¿Cuántas veces has sido protagonista de un “teléfono estropeado”? Sí, sí, uno de esos momentos en los que cada uno va contando su versión de los hechos y al final lo que realmente pasó ya tiene poco que ver con lo que se está contando… Pues nosotros en nuestra mente también tenemos un teléfono estropeado. Se produce cada vez que a partir de un hecho empezamos a enlazar suposiciones y construimos nuestra propia historia. Nos imaginamos como ha sucedido todo y lo damos por válido. Ni la más mínima duda al respecto. Y así queda fijado en nuestra mente. Pero la realidad, casi siempre, es muy diferente…
EL CONEJO Y EL PASTOR ALEMÁN
Esta es la historia de dos vecinos que eran buenos amigos y que decidieron comprarles a sus hijos sendas mascotas. Uno compró un conejo, mientras que el otro compró un cachorro de pastor alemán. El primero protestó pensando que el perro se comería a su conejo, pero el otro objetó diciendo que, al ser ambos cachorros, crecerían juntos y llegarían a hacerse amigos. Y así fue. Era normal ver al conejo jugando en el patio del perro y al revés.
Un día, el dueño del conejo fue a pasar un fin de semana en la playa con su familia y dejaron al conejo en casa. El domingo por la tarde, el dueño del perro y su familia tomaban la merienda, cuando entro el pastor alemán a la cocina. Traía el conejo entre los dientes, muerto y todo sucio de tierra.
¡Qué horror! Rápidamente culparon al perro y empezaron a echarle la bronca. ¿Qué iban a hacer? En pocas horas llegarían los vecinos ¿Que les iban a decir? Lo primero que se les ocurrió fue bañar al conejo y dejarlo bien limpito para que, por lo menos, los niños pudieran despedirse de él. Así hicieron y después lo dejaron en su casita del patio. Apenas llegaron los vecinos, oyeron a los niños gritar y uno de ellos fue corriendo hasta la casa cercana para contar lo que había sucedido: “!El viernes antes de irnos el conejo se murió y lo enterramos y ahora al volver lo encontramos nuevamente en su casita!”.
Me encanta esta historia. Me impactó la primera vez que la leí, ya ni sé dónde. ¿Te lo imaginas? Seguramente el pobre perro encontró a su amigo enterrado y se lo llevó a sus dueños… Pero lo que ellos supusieron que había sucedido fue algo completamente diferente.
¿Y tú? ¿Cuántas veces dirías que has sacado conclusiones precipitadas como los protagonistas de esta historia? Ya te digo yo que muchas ;-). Porque, hasta que no nos hacemos conscientes de ello, nos pasa a todos mucho más a menudo de lo que imaginamos, sobre todo en nuestras relaciones personales.
Por ejemplo, supongamos (y no me hace falta suponer mucho, he vivido varias situaciones de éstas 🙂 ) que estoy cenando en un restaurante con mi pareja y que al final de la cena él no me pregunta si quiero postre. “¿Cómo es posible? ¡Si sabe que me encanta el postre! Eso es que no quiere que lo tome… ¿Será porque no quiere que engorde? Claro, es porque cree que estoy gorda. Y ya no le gusto. Seguro que se está desenamorando… ¡Eso es! Ya no me quiere y está pensando en dejarme…”. Y sigo y sigo construyendo en mi mente mi propia versión de lo que está pasando. Hasta que paro y pongo cara de cactus y de “no me toques que muerdo”. Y el pobre sin enterarse de la que se está liando en mi cabeza…
¿Te suena haber vivido situaciones similares? La cosa es que, aunque a veces nos pase desapercibido, todos nos montamos películas de este tipo alguna vez. Por inseguridad, por esa tendencia a ver siempre lo negativo, por miedo al rechazo… Y eso, tan común en nuestro día a día es lo que en Coaching se llama escalera de inferencia, que no es otra cosa que la interpretación que cada uno hace de un hecho, dependiendo de cuáles son sus experiencias anteriores, sus miedos, sus creencias, etc. En el caso anterior, lo único objetivo es que mi pareja no me ofreció postre. Ese es el hecho. Y a partir de ahí yo voy subiendo por la escalera y pasando de un hecho a un montón de interpretaciones que me llevan a concluir que si mi novio no me preguntó si quería postre es porque ya no me quiere. Pero es que yo tampoco se lo ofrecí a él, y eso no significa ni que le vea gordo ni que no quiero que lo tome ni nada. ¿Te das cuenta? La interpretación que yo en ese momento hice dice mucho más de mí que de él. De mis miedos y de mis inseguridades. Y así pasa con cualquier interpretación que alguien hace más allá de los hechos.
¿Cómo se soluciona esto? Pues, lo primero, reconociendo que te puedes estar equivocando y volviendo atrás en la escalera de inferencia hasta identificar cuál ha sido el hecho. En este caso, que mi pareja no me ha preguntado si quería postre. Nada más. El resto son mis inferencias. Y a partir de ahí elegir: si lo pido yo, si le pregunto si le apetece, si le pregunto si hay algún motivo para que no me lo haya ofrecido… Siempre con buen tono y sin reproches, por supuesto. Y al final, si quieres, le cuentas la película y os reís un rato los dos.
Así que, si eres una de esas personas que se rayan fácilmente, empieza hoy mismo a observar tus procesos mentales y a darte cuenta de cómo vas subiendo por la escalera. Hacerlo te ayudará enormemente a mejorar tus relaciones personales y a sentirte mejor con los demás y contigo. En cambio, si en vez de preguntar y escribir el guión de la historia junto con la persona que tenemos en frente, seguimos dejándonos llevar por nuestras películas, lo único que conseguimos es provocar discusiones y malentendidos que lo que hacen es estropear nuestras relaciones personales. Porque, por si no lo sabías, las relaciones no se estropean solas. Las estropeamos nosotros. Todos y cada uno de nosotros.
¿Cómo lo ves? Espero tus comentarios aquí debajo.
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Me encanta esta reflexión. Tiene dtos la razón. Pero a veces es tan difícil… Porque normalmente cuando ves algo, es que hay algo… 🙁
¿Y cómo estar segura, Patri? Yo antes también creía lo que tú, pero cuando aprendí a mirar las cosas desde otro punto de vista me di cuenta de las miles de veces que me había equivocado… Se calcula que entre el 80 y el 90% de nuestros miedos nunca llegan a cumplirse. ¡Solo están en nuestra mente! Por eso es tan importante darse cuenta de esto y aprender a cambiar la forma en la que miramos las cosas. Te aseguro que es mágico ;-).
Y lo que vaya a ser será igual, pero ¿de qué sirve montarse películas por adelantado?. Te invito a que pruebes a abrir la mirada y luego me cuentes.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo
Hola Vanessa. Primero decirte que siempre leo tus articulos con mucha expectativa (guiño a otro articulo tuyo)…y nunca me decepcionan 🙂 y uno me lleva a otro y podría pasar horas leyendote.
Cuando te leo, siempre digo claroooo, si tiene razón!…pero cuesta tanto poner en practica. Yo, en casa tranquilamente parece que tengo las cosas mas claras en mi cabeza pero fuera no lo consigo y sigo subiendo escaleras :(.
Un abrazo de Myriam.
Hola Myriam,
Qué bien, me alegro de que a pesar de las expectativas (ya sabes que no soy muy amiga de ellas, aunque a veces yo soy la primera que las tiene 🙂 mis artículos te gusten y te ayuden a reflexionar.
Saber la teoría es mucho más fácil que llevarla a la prçactica, es normal, porque llevamos haciendo lo mismo muchos años, y no pasa nada.
Creo que cuando eso sucede, y cuando de verdad es algo que te hace daño en tu día a día y que quieres cambiar, si no puedes hacerlo sola tal vez sea momento de buscar alguien que te acompañe a conseguirlo. Te aseguro que la teoría se puede llevar a la práctica e interiorizarla. Como lo hice yo y como lo hacen las personas con las que trabajo… Por mi parte encantada de acompañarte si te decides :-).
Mil gracias por tu fidelidad y tu apoyo.
Besos y sonrisas,
Vanessa
¿Hasta que punto son objeciones nuestras? Quiero decir. A veces cuando percibimos cosas puede que también sea por algo que está sucediendo, ¿no? ¿Dónde está el equilibrio? A mí es lo que me cuesta detectar muchas veces, si las interpretaciones son mías absolutamente o la otra persona también las acompaña. Tampoco es recomendable ser ingenuo, ¿no? Yo muchas veces cuando he percibido o intuido cosas estaba en lo cierto, así que no se. Si es verdad que otras han sido suposiciones mías.
Hola Abl,
Pues te diría que lo primero es aprender a escucharte y a confiar en ti y en lo que estás sintiendo, porque esa brújula interior es lo que te guiará siempre. Y después aprender a preguntar cuando no sepas qué está pasando con algo o si estás presuponiendo algo. Ser clara y decirle al otro lo que te pasa, para que también pueda darte su punto de vista.
No es que haya una fórmula mágica, pero cuanto más te conozcas a ti misma y más vayas sanando tus heridas, más fácil te resultará escucharte y confiar en ti. Porque, si por ejemplo tienes mucho miedo al rechazo, es muy probable que hagas presuposiciones respecto a lo que hacen los demás. Es decir, si tu mirada está filtrada por tus heridas y tus miedos, te costará mucho más escucharte y confiar en lo que estás sintiendo.
Un abrazo,
Vanessa