Dicen que el amor es incondicional. Que la amistad es incondicional. Que el cariño entre las personas es incondicional.
Sin condiciones.
Y, si eso se refiere a aceptar a la otra persona tal y como es, estoy de acuerdo.
Todos, sin saber que eso no funciona, hemos tenido alguna relación en la que hemos intentado cambiar al otro. Para que fuera más sociable, para que tuviera más iniciativa, para que se pareciera más a la persona que nosotros queríamos que fuera…
Gran error.
Creo que lo más bonito que puede pasar en cualquier relación es sentir que el otro te acepta y te quiere tal y como eres. Que puedes ser tú misma con esa persona. Que no necesitas esconderte, ni decir lo que no piensas ni aparentar lo que no eres, porque esa persona seguirá queriéndote igual. Porque te quiere por lo que eres. Por el ser completo que ya hay dentro de ti.
Por las dos partes, por supuesto. El otro te acepta como eres y tú le aceptas como es.
Y sois dos, y sois auténticos, y sois de verdad. Y os queréis y os respetáis sin pedirle al otro que cambie.
Porque cuando le pides a otro que sea diferente es como si le estuvieras diciendo que no está completo, que le falta algo.
“El egoísmo no consiste en vivir como uno cree que ha de vivir,
sino en exigir a los demás que vivan como uno”.
Y también creo que cuando sientes que con una persona, sea tu amigo, tu pareja o alguien de tu familia, puedes ser quien realmente eres, tienes un tesoro que has de cuidar y agradecer.
No es fácil. Yo misma quise cambiar a alguien alguna vez o me vi dándole consejos a una amiga para que cambiara a una tercera persona.
Gran error.
En realidad, una forma más de mirar hacia otro lado y de buscar la paz interior fuera de ti, cuando la paz interior sólo podemos encontrarla dentro de nosotros mismos.
Por eso, necesitamos aprender a aceptar al otro tal y como es, aunque nadie nos haya enseñado. Aunque lo que hayamos aprendido sea a juzgar, a exigir, a dar consejos y a pensar que tenemos la respuesta correcta para todo lo que les pasa a los demás y para cómo deberían ser.
Cuando ni siquiera tenemos la respuesta para lo que nos pasa a nosotros.
Y lo que hacemos es proyectar nuestros miedos y nuestras inseguridades en los demás.
Reflejar en ellos lo que no hemos solucionado en nuestro interior.
Y pedirles que sean como nosotros queremos, en vez de dejarles ser como son.
En vez de aceptarles como son (ojo, puede ser que aceptes a alguien pero que te vayas porque esa persona no te da lo que necesitas o no te hace sentir bien. Lo importante es que dejas de intentar que cambie y aceptas que no es para ti).
Por eso para mí, dentro del amor incondicional, la única condición es la aceptación.
Sin condiciones.
Y eso llega cuando sientes que el otro no te juzga por cómo eres. Cuando te deja decidir y no te empuja a lo que no quieres. Cuando te acompaña sin sobreprotegerte. Cuando te da libertad sin exigirte.
Como dice este poema…
QUIERO
Quiero que me mires sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten, que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas…que hoy puedes contar conmigo…
Sin condiciones.Jorge Bucay
Al leer esto tal vez tu primer impulso sea pensar quién en tu vida te acepta así, sin condiciones.
Y eso también está muy bien saberlo.
Pero a mí me gustaría invitarte a que vayas un poco más allá y pienses a quién en tu vida aceptas tú así, sin condiciones.
Porque, recuerda, en la vida recibes lo que das.
Y la mejor forma de empezar a recibir algo no es pedirlo ni exigirlo. La mejor forma es empezar a darlo.
Yo de ese poema lo que veo es quiero a la persona perfecta para mi. El quiero ya es un condicionante. Es mi percepción. El amor poco tiene que ver con lo que quiero (para mí, eh). Igualmente precioso post, me hace reflexionar sobre mis creencias. Un besote
Hola Tamara,
Sí, cierto, el quiero ya es un condicionante. Pero es sano saber lo que quieres, está bien, de hecho eso es lo que te permite poner límites a lo que no quieres.
Me alegro de que te haya gustado el post, en mi opinión el poema se refiere sobre todo a querer al otro desde la aceptación de lo que es y sin proyectar en el otro lo que es mío.
Un abrazo,
Vanessa