tenemos: la vida.
Por eso las personas que viven pendientes de los demás como tú dices que se suelten de esa cadena que las ancla para desarrollar todo su potencial de lo que realmente quieren hacer sin pensar lo que los demás pensarán de ellas, las personas que las quieren de verdad las seguirán queriendo tal y como son.
Lo digo por experiencia despues de trabajar mas de 10 años de ingeniero Industrial y el mundo de la prevención de riesgos laborales, ahora he cambiado mi rumbo profesional para enfocarlo en la formación de personas y organizaciones en mindfulness para que puedan conocerse mejor y soltarse de sus miedos e inseguridades y sacar el potencial que todos tenemos como seres humanos, y muchos de mis conocidos se han hechado las manos a la cabeza de como habiendo estudiado Ingeniería ahora me dedico a esto de mindfulness, Yo les he recomendado darles un curso, entonces conoceran la respuesta, por lo importante es que hagas algo con lo que vibras cada día y se lo trasmitas a otras personas.
Gracias por tus artículos, tu ilusión y fuerza que trasmites a través de ellos.
Te propongo uno por si tienes una idea de ¿Por qué las organizaciones españolas les cuesta tanto salir de su zona de confort e incorporar a sus trabajadores formaciones en mindfulness para ayudarles al cambio y a mejorar los ambientes de trabajo?
Un abrazo que genera oxitocina (la hormona del bienestar) y como tú dices muchas sonrisas que además relajan.
Muchísimas gracias por tus palabras, Andrés. Hay mucha sabiduría y camino en ellas… Yo también pienso que el mayor tesoro que tenemos es la vida. Y muchas veces se nos escapa entre las manos, perdidos como estamos entre miedos, pensamientos negativos y creencias limitantes.
Efectivamente, para las personas que viven pendientes del qué dirán, yo también les diría que las personas que les quieren de verdad les seguirán queriendo tal y como son. Pero para darse cuenta de eso primero tienen que quererse a sí mismas tal y como son. Ahí empieza todo :-).
Mi más sincera enhorabuena por haber reconducido tu camino hacia algo que te hiciera vibrar.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Toda la razón, ahora a ponerlo a prueba. Espero que me salga
¡Qué bien, Marcos! Decidir ponerlo a prueba ya es un gran paso. Los siguientes poco a poco, con mimo y paciencia ;-).
Un abrazo grande,
Vanessa
Muy interesante, leer esto me motiva a seguir mis propias convicciones y a defender mi opinión, lo que quiero ser, y mis creencias. ¡Ser más yo!
Muchas Gracias!
Qué bien, Jonathan. Me alegro mucho, en mi opinión no hay nada mejor que ser uno mismo.
Un abrazo,
Vanessa