Nos pasamos el día etiquetando. Nos sale gratis, así que le ponemos etiquetas a todo y a todos, incluidos nosotros mismos.
La historia comienza cuando somos pequeños y nos dicen lo que somos y lo que tenemos que ser.
“Esta niña es una cabezota”, “eres muy miedosa”, “pero qué gracioso es”, “eres muy cobarde”, “tienes que ser obediente”, “eres una llorona”…
Ahí, como niños, aceptamos pasiva y resignadamente todo eso que nos han dicho que somos.
(Por eso es tan peligroso lo que les decimos a los niños, o lo que nos escuchan cuando hablamos de ellos como si no estuvieran delante).
Porque a partir de entonces, si no nos rebelamos a los calificativos que nos han puesto los demás, acabamos asumiendo una falsa identidad y comportándonos para que todo encaje con esa falsa identidad.
Por ejemplo, en mi caso recuerdo con claridad dos etiquetas: “eres muy patosa” y “la culpa es tuya”. Ambas me las creí. La primera hacía que me pusiera supernerviosa cuando tocaba clase de gimnasia, y la segunda que me sintiera culpable por casi todo lo que pasaba a mi alrededor.
Y así, a partir de lo que nos dicen y de las experiencias que vivimos, acabamos sacando la conclusión de que nosotros somos esa etiqueta. Y nos colgamos el sanbenito para toda la vida.
Esta es la manera en la que se crean las etiquetas, de pequeños y de mayores. Cogemos una conducta concreta y la generalizamos, poniendo el foco en los momentos en los que esa persona se comporta así y descartando aquellos en los que no lo hace.
Así es como, a través de las etiquetas que nos han puesto, nos convertimos en aquello que nos dijeron que éramos. Es decir, las etiquetas dan forma a lo que creemos que somos. Y ahí está la clave: a lo que creemos que somos, no a lo que somos en realidad.
Porque una etiqueta es un juicio, no es una realidad. Es un juicio que otra persona (o tú misma) ha hecho de ti, y que tú has aceptado. Entonces surge el problema: cuando nos creemos esa etiqueta y nos juzgamos a través de ella.
¿Qué etiquetas tienes tú? ¿Qué etiquetas te pusieron o te pusiste y sigues creyendo que eres así?
Piensa en lo que te dijeron que eras cuando eras pequeña…
Y también en las etiquetas que te ponen a día de hoy en casa, en el trabajo, tus amigos, en tu familia…
¿Cómo te sientes con esa etiqueta? ¿Te sirve para conseguir tus objetivos? Porque esto es lo importante, si la etiqueta te limita o te potencia.
Una etiqueta es limitante cuando no nos sentimos bien con ella o cuando nos impide conseguir nuestros objetivos.
Por ejemplo, si te dijeron que eras tímida y te lo creíste, ¿cómo te está limitando esa etiqueta?
O si te han dicho que tienes un genio muy fuerte y te lo has creído, ¿cómo te está limitando esa etiqueta?
O si de pequeña te dijeron que te costaba aprender, que te costaba entender las cosas, ¿cómo te está limitando esa etiqueta?
Muchas son limitantes, pero nosotros seguimos ahí, encerrados en ella porque creemos que somos eso, sin darnos cuenta de que una conducta o un comportamiento concreto no definen lo que una persona es.
Así te limita lo que te han contado sobre ti
Unas veces, la mayoría, tenemos esa etiqueta porque otros nos la pusieron cuando éramos niños o adolescentes .
“Eres muy orgullosa”, “eres muy vergonzosa”, “no tienes fuerza de voluntad”…
Y otras veces porque nos la hemos puesto nosotros mismos.
“No me organizo bien”, “yo es que soy muy sincera”, “soy una impaciente”…
En cualquier caso, deberías hacerte mirar las etiquetas que llevas puestas porque:
·Te impiden crecer y evolucionar como persona.
Hacen que tengas que ser eso que crees que eres. Incluso, aunque no te guste ser así, de forma inconsciente te mantienes anclado a esa etiqueta para encajar en lo que se espera de ti.
Las etiquetas son como cadenas que te mantienen encerrada en un círculo imaginario del que crees que no puedes salir, porque te han dicho que eres así.
Y a más tiempo llevas actuando en base a una etiqueta, más fortaleces la creencia de que “yo soy así”.
·Perjudican tu autoestima.
Cada vez que te dices “soy muy lenta”, “soy insegura” o “soy demasiado sensible”, estás dañando tu autoestima.
Porque te crees que eres eso y que no puedes ser nada más.
Por ejemplo, algo que escuché hace poco en una sesión: “de pequeña siempre me decían que era muy torpe”. ¿Cómo crees que puede limitarle a una persona adulta esa etiqueta de cuando era niña? Pues, por ejemplo, en pensar que los que lo hacen bien son los demás o que los logros que ha alcanzado han sido cosa de suerte, “porque como soy torpe”.
·Te impiden ver la realidad tal y como es.
Las personas no encajamos en una única etiqueta todo el tiempo. Tal vez te sientas insegura en un área de tu vida, o en un momento determinado, pero es poco probable que te sientas insegura en todas las áreas de tu vida, todos los días y a todas horas.
Lo mismo que puede haber quien te diga que eres una persona seria y quien te diga que eres divertida. O que alguien te describa como tímido y otra persona como extrovertido.
Es decir, las personas somos de muchas formas, y no encajamos en una sola etiqueta. Porque cada persona es diferente en un ámbito a como lo es en otro.
En cada lugar elegimos como queremos comportarnos. Puede ser que en el trabajo prefiera mostrarme más seria y con mis amigos me muestre más payasa. Y de eso se trata, de que seas de tú quien eliges como eres en cada área, y no que la etiqueta te elija a ti.
·Incluso las etiquetas positivas pueden limitarte.
Pues sí, las etiquetas positivas también te hacen daño. Por ejemplo, si me han dicho que soy responsable, me exigiré ser responsable siempre, y me costará un montón salirme de esa etiqueta.
O si me han dicho que soy muy educada, tal vez me cueste ser asertiva y decirle que no a alguien, porque creeré que si lo hago ya no estoy siendo educada.
Lo mismo que si me han dicho que soy una persona muy comprometida, o muy disciplinada, o muy buena, o muy trabajadora, o generosa, o amable, etc.
Las etiquetas positivas generan unas expectativas sobre nosotros mismos y sobre los demás que nos pueden limitar tanto como las negativas, porque nos sentiremos culpables si no nos damos permiso pasar salirnos de esa etiqueta.
Cómo librarte de las etiquetas que te hacen daño
Lo primero, por supuesto, es que sepas qué etiquetas te han puesto y cómo te pueden estar limitando a día de hoy.
Recuerda que otros te las ponen, pero tú las aceptas, y ahora de adulto eres libre de elegir si mantenerlas o no. Lo mismo que eres responsable del lenguaje que usas contigo y del lenguaje que usas con los demás, también lo eres de las etiquetas que usas.
Así que, cuando las tengas identificadas, pregúntate:
¿Cómo me siento cuando me ponen esta etiqueta? ¿Qué resultados he obtenido / obtengo en mi vida con esta etiqueta?
Y si no te sientes bien ni obtienes los resultados que quieres, ¡entonces te sobra la etiqueta!
Así que sigue haciéndote preguntas…
¿Estoy basándome en hechos objetivos que me demuestran que esto es así? ¿O son mis creencias y mi manera de mirar la realidad lo que me hace verla así?
¿Cómo me limita creer que soy así? ¿Estoy segura de que siempre soy así? ¿Estoy 100% segura? ¿En qué situaciones no me comporto así?
Sabiendo que una conducta concreta es algo muy diferente a la forma de ser, ¿cómo quiero hablarme a partir de ahora? Por ejemplo, “el otro día me dio pereza ir al gimnasio”, en vez de “soy una perezosa”.
Y vete moviéndote hacia lo que quieres…
Por ejemplo, en vez de soy una persona “muy nerviosa”, voy a decirme que “puedo ser más tranquila”.
¿Cuánto lo quiero? ¿Cómo puedo conseguirlo? ¿Me siento capaz de estar más tranquila? ¿Qué pasos puedo ir dando para sentirme así?
Y siempre ten muy presente que:
1.Todo es subjetivo, depende de con quien lo compares. Por ejemplo, yo puedo ser trabajadora comparado con una persona y no serlo si me comparo con otra.
Por eso lo importante no son las etiquetas que te pones o te ponen, sino como tú te sientes con cómo te comportas en cada momento, y con los resultados que obtienes.
2.Nada es malo en un sentido absoluto. A veces ser egoísta o ser impulsiva puede ser estupendo. Porque lo que te limita no es lo que eres, sino lo que tú piensas sobre lo que eres.
Por ejemplo, otra de las etiquetas que me pusieron a mí de pequeña fue “caprichosa”. Y me costó muchos años validar eso en mí, pero ahora ya lo hago. ¿Qué es ser caprichosa? ¿Querer algo con muchas ganas? ¿Y qué tiene de malo? ¿Qué pasa por ser así si con ello no hago daño a nadie? De hecho, gracias a eso he conseguido muchas de las cosas que me he propuesto.
3.Nosotros no somos nuestras etiquetas. ¡Todos somos mucho más que una etiqueta!
Una etiqueta es un juicio que te enclaustra, ¡pero tú eres mucho más que eso!
No eres mala por haber tenido un mal pensamiento. Ni eres desordenada por haber dejado algo fuera de su sitio. ¡Eres mucho más que esa etiqueta!
Puedes ser divertida en unos momentos y aburrida en otros, buena en unas situaciones y mala en otras, ordenada en una cosa y desordenada en otra… No somos lo mismo todo el tiempo, ¡todos somos todo en algún momento! Nos etiquetamos con la mente, pero nuestra verdadera esencia es mucho más que eso.
4.Eres tú quien ha de elegir la etiqueta, y no la etiqueta a ti.
Seguro que alguna vez te han dicho que eres una persona muy alegre, y otras veces te habrán dicho que eres una persona seria. ¿Entonces cómo eres? Pues las dos cosas, seria y alegre, depende de lo que tú elijas en cada momento.
De eso se trata, de elegir una etiqueta como un recurso que nos ponemos de forma consciente en un determinado momento, igual que la que se pone un vestido, y no como una prisión de la que no podemos salir.
Si etiquetas a alguien, el problema te lo quedas tú
Si no quiero que me etiqueten a mí, ¿cómo puedo estar todo el día etiquetando a los demás?
Ni siquiera nos hace falta conocer mucho a alguien para etiquetarle. Somos capaces de cruzarnos un día con una persona y ponerle una etiqueta. “Es un maleducado”, “es antipático”, “es un borde”… y todo por un comportamiento concreto.
¿A quién etiquetas? ¿En qué situaciones sueles hacerlo? ¿Cómo te sientes con ello? ¿Cómo te limita?
Porque, por si todavía no habías caído, las etiquetas también perjudican tus relaciones con los demás, si te relacionas con ellos en base a las etiquetas que les has puesto.
Y esto pasa en todas partes… personas a las que hace años, meses o días les pusimos una etiqueta, y desde entonces nos relacionamos con ellas a través de esa etiqueta.
Mi hijo que es un vago, mi cuñada que es una desconsiderada, mi hermano que es un desastre, mi tía la que vive en picameflor… Y a partir de ahí, toda la vida tratando a esa persona en base a esa etiqueta.
¿Por qué no reciclar la etiqueta? ¿Por qué no mirar a la persona por cómo es a día de hoy?
Además de que lo importante no es si la persona se comportó así una, dos o tres veces. Lo importante es cómo te limita a ti eso en tu relación con ella. ¿Cómo te sientes cuando piensas que esa persona es así? ¿Cómo te comportas cuando piensas que esa persona es así? La etiqueta que le has puesto, ¿favorece o perjudica tu relación con ella?
Pues eso es lo importante.
Que trates a las personas como pueden llegar a ser, y no como crees que son.
Y que te trates a ti como puedes llegar a ser, y no como crees que eres.
…
¿De qué te has dado cuenta leyendo este post? ¿Qué etiquetas te pusieron? ¿Cómo te limitan a día de hoy? Puedes compartirlo conmigo en los comentarios aquí debajo.
Hola Vanessa,
Muchas gracias por tu escrito, ¡me viene de perlas!
He estado toda mi vida (45 años) cuidando de mi madre que SIEMPRE tiene algo. Aguantando sus órdenes (dignas del ejército) y sus malas formas conmigo. Soy la menor de 3 hermanas y ellas siempre se han escaqueado con la excusa de que “están casadas”, con el beneplácito de mi madre que pone la excusa de que “tienen maridos que atender…”.
Hace 2 años, después de múltiples toques por mi parte y no poder vivir mi vida, dije ” hasta aquí”, CONTACTO CERO.
El pasado domingo una de mis hermanas me llamó diciendo que llevo 2 años haciendo “lo que me da la gana” (literal) y de muy malas formas. Dice que está ” encantada” de cuidar de su madre, cosa que no me creo, porque es muy, muy egoísta.
Me dejó con mal cuerpo y volvieron los recuerdos de cuando, pese a hacer TODO por mi madre, ella decía que yo era mala y nunca, nunca conseguí su beneplácito, pese a pasarme la vida intentando complacerla.
Un abrazo
Hola, María.
Claro, el problema no es que estés haciendo “lo que te da la gana”, sino que NO estés haciendo lo que a todas ellas les daría la gana. Te doy la enhorabuena por haberte alejado de ese entorno que, ya lo ves, no podía ser más tóxico. Aquello no te hacía ningún bien ni tú te lo merecías. ¡Vive y goza de TU nueva vida, que ya te toca!
Ni se te ocurra echar la vista atrás por mucho que traten de manipularte con reproches y culpas que no son tuyas. Tú misma lo dices: nunca nada estaba a satisfacción de tu madre, así dejaras de lado tu propia vida -¡nada menos!- por atenderla y tenerla contenta. Y tus hermanas, entretanto, cómplices de un abuso que no quisieron cortar porque no les convenía hacerlo; ahora que han cambiado las tornas es cuando han saltado y se “han acordado” de ti. ¿No podían haber arrimado el hombro antes sin poner tanta excusa pasada de moda? ¿Seguro que la egoísta eres tú? ¡Ni caso, y a vivir!
Vive, en suma, la vida que quieres, mereces y te pertenece, no la que otras personas pretendan asignarte a su exclusiva conveniencia. En algún momento alguien te encasquetó una etiqueta y un rol por toda la cara y has hecho muy bien en sacudirte todo ese lastre de encima. Te admiro porque soy muy consciente de cuantísimo te habrá costado y de ciertas consecuencias desagradables e inevitables en estos casos; precisamente por todo eso sabemos bien lo valiosa que es la recompensa. Disfrútala y céntrate en ti. Solo en ti. 🙂
Mucho ánimo y suerte.
Hola María,
Muchas gracias por compartir. Entiendo lo que cuentas y que hayas decidido poner límites. Felicidades, has sido muy valiente. Lo importante ahora es cómo te sientes con ello. En mi opinión, la relación con la familia de origen es la que más energía nos consume y la que más condiciona después nuestra vida, por eso creo que cuando ha habido dolor es muy importante trabajarlo. Muchas veces los padres, con la mejor intención o porque no saben hacerlo de otra forma o porque eso es lo que les enseñaron a ellos, no nos hacen sentir aceptados ni queridos. Y creo que cuando eso pasa es importante hacer una terapia para, por un lado, reconstruir esa autoestima dañada y, por otro, hacer un trabajo de comprensión y perdón hacia ellos. Que no implica que tengas que volver a tener relación con tu madre, pero sí que ya no lo vivas desde el sufrimiento y te sientas en paz contigo misma. Ese es siempre el objetivo, la paz y el amor a ti misma.
Respecto al post, observa las etiquetas que te pusieron y también las que les puedes haber puesto tú a tu madre o a tus hermanas, y cómo eso te potencia o te limita. Recuerda que no eres lo que los demás te dicen o te han dicho. Que tú eliges quien eres en cada momento y que lo importante es que te sientas bien con ello.
Un abrazo grande,
Vanessa
Mi caso era el típico “elefante en medio del salón”, ese que está ahí, pero que nadie ve.
Es duro, muy duro tener a 2 hermanas mayores que yo (5 y 10 años respectivamente), y que se hayan apoltronado, siguiendo directrices de la matriarca (así la llamo yo). Es muy duro que te digan en tu cara que es tu obligación atenderla porque tus hermanas ” tienen marido que atender” (literalmente).
La única preocupación que tengo ahora es que se muera (si no muero yo antes, porque ella es la ETERNA enferma) y que no se me avise. El resto, me importa un bledo.
Ahora dice que está en silla de ruedas, no sé si creerle, y me llamó hace unos días para “arreglar las cosas”. No quiero, porque sé que sería volver a lo mismo. Esta gente NO cambia.
Hola María,
Está bien que tengas claro lo que sientes y cómo quieres comportarte, siempre que sepas que lo haces desde el amor a ti misma y no desde el rencor a los demás. Lo que sea que decidas, que lo hagas de forma consciente y desde tus valores. Siendo así sabrás que pase lo que pase puedes sentirte bien contigo misma. Que todo está bien, porque así lo has decidido. A partir de ahí hay una parte que no depende de ti. Pero si de alguna manera te sigue doliendo te animo a que lo trabajes con un profesional para resolverlo en ti.
Un abrazo,
Vanessa
En resumen, no hay por qué juzgar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos Hay que dejar la puerta del juicio abierte para ese momento que estamos viviendo y resolverlo en el acto. Creo que es una buena lección lo expuesto aquí, no hay que poner etiquetas ni ponérnosla a nosotros mismos. Me ha gustado.
Muchas gracias, Alicia. Los juicios, en muchas ocasiones, son la puerta del sufrimiento. Si dejáramos de hacer juicios sobre todo, sobre nosotros, sobre los demás, sobre la vida, creo que desaparecería el sufrimiento que nosotros mismos nos provocamos.
Un abrazo,
Vanessa
¡¡¡Gracias Vanessa!!!! Me etiquetaron un montón mis padres, torpe, lenta, ingenua, y le di mi poder a los demás. Vengo trabajando en ello ya hace un año atrás. Tus post los leo, todos han sido muy valiosos, y ya soy dueña de mi poder y consciente de que somos 100% responsables y creadores de nuestra realidad. Un abrazo.
Qué bien, Eliana. Me alegro mucho de que estés empoderándote y haciéndote responsable de ti y creadora de tu realidad. Felicidades :-).
Un abrazo,
Vanessa
Hola! Por un lado, si por ejemplo tienes a alguien tóxico y le etiquetas así, te potencia, pues sabes que no puedes confiar en ella y tienes que ir con cuidado. Por otro lado, me limita, me pongo nerviosa cuando estoy cerca de ella y me bloqueo. Para mi lo difícil es encontrar el equilibrio, entre la parte potenciadora de la etiqueta y la limitadora. La etiqueta te ayuda pero a la vez te tensa…
Hola María,
En mi opinión cualquier etiqueta te limita porque hace que te cierres a ella y que no veas más allá. Creo que lo que funciona, en vez de eso, es volver la mirada a ti, en vez de estar mirando al otro. Por ejemplo, en el caso de la persona en la que crees que no puedes confiar, ¿cómo quieres sentirte cuando estés con esa persona? ¿Cómo quieres comportarte tú? ¿Desde dónde quieres relacionarte con ella? Desde la tranquilidad, desde la seguridad, desde la confianza en ti, desde la asertividad… Eso hace que lo que pienses de esa persona no te limite ni condicione tu relación con ella, porque el foco lo pones en ti y en cómo quieres ser y responder tú.
Un abrazo,
Vanessa
Hola Vanessa!!
Me has hecho reflexionar y creo que tienes toda la razón, cómo buena alumna he aceptado todas las etiquetas que me han puesto durante toda mi vida, “eres muy tímida”, “me callo a todas”, “parezco tonta”…, y lo cierto es que a estas alturas creo que todo ha sido cierto.
Quizás mi vida hubiera sido muy diferente y por tanto más feliz si no hubiera sido así.
Gracias siempre por el post.
Un abrazo
Mila
Hola Mila,
Muchas gracias por compartir. De lo que ha sido ya no puedes cambiar nada, pero sí aprender de ello y elegir lo que quieres para ti a partir de ahora. Tomar conciencia de cómo unas etiquetas te potencian y otras te limitan, y elegir aquellas que te potencien y te hagan sentir bien.
Un abrazo,
Vanessa
Hola
A mi me han etiquetado todos, desde los seudo médicos para mi que te j…. Y salvan a la empresa. La “Familia” deseando que yo acabe con mi existencia. Cuando intento tener amistades me venden igual. La gente no es confiable, dicen serlo pero no lo son. Me siguen etiquetando, tengo 46 años y sigo sola. Te etiquetan para manipularte.
Hola Trinidad,
Siento mucho que te sientas así. Cuando hay dolor es importante trabajarlo, para que no se convierta en sufrimiento. Recuerda que cómo nos sentimos no depende tanto de los demás como de nosotros mismos, de cómo interpretamos y respondemos a lo que nos pasa.
Un abrazo grande,
Vanessa