¿Cuántas de las cosas que haces te pasan desapercibidas y no las valoras, porque son tu obligación y lo que se supone que tienes que hacer?
Piénsalo: desde que te levantas hasta que te acuestas. Que vas y que vienes, que haces esto y lo otro, que subes y que bajas, que llevas a los niños a un sitio o recoges a tu madre de otro, que te pones con una cosa a la vez que solucionas otra, que terminas esto y te acuerdas de aquello, y te pones, resuelves una cosa y sigues con la siguiente, y unas te salen mejor y otras peor, pero tú sigues, y sigues, y sigues…
Y, ¿lo valoras? ¿Valoras todo eso que haces cada día? O, más bien, ¿lo das por hecho porque es lo que se supone que tienes que hacer?
Pero, espera, que puede ser aún peor…. Porque, ¿qué pasa si no llegas a algo o no te sale bien? ¿Te lo recriminas y te sientes culpable?
Aaays, ¡cuánto valor nos quitamos a nosotras mismas! De muchas maneras, casi todas sutiles e inconscientes.
Y una de ellas, algo que observo mucho en mis coachees (si tú también quieres trabajar conmigo, puedes rellenar este formulario), es esto de no valorar todo lo que hacen porque es “lo que se supone que tienen que hacer”.
Y, como es su deber y su obligación, como es lo que se supone que tiene que ser, ni se lo reconocen, ni lo celebran, ni se premian por ello.
Te cuento algunas de las cosas que me dicen cuando empiezan a darse cuenta de esto:
“Me paso el día cumpliendo con todo, pero no me felicito ni lo disfruto”.
“Siempre me pido más, como que nada es suficiente, como si no me mereciera valorarlo”.
“Donde los demás ven mil logros y me los valoran, yo solo veo que he hecho lo que tenía que hacer”.
¿Lo ves? Es como que tuviéramos que subir el Everest todos los días para valorarnos. Y, a veces, ni con esas, porque hay personas cuya vida es un ajetreo semejante a subir un pico de tres mil metros cada día, pero les parece lo normal y lo que tienen que hacer.
Como si, para valorarte, no fuera suficiente motivo que te levantas de la cama cada mañana.
(Y síiii, es motivo más que suficiente para estar orgullosa de ti).
O como le pasaba a una coachee, que se levanta todos los días a las 5 y media de la mañana para hacer media hora de bicicleta, ¡¡¡y no lo valora porque le parece normal!!!
“Tengo la sensación de que tener un trabajo, haber sacado unos estudios con buenas notas o tener una casa pagada fuera lo más normal del mundo”, que me decía la misma coachee.
(Pues no, no lo es. Pero, aunque lo fuera, ¡te mereces valorártelo igual!).
Que parece que si los demás también lo hacen ya no tiene mérito que yo lo haga.
Que parece que fuera nuestra obligación ir siempre con la lengua fuera, y todo lo que esté por debajo de eso es ser unas vagas y unas inútiles.
¿Te das cuenta de cuánto nos explotamos a nosotras mismas?
Y en esto me reconozco un poco, siempre con la agenda cargada de un millón de cosas, y si de pronto tengo un día tranquilo es como que tengo que llenarlo para sentirme productiva y eficiente… Supongo que porque siempre vi a mi madre corriendo de un sitio para otro…
¿Cuánto de esto llevamos las mujeres en nuestra mochila? ¿Cuánto esfuerzo, cuánto sudor y cuánta exigencia cargamos porque es lo que hemos visto desde pequeñas?
En mi caso, es algo en lo que he ido mejorando, y cada vez disfruto más de parar, de no hacer nada, de no tachar nada de la agenda y de no estar siempre haciendo y haciendo…
De hecho, precisamente de ahí ha nacido una decisión que he tomado hace unas semanas y que tiene que ver con este blog. Y es que, en los casi diez años que hace que escribo en él, solo he dejado de publicar un jueves, el día que murió mi madre. ¿Valoro mi grado de compromiso, o pienso que es mi obligación y lo que tengo que hacer? Pues justo valorarlo ha sido lo que me ha llevado a decidir que este verano, por primera vez, me voy a tomar al menos un par de semanas de vacaciones sin publicar en el blog. Olé, olé y olé :-).
Que porque me resulte fácil escribir y porque me encante hacerlo no deja de tener mérito esa constancia y ese compromiso (algunos post me llevan más de ocho horas…).
Que no, que no hace falta que quedemos exhaustas en cada cosa que hagamos para valorarla y sentirnos orgullosas de ella.
“Supongo que hay cosas que no las valoro porque pienso que cualquiera puede hacerlo o porque, aunque desde fuera se vieran importantes, a mí no me había supuesto un esfuerzo tremendo conseguirlas”, que me decía otra coachee.
Ya, pero es que por que algo te resulte fácil o no te cueste, ¡no significa que no tenga valor hacerlo! Lo sigue teniendo, ¡claro que sí!
Sentarte a escuchar a tu hijo después de un día sin parar es de valientes, te cueste o no te cueste.
Exponerte ante alguien y decirle lo que sientes o lo que piensas es de valientes, te cueste o no te cueste.
Levantarte cada mañana, incluso aunque muchos días no te apetezca, es de valientes, te cueste o no te cueste.
¡Hasta hacerte un zumo de naranja puede ser de valientes!
Y todo lo que a ti se te ocurra de tu caso particular, también es de valientes.
Cualquier cosa que elijas hacer, por muy fácil que te resulte, es de valientes, porque estás eligiendo hacerla cuando podrías no hacerla. Y solo por eso ya te mereces valorarlo.
Así que vale ya de que lo que haces y lo que te sale bien es que “es mi obligación” y lo que no haces o lo que te sale mal es que “soy un desastre y no sé hacer las cosas”.
Como, por ejemplo, una madre separada que no se valora todo lo que hace ella sola, porque se supone que es su responsabilidad y lo que tiene que hacer, pero en cambio se culpa y se machaca si se equivoca en algo o si no llega a algo.
¡Ay, ay, aaaaaaay!
Y vale ya de que lleves mucho tiempo diciéndote que tienes hacer algo y machacándote porque no terminas de hacerlo, pero resulta que si un día por fin te pones y lo haces, no lo valoras porque ya lo deberías haber hecho hace tiempo.
¿De verdad crees que así te vas a motivar para, la próxima vez, procrastinar menos?
Como una coachee que llevaba dos años queriendo ordenar un armario y, cuando por fin en tres semanas se había puesto cuatro veces le parecía algo insignificante, y no paraba de decirse que debería estar haciendo más.
¡Vale ya de ese maltrato y esa explotación a nosotras mismas!
Que, ¿sabes lo que pasa cuando nos valoramos así de poco? Que nos cuesta digerir el reconocimiento de los demás.
Que si nos dicen algo bueno lo rechazamos porque pensamos que no nos lo merecemos o porque nos decimos tan pocas cosas bonitas que estamos meganecesitadas de que nos las digan los demás.
“Antes cualquier comentario que me hicieran me afectaba mucho. Si era malo, porque era malo. Y si era bueno, porque era lo que tenía que hacer y no me merecía que me lo valoraran”, que me decía un coachee, porque, sí, algo de esto también les pasa a los hombres.
Y, ya puestos, antes de terminar voy a decirte otras dos maneras en las que nos quitamos valor a nosotras mismas:
1.Cuando no nos permitimos lo que necesitamos si no está justificado que necesitemos eso, como si el simple hecho de necesitarlo no fuera suficiente. Como si nuestras necesidades no fueran importantes o legítimas hasta que no caemos desfallecidas.
Y sigo con mi ejemplo personal. El decidir que este verano me tomaría unas vacaciones en el blog nació de una necesidad de descansar, porque me di cuenta de que este año estoy muy cansada y lo necesito. Y al sentir eso mi automatismo es empezar a razonar por qué estoy tan cansada y qué ha pasado este año para que me sienta así, como si necesitara encontrar un motivo de peso que justificara mi necesidad de descansar.
¿Lo ves? ¿Ves como muchas veces tenemos que enfermar o rompernos una pierna para permitirnos parar? Como si el hecho de sentir que necesitas algo no fuera motivo suficiente para satisfacer esa necesidad.
Pues sí, si lo es, y no necesitas que nadie te de permiso, debería valer con que te lo reconozcas tú.
2.Cuando le quitas valor a lo que estás sintiendo y te dices que no deberías sentirte así.
Por ejemplo, si te sientes mal por algo y te dices que no deberías sentirte así, que deberías animarte, que no es para tanto, que deberías valorar más lo que tienes o que no te debería afectar de esa forma…
Pues mira: la cosa es que te está afectando y te estás sintiendo mal, y no te valoras nada cuando, en vez de legitimar lo que sientes, quieres dejar de sentirte así.
Ya te he contado muchas veces que lo que sientes siempre está bien, y lo que necesitas hacer con ello es escucharlo y gestionarlo, pero no querer cambiarlo.
Valorarte también es eso, también es dejarte sentir lo que estás sintiendo, respetarlo y abrazarte hasta que se pase.
También es darte lo que necesitas sin que tenga que estar justificado, y simplemente porque te lo mereces.
Y también es valorar tooodo lo que haces, aunque te resulte fácil y aunque sea tu obligación o lo que se supone que tienes que hacer.
…
¿Qué? ¿De qué te has dado cuenta al leer el post? Si quieres contarme tu experiencia, puedes hacerlo en los comentarios aquí debajo.