“Yo tengo a las ideas, pero las creencias me tienen a mi”, decía Ortega y Gasset. Y es que las creencias pueden ser nuestra cárcel y a la vez nuestra libertad, dependiendo de si son limitantes o potenciadoras. Y tú, ¿sabes ya cuáles son las tuyas y si te limitan o te potencian?
Pero, aunque ya he hablado antes de ellas, empecemos por entender qué es esto de las creencias. No tienen nada que ver con la religión. Se trata de todas esas ideas que a lo largo de tu vida has ido dando por ciertas, bien por cosas que has escuchado o bien por cosas que has visto, y a base de repetición se han ido quedando en tu inconsciente sin que jamás hayas vuelto a planteártelas. Por ejemplo, una muy común es que las personas que tienen mucho éxito son personas especiales, con estrella, únicas. Eso es una creencia, limitante, subjetiva y perfectamente discutible.
La mayoría de nuestras creencias las adquirimos en nuestra infancia, hasta los 6 años, aunque después se siguen sumando otras a lo largo de nuestra vida. Cada vez que dices que “las cosas son así”, que “yo creo esto”, que “esto siempre sucede de esta forma”, estás dejando entrever tus creencias. Estas se reflejan en tu vida, en lo que haces, en lo que dices y en lo que sientes. Lo son todo. Por eso, si no tomas conciencia de ellas para darte cuenta de cuáles son las que te están limitando y comienzas un proceso para cambiarlas por otras más beneficiosas para ti, seguirás siendo su esclavo siempre.
Personalmente estoy segura de que cambiar mis creencias sobre mi y sobre el mundo que me rodea ha sido la clave que me ha llevado a ser quien quiero ser y a tener las relaciones que quiero tener. Por ejemplo, quitarme creencias como “esto no se me da bien” o “si los demás no me valoran no puedo valorarme yo” y sustituirlas por otras que me favorezcan. Por otras que elijo yo. Porque sí, ¡puedes elegir qué creer!
Como dice Tony Robbins, esto funciona así: nuestras creencias determinan nuestro potencial, nuestro potencial determina la acción que llevemos a cabo, y según sea nuestra acción, así serán nuestros resultados. Por ejemplo, imagínate que quieres llevarte mejor con tu madre, pero crees que es imposible. ¿Cuánto de tu potencial movilizarás para conseguirlo? Seguramente poco, porque ya te has dicho que es imposible. Así pues, ¿qué acciones emprenderás? Lo que hagas, ¿lo harás con seguridad, energía, ganas e intención? Seguramente no. Si estás convencido de que vas a fracasar ni te esforzarás, ni te implicarás ni emprenderás las acciones que te llevarían a conseguirlo. Tu creencia de que llevarte mejor con tu madre es imposible ha informado a tu sistema nervioso del potencial que tiene que utilizar y de las acciones que tiene que llevar a cabo. Potencial mínimo y acciones pésimas (aunque tú creas lo contrario). Total, si es imposible, ¿para qué hacer otra cosa? De este modo los resultados que obtengas serán pocos o nulos, con lo que tú mismo reforzarás tu creencia de que, como tú decías, llevarte mejor con tu madre es imposible. ¡Voilà!
“Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también tienes razón” (Henry Ford).
Y lo mismo en el caso contrario. Si crees que llevarte mejor con tu madre es posible, pondrás todo tu potencial en ello. Te implicarás y te comprometerás con lo que hagas porque crees que va a darte resultado. Y actuando así, te lo dará. Te lo aseguro.
“Lo consiguieron porque no sabían que era imposible” (Jean Cocteau).
Es decir, esto de las creencias es un poco como “el efecto placebo de la vida”. Creemos una cosa, la damos por cierta y verdadera, y aunque no lo sea nos situamos y nos movemos para verla así. Y para colmo, como las creencias necesitan alimento porque si no se mueren, las alimentamos cada vez que nos repetimos a nosotros mismos cuánta razón tenemos respecto a eso que creemos. “Sí, sí, sí, fíjate mi madre, según es, ¡imposible llevarme con ella!”. Damos de comer a nuestras creencias a base de ver solo lo que queremos ver, lo que confirma lo que creemos, e ignorar el resto. Porque lo que crees determina lo que ves.
Según Francisco Alcaide, la creencia más peligrosa es la de que algo es imposible, porque si crees que es imposible ni siquiera lo intentarás. Pero es solo una. Nuestra vida está llena de creencias, las vamos soltando a cada paso, a cada palabra, en cada pensamiento, en cada cosa que nos decimos. Para ayudarte a identificar mejor las tuyas, te muestro algunas que he recopilado de mi misma y de la gente que me rodea.
Las de la infancia:
- “Antes de hacer una visita a alguien hay que avisar”.
- “Los niños buenos dicen que sí a todo”.
- “El hermano mayor es el que tiene que dar ejemplo”.
Las de la mediana edad:
- “A partir de los treinta y cinco se te quitan las ganas de salir”.
- “Si tuviera más tiempo, haría más cosas”.
- “A veces en la vida hay que tomar un camino, aunque en realidad tú quieras ir por otro”.
Sobre la pareja:
- “Si tengo pareja me sentiré querida”.
- “Cuando estás enamorado solo tienes ganas de estar con esa persona y de hablar con ella”.
- “Si a los treinta y cinco no tienes pareja es que tienes un problema”.
Sobre los hijos:
- “Tener niños me hará sentirme menos sola”.
- “Cuando tienes hijos dejas de viajar y de ver a los amigos”.
- “Cuando una pareja tiene hijos su relación se deteriora”. (O peor: “Cuando una pareja deteriorada tiene hijos su relación mejora”).
- “En un divorcio los más perjudicados siempre son los hijos”.
Las profesionales:
- “Tener un trabajo fijo me dará libertad y estabilidad”.
- “Trabajar horas extra me dará prestigio”.
- “A más avances en tu carrera profesional, mayor será tu sueldo”.
- “El trabajo es lo opuesto al entretenimiento. O trabajas o te diviertes”.
- “Para tener éxito profesional hay que tener una carrera, dos masters y tres idiomas”.
Sobre tus relaciones con los demás:
- “Alguien que te quiere y te conoce sabrá siempre lo que necesitas”.
- “Si alguien te quiere, jamás te hará daño”.
- “Si se muere alguien muy cercano tienes que llorar. Si no, es que no lo sientes”.
- “Si los demás no me valoran es que no lo he hecho bien”.
Sobre la vida en general:
- “Importa poco lo que yo haga, mi destino ya está escrito”.
- “Estar triste o tener miedo es malo. Hay que evitarlo”.
- “Cuando tienes un problema tienes que estar pensando en ello todo el rato”.
- “La vida es lineal. Cuando coges un camino toda tu vida sigue por ahí”.
- “En la vida hay que procurar cometer los mínimos errores”.
¿Te identificas con alguna? ¿Te han ayudado a reconocer alguna de las tuyas? Me encantaría que compartieras tus opiniones en los comentarios. Y recuerda que todas y cada una de estas creencias son subjetivas. Única y exclusivamente de la persona que las tiene, pero no son universales ni extrapolables. Y todas las que acabas de leer son limitantes para la persona que las formula.
Supongo que con todo esto ya te has dado cuenta de lo importante que es que trabajes tus creencias para que dejen de ponerte la zancadilla. En el post de la próxima semana hablaré sobre cómo cambiar nuestras creencias por otras que nos sirvan más y mejor.
Y si te ha gustado este artículo, ¡compártelo!
Hola a tod@s,
Si mis creencias me definen, ¿al cambiarlas entonces cambio yo? quiero decir, entiendo que yo me defino por lo que pienso, siento, creo… en definitiva mis creencias me definen, dicen quien soy yo y cómo veo la vida. Desde siempre he pensado que eso es una de las cosas que diferencia unas personas de otras, es el motor de la diversidad. Si no estoy conforme con esas creencias (porque me hacen infeliz p.e) y quiero cambiarlas ¿entonces yo ya no seré yo?
Un saludo y enhorabuena
Hola Elena!!
¡Muchas gracias por tu respuesta!
Tus creencias no te definen. Puedes cambiar de creencias, de sentimientos o de opiniones mil veces en tu vida (seguro que ya lo has hecho muchas veces, todos evolucionamos y cambiamos a lo largo de nuestra vida) y seguirás siendo tú misma, Elena.
Las creencias lo que hacen es determinar cómo vives tu vida, y por lo tanto, lo que consigues. Serían, junto con los valores, de los que hablaré en otro momento, algo así como el mapa que utilizas para moverte por la vida y llegar a los sitios. O, por decirlo de otra forma, como el programa de ordenador que está grabado en tu subconsciente.
Por eso cuanto más amplio, más consciente y más “tuyo” sea tu mapa, mejor llegarás a los sitios. Y en consecuencia, más feliz serás.
En definitiva, si no estás conforme con algunas de ellas y quieres cambiarlas, puedes hacerlo tranquila. Seguirás siendo tú siempre 🙂
Espero haberte ayudado. Si tienes alguna otra reflexión también puedes escribirme a vanessa@coachingtobe.es
Un abrazo,
Vanessa