A veces queremos que las cosas funcionen de un día para otro.
Y no es así.
A veces buscamos soluciones mágicas que lo cambien todo en un segundo.
Y no es así.
A veces nos desesperamos porque algo no está saliendo como nos gustaría, y hasta nos planteamos tirar la toalla.
Y no debería ser así.
Si pienso en los logros de los que más orgullosa estoy en mi vida, como sanar la relación con mi madre, aprender a quererme y gustarme como soy, o ser la dueña de mi vida, todos han necesitado de paciencia, perseverancia y constancia.
Vamos, que no se hizo Roma en un día.
Que las prisas no son buenas para (casi) nada.
Que todo lleva su tiempo y que éste no es el mismo para todos.
Que cuando parece que nada cambia, en el fondo sí está cambiando algo…
Que un tropiezo no es más que eso, un tropiezo en el camino.
Que si te comprometes con todo tu Ser tarde o temprano las cosas llegan.
Y, sobre todo, que si pierdes la confianza has perdido la batalla.
Como dice este maravilloso cuento…
EL HELECHO Y EL BAMBÚ
Un día decidí darme por vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? -le pregunté.
-Mira a tu alrededor -me respondió-, ¿ves el helecho y el bambú?
-Sí -respondí, mirando el tallo del bambú, alto, fuerte y robusto, junto a los helechos que se extendían a sus pies.
-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho creció rápidamente. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú.
En el segundo año, el helecho creció más brillante y abundante. Y, nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el cuarto año, siguió sin salir nada de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el quinto año, un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el frondoso helecho, era aparentemente muy pequeño e insignificante.
El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
Asentí con asombro.-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, sin que aparentemente pasara nada, realmente has estado echando raíces? -le dijo el anciano y continuó-. No te compares con otros. El bambú tiene un propósito diferente al del helecho; sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso… Tu tiempo llegará y ¡crecerás muy alto!
-¿Cómo de alto? —quise saber.
-¿Y cómo de alto será el bambú? —me interrogó como respuesta, continuando con su habitual práctica.
-¿Tan alto como pueda…? —indagué.
-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes. Quizá sólo estés echando raíces…
En definitiva, cuando te desesperes por que algo no llega, confía, persevera y sigue esforzándote. Ahí está la clave, en saber que dentro de ti estás echando raíces…
¿Qué me dices? Si piensas en los logros más importantes de tu vida, ¿llegaron de un día para otro? ¿O te supusieron compromiso, paciencia y perseverancia? Me gustaría mucho que compartieras tus reflexiones conmigo en los comentarios aquí debajo.
Pues sí, buena reflexión del cuento, cinco años, pero si son 30 y no ves que haces nada bien y todo se tuerce, tu camino se enreda, tus pasos guían por las desgracias y metes la pata en las decisiones a realizar que haces, con todo eso y lo peor para mí sob los recuerdos tan horribles que deja sembrados. ¿Cómo los borras?
Hola Maria Isabel,
Creo que no importa el tiempo que pase, sino la confianza y el amor que le pongamos a la vida y a cambiar nuestro rumbo, cuando éste no es el que nos gustaría… No me cuentas mucho sobre ti y es difícil responderte así, pero te diría que lo que nos ha pasado, más que para recordarlo, es para aprender de ello y a partir de ahí mirar hacia adelante.
Espero de corazón que encuentres tu camino :-).
Un abrazo grande,
Vanessa
Muy buen artículo, me he sentido totalmente identificada. Estoy pasando por un proceso de introspección del que creo que saldré reforzada y renovada y esta lectura me anima a seguir con él 🙂
Felicidades, Juncal. Me alegro mucho de que te haya servido para seguir avanzando… te deseo lo mejor en tu proceso.
Un abrazo cariñoso,
Vanessa
Cuanta razón lleva. Las cosas llegan justo en el momento que tienen que llegar. Por mucho que uno quiera obtenerla ya, solo será cuando este predestinado a ser.
Totalmente de acuerdo, Yolanda. Ni antes ni después, todo llega cuando ha de llegar…
Un abrazo grande,
Vanessa
¡¡Gracias!! Un día perdí mi camino y estas lecturas son pequeñas migajas que sigo para encontrarlo de nuevo. Es fenomenal poder leerte, me impregnas el alma….
Qué preciosas palabras, Alejandra. Te las agradezco de corazón, también han impregnado mi alma :-).
Un abrazo cariñoso,
Vanessa
Me ha gustado mucho el ejemplo que nos has presentado y la forma de cómo lo has expuesto. Me siento muy identificado con el personaje, pero cuando las prisas son monetarias para pagar impuestos y deudas les digo a los acreedores despacito que esperen muy despacito.
Vanessa, no siempre depende de uno, también depende de los demás.
Muchas gracias, Joaquín. Este post es para esa parte que sí depende de uno mismo, de que se sepa esperar, confiar, de que se siga esforzando, de que mantenga la esperanza, de que continúe haciendo lo que sabe que tiene que hacer para llegar a donde quiere llegar… De todo eso :-).
Un abrazo grande,
Vanessa
Hola Vanessa!
Muy buen artículo. Y la metáfora detrás del cuento que explicas es muy acertada!
A veces, el deseo de tener resultados nos hace olvidar que hay que ir sembrando para poder recoger. Y cuando no vemos esos resultados deseados podemos estar tentados de tirar la toalla. Y es posible que abandonemos justo cuando, un pasito más allá, podríamos encontrar aquello por lo que hemos estado luchando.
Así que, yo soy de las que piensan que siempre es pronto para abandonar.
Muchas gracias, Salva. Qué bueno eso de que siempre es pronto para abandonar, me ha encantado :-).
Un fuerte abrazo,
Vanessa
No sabes lo refrescante que ha resultado este artículo para mi alma, justo en este momento en que me siento que no pasa nada y el tiempo no se detiene a esperarme. Ahora entiendo que estoy echando raices, estoy creciendo internamente incluso en los días más tranquilos.
Se necesitan más personas como tu en este mundo.
Un beso enorme y un cálido abrazo.
Muchas gracias, Luz. Me alegro infinitamente de que te haya servido para comprender que estás creciendo y echando raíces… Y confiar en que todo llegará.
Un beso enorme y un abrazo cariñoso de vuelta,
Vanessa
Todo esto está muy bien en cuanto a retos y propósitos pero cuando te encuentras con obstáculos insalvables como son los que ocurren hoy en día, cada vez mas y mayores; como por ejemplo el hecho de que en este País, las personas ya de cierta edad, por mucho que luchemos, lo tenemos casi imposible. Con eso, difícilmente no se puede luchar.
Debes de ser una persona con recursos e imaginación inagotable. De esas que por muchas puertas que se cierren en su camino, abre miles de ventanas. Por muchos obstáculos que se interpongan no se cansa de saltar y de sortearlos.
Lo siento, pero hay veces, que el desánimo te abate y al final el bambú se resquebraja totalmente y se rompe. Todo en la vida tiene un grado de tolerancia. Todo. Al final puedes estirar mucho una cuerda, pero la tensión termina por romperla.
Así que creo que no todos tenemos una fuente inagotable de fuerza interior que no se cansa nunca de luchar.
Todas las cosas y todas las personas tenemos un limite. Ese limite cuando se sobrepasa, puede venir cualquier cosa. Pero si, todo esto suena muy bonito y es maravilloso en la filosofía pero en la práctica, cada persona somos un mundo y cada circunstancia de cada uno, una vivencia con un sentido particular y manera individual de interpretarla y de sentirla.
Hola Alberto,
Claro que las personas tenemos un límite… Pero también creo que cuando alcanzamos ese límite es para que nos superemos y lleguemos aun más allá. Sí creo que tenemos una fuerza interior inagotable. No que uno nunca pueda cansarse de luchar, porque es bueno ser comprensivo y compasivo con uno mismo, pero sí que uno siempre puede ser capaz de seguir adelante. Y, a partir de ahí, cada persona y cada circunstancia es diferente… Yo no puedo comprender por lo que pasa alguien que pierde a toda su familia en un accidente de tráfico o alguien a quien le matan a un hijo. Tan solo hablo de las circunstancias complicadas o dolorosas por las que pasamos las personas. En esas sí creo que hay que mantener la esperanza y la confianza en que todo llegará…
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Y qué pasa si llevas décadas esperando y te haces vieja… ¿Vas a esperar al día antes de que la palmes? El cuento tiene una bonita enseñanza, pero… ¿cuándo han pasado más de 15 años? ¿Cuándo se han intentando diferentes formas para obtener un resultado y por increíble que parezca, siempre es un fracaso? Personalmente la experiencia en mi caso (nunca extrapolo a la vida de otras personas, por que siempre he pensado que estoy gafada o que la vida, karma o “X” disfruta ensañándose conmigo, entre otras teorías, porque no logro hayar una explicación a tanta mala suerte o puertas cerradas).
No, yo ya no puedo confiar, ni en mí ni en la vida, porque la experiencia, el histórico, me ha enseñado muy bien que no debo hacerlo. Tengo casi un doctorado en ese tema… Es triste porque no me gustaría que fuera así, pero soy desgraciadamente humana (maldigo la hora que nací, puede que mi mala suerte sirva para equilibrar la vida de felicidad de otra persona… una teoría que se me ha ocurrido para explicar tan mal fario basándome en el equilibrio sobre el que funciona el universo). En ningún momento digo que esta teoría es cierta… solo es producto de mis cabilaciones para encontrar algún tipo de explicación a la injusticia y la mala suerte que sufrimos algunas personas….
Gracias por leerme.
Te diría que si llevas tiempo intentando conseguir algo, y lo has intentado de muchas formas y no hay manera, tal vez ese objetivo no sea para ti o el obstáculo que te impide conseguirlo es interior, por ejemplo que inconscientemente crees que no te lo mereces o que no confías lo suficiente en ti. A veces somos muy puñeteros con nosotros mismos con tal de que nada en nuestra vida cambie ;-).
Un abrazo grande,
Vanessa