¿Se puede estar en una relación de pareja con los ojos cerrados? Sí, se puede.
¿Cómo si llevaras una venda en los ojos? Sí. Y es bastante frecuente.
Fíjate que hablamos mucho de cuando nuestra pareja nos ha engañado, con una tercera persona o como sea, y creo que son muchas más las veces en que el engaño viene de una misma.
(En realidad estoy segura, pero me parece más diplomático decir que “lo creo”).
Claro, cuando no queremos que algo nos produzca dolor, nos asuste, nos enfade o nos ponga tristes, una estrategia muy útil es hacer como que no pasa nada o disfrazarlo de otra cosa.
En plan, “lo que no veo, no existe”.
Hay mil formas de autoengaño posibles y me podría volver loca queriendo adivinar la tuya sin ni siquiera conocerte.
Pero te voy a contar diez formas de autoengaño en la pareja que suelo ver bastante en mis coachees, a ver si alguna te hace click…
(Aviso que hace falta estar dispuesta a guardar la venda en un cajón para darte cuenta de que la llevas puesta… Son pocas las ocasiones en las que las vendas se caen solas).
1.Contarte cuentos (para poder sostener eso).
En plan, que “cuando resolvamos este tema de la casa”, o “cuando tengamos un bebé”, o “cuando él ya esté bien en el trabajo”…, entonces, “volveremos a estar bien”.
O “nosotros no somos como otras parejas. No necesitamos dormir juntos para sentir que estamos bien”.
O “a él le gusta mucho salir y yo siempre me quedo sola en casa. Lo paso mal, pero entiendo que está bien que cada uno tenga su vida y que no debería ponerme así. Tendría que dejarle que haga lo que quiera”.
O que tengas una aventura con alguien y contarte que no tiene importancia, que es algo pasajero (y que ya lleves en el “algo pasajero” tres años).
Ahora me acuerdo de una coachee cuya pareja la trataba fatal, la gritaba, la menospreciaba, no tenía en cuenta sus necesidades y la insultaba cada vez que discutían. Y ella me decía “bueno, por lo menos no ha hecho nada feo como estar con otra” 😮.
2. Mirar hacia otro lado.
Véase, darte cuenta de que tu pareja se aísla para hablar por teléfono, que eso que te dijo el otro día de a dónde había ido no tiene sentido, que hace mucho tiempo que no tenéis relaciones sexuales… Y mirar para otro lado.
Por ejemplo, “no debería desconfiar de mi pareja ni ponerme celosa porque una amiga le dé me gusta a sus fotos o le mande un mensaje de madrugada”.
Pues depende. Igual sí deberías desconfiar…
3. Esperar que el olmo te de peras.
Sí, hay personas que están en una relación esperando “que haya cariño, cercanía, que hablemos de lo que nos pasa, sentir sus ganas y su interés, hacer cosas juntos, reírnos, disfrutar, sentirme importante para el…”.
Sin darse cuenta de que están con alguien que no puede, no sabe o no quiere dar eso.
De que están en una relación en la que ni siquiera hay una base de cariño, confianza, respeto o ternura.
Y, ¿qué va a pasar si tú te quedas esperando que un olmo te dé peras? Pues que más vale que esperes sentada.
4. Hacer como que a ti eso te va bien (aunque, en el fondo, sepas que no).
Lo que viene a ser, obligarte a que te guste esa persona como es y adaptarte a lo que te ofrece, aunque no sea lo que tú quieres.
Por ejemplo, “él parece que no quiere compromiso y yo sí quiero una relación, así que por ahora estamos fluyendo a ver qué pasa”.
O “estamos bien, nos entendemos, nos ayudamos, nos apoyamos… Él tiene sus cosas y me gustaría que tuviéramos más momentos de pareja, porque a veces le siento más como a un amigo con el que comparto piso que como a una pareja. Pero mal, no estamos”.
5. Normalizar que una pareja funciona así.
Por ejemplo, con uno de los dos siempre quejándose de lo que hace el otro y diciéndole lo que hace mal, porque así fue como viste que se relacionaban tus padres y porque para ti es lo normal.
6. Resignarte a que te falte algo.
Véase, resignarte a no tener pasión, intimidad o sexo en tu relación.
O a no poder hablar con tu pareja de las cosas que son importantes para ti.
Porque, como cada vez que habláis termináis discutiendo, pues te cuentas que la comunicación no es tan importante en una relación y que no pasa nada por no hablar.
7. Llevar una venda puesta.
Y no nombrar lo evidente, lo que cualquiera vería y tú no ves.
En plan, “¡buf! Mi pareja es una persona muy agresiva. Si nos separamos me daría miedo, ¡no le quiero como enemigo!”.
Como si fuera lo más normal del mundo dormir con alguien que sabes que estaría dispuesto a hacerte daño…
8. Hacer oídos sordos a las señales de cómo te sientes.
Por ejemplo, que llegas a casa y abres la puerta y sientes una alegría tremenda cuando das dos vueltas a la llave, porque eso significa que tu pareja no está.
O, como me decía una coachee, “me he dado cuenta de que llevo mucho tiempo aceptando cosas que no debía aceptar, obviando lo que yo sentía y conformándome con poco. Estaba mal, pero no lo veía o no lo quería ver”.
9. Dar mucho (a ver si así se arreglan las cosas).
Es decir, me falta algo en esta relación y siento que doy más que recibo. Pero, como no sé qué hacer, lo que hago es dar cada vez más, con la fantasía de que, si sigo dando, llegará un momento en el que se dé cuenta de todo lo que le he dado y me empiece a dar a mí.
¿Un pozo sin fondo? Pues eso.
10. Asumir que la culpa es tuya.
En plan que, lo que no funciona en la relación, es por tu culpa.
Por tu falta de autoestima, por tu dependencia emocional, por tus carencias y tus inseguridades, por tu carácter, por tu manera de decir las cosas o porque te enfadas fácilmente…
“Si yo dejara de tomarme las cosas tan a pecho y a lo personal y tuviera más seguridad en mí misma, estaríamos bien”.
“Es que soy yo que levanto la voz muy rápido y me altero enseguida y lo digo de mala manera”.
“Le digo algo que me molesta, como cuando está con el móvil mientras comemos, y se enfada y me echa en cara cosas que hago yo. Y pienso que igual tiene razón, que yo también tengo lo mío”.
“Se que soy muy sensible y, cuando se pone a la defensiva o me grita, me bloqueo y ya no sé ni lo que digo”.
“La solución sería que no me hicieran tanto daño sus comentarios hirientes y, así, no explotar como exploto, que me pongo como una posesa y después me quedo fatal”.
Claro, a veces la única manera de sostener una relación es cuestionarme a mí misma y decirme que es por mí.
Porque, si la culpa es mía, entonces está en mi mano que esto funcione y la solución depende de mí.
¿Te suena? Porque es bestial la cantidad de veces que escucho este tipo de argumentos.
Y claro que puede haber algo de todo eso, de tus inseguridades, tu mal genio o tus expectativas.
El problema es que los árboles no te dejan ver el bosque y te engañas viendo solo tu parte del pastel. Y el otro, seguro, también tiene la suya.
…
Resumiendo,
O te crees que para que estéis bien el otro tiene que cambiar, y te quedas, y te quedas, esperando a que cambie.
O te cuentas que para que estéis bien la que tiene que cambiar eres tú. Y te esfuerzas, y te esfuerzas, cueste lo que cueste.
O te desconectas de lo que sientes, miras para otro lado y haces como que aquí no está pasando nada.
Así puede ser la venda que llevas puesta (si es que la llevas puesta).