Y tú que te creías que estabas de tu parte. Ja.
Te garantizo que, aunque no te des cuenta, tú también autosaboteas tus relaciones de alguna forma.
Todos lo hacemos (al menos hasta que lo vemos y dejamos de hacerlo).
Mientras tanto, no solo no somos conscientes, sino que encima nos contamos un cuento chino que no tiene nada que ver con la realidad. Y nos lo tragamos enterito.
Ni de broma nos imaginamos que eso que estamos haciendo es una forma de autosabotaje. Nos creemos que es “lo normal”.
¿Lista? Te cuento diez formas de autosabotaje con las que te estás cargando tus relaciones:
1.Por miedo a que el otro se vaya, te vas tú antes.
Como en el fondo crees que el otro se va a ir, y no quieres volver a sentir ese dolor tan horrible de cuando alguien te deja, pues lo que haces es irte tú primero.
Y da igual que sea alguien que te habla en la calle o una posible pareja.
La cosa es que, si sientes que alguien se acerca a ti, como no crees que vayas a satisfacer sus expectativas, te vas.
Y claro que deseas vincularte, pero el miedo es más fuerte que el deseo.
Porque, cuando te has quedado y el otro se ha ido, te has sentido como una mierda.
(Y, mientras lo que te pasa es esto, tal vez tú te estés contando que tienes prisa (con la persona en la calle) o que ese hombre tiene demasiadas cosas que no te encajan (con la posible pareja).
2.Como quieres conquistar a “los guays”, al final no conquistas a nadie.
¿Te acuerdas de los guays del colegio? ¿Ese grupo al que todas queríamos pertenecer?
Vale, pues esto también pasa cuando somos adultas. Que a veces te empeñas en caerle bien a alguien que tú has etiquetado como “guay”, y todo tu esfuerzo se va por ahí, en vez de simplemente estar a gusto con alguien con quien te sientas cómoda.
(Y lo mismo tú te cuentas que es que “son muy divertidos”, pero en el fondo hay algo de “seré mejor si ellos me eligen”).
3.Como tú no te muestras, los demás no te pueden ver.
Como hay tanto miedo al rechazo, pues cuando estás con alguien no estás suelta ni eres espontánea, porque solo estás pendiente de gustarle.
“Me doy cuenta de que cuento rápido las cosas porque pienso que el otro se está aburriendo, y así lo que pasa es que yo tampoco disfruto de lo que estoy contando”, que me decía una coachee de éstas.
Claro, cuando tienes una herida de rechazo, por un lado no te atreves a acercarte, a mostrarte, ni a exponerte ante los demás. Y, por el otro, cuando alguien se acerca a ti, estás como encogida, como reprimida, como contenida, y pensando más en lo que vas a decir que en lo que te están contando.
¿Consecuencia? Que los demás no te ven a ti, solo huelen tu miedo. Y tú te crees que a ti te excluyen o que los demás caen mejor que tú, pero el problema es que no te muestras.
Véase en clase de yoga, en el gimnasio o en cualquier lugar donde quieras ligar o hacer amigos, pero eso no ocurra.
“A veces me apetece hacer algo con alguien, pero no se lo digo por si no le va bien o porque pienso que anda liado, y ahora veo que todo es miedo al rechazo”, que me decía otra coachee.
Y, claro, después igual esa persona hace otro plan y no cuenta contigo, y tú confirmas que es que te rechaza, cuando el tema es que no cuenta contigo porque no te ve. Y no te ve porque tú no apareces en su escena para dejarte ver.
4.Como no quieres molestar, te justificas por todo.
“El otro día me acerqué a hablar con una compañera a la entrada de la cafetería y me tiré cinco minutos explicándole por qué estaba ahí sola, en vez de hablar con ella como si nada”, que me decía una coachee.
Pues eso, para que los demás no se sientan invadidos o molestos con algo que tú haces, necesitas justificarte y dar mil explicaciones.
(Y tú te crees que eso es lo normal, sin darte cuenta de que lo haces para quedar bien).
Y, claro, la otra persona te nota impostada y siente tu falta de naturalidad.
5.No te atreves a hacer algo hasta que el otro no lo hace primero.
Desde dar una opinión diferente a la de la mayoría, hasta pedir algo o protestar por algo con lo que no estás de acuerdo.
Solo cuando otra persona lo hace, tú te sientes legitimada y aprobada para hacerlo (en vez de escucharte y confiar en lo tuyo, sin necesidad de que nadie te dé permiso).
6.Te adaptas y te sacrificas hasta que terminas agotada.
¿Y qué pasa cuando te agotas? O bien empiezas a quejarte, o bien te vas.
“Cuando trago mucho con alguien y doy más de lo que quiero dar, termino sintiendo rechazo hacia esa persona, como si la culpara a ella de todo lo que yo he tragado”, que me decía una coachee.
(ATENCIÓN: Si tú también quieres que te ayude a dejar de sabotearte todo el rato, rellena ESTO).
“En todas mis parejas me he abandonado a mí mismo para que ella fuera feliz, pero entonces no me conocían de verdad… Y al final ellas estaban felices, pero yo me agotaba de no ser yo, y terminaba yéndome”, que me contaba un coachee.
Pues sí, a veces el funcionar “para que te acepten y te quieran” termina jugando en tu contra y cargándose la relación.
7.Te quejas de lo que te falta, en vez de hacerte cargo de lo que hay.
Suponte que querías un trabajo, pero no lo consigues y te quedas con el que era tu plan B y que te gustaba menos. Y estás ahí, en el B, sufriendo porque no conseguiste el A, quejándote de la situación, poniéndole mil pegas a lo que te ha tocado y buscando culpables.
¿Qué pasa aquí? Que una cosa es sostener la frustración o la rabia de no haber conseguido lo que querías, y otra es sabotearte porque estás pensando en lo que no tienes en vez de entregarte y comprometerte con lo que tienes.
(O, si es que no quieres B, pues dejando de quejarte y tomando una decisión).
8.Fuerzas tanto las relaciones que las rompes.
Cuando hay miedo, necesitamos controlar. Y si yo tengo miedo a que una relación no funcione, a que el otro se vaya o a que me vuelva a pasar lo mismo de siempre, me pondré a controlar a lo loco.
Y estaré muy encima del otro, y querré saber ya si siente lo mismo que yo, y querré tener garantías, y respuestas, y certezas, y tenerlo todo planificado, y que no se me escape nada… ¿Cómo el bizcocho que abres todo el rato el horno a ver si ya está hecho? Pues lo mismo.
Y esto lo puedes aplicar a todo, porque la necesidad de control siempre es una forma de autosabotaje.
9.Haces algo que sabes que es malo para ti.
Y, así, te cargas lo que podría haber salido bien.
¿Qué el deporte te sienta bien y te has propuesto salir a correr tres días a la semana? Pues no lo haces.
¿Qué tienes una pareja estupenda y maravillosa? Pues le eres infiel.
Porque, en el fondo, hay un sentimiento muy profundo de no merecer que te vaya bien o porque hay mucho miedo a que te vaya bien y no saber sostenerlo.
Sí, claro, el miedo al éxito también existe.
Piénsalo: ¿qué esfuerzo hay que hacer para estar en la mierda? Ninguno.
En cambio, ¿qué esfuerzo hay que hacer para mantenerte arriba cuando te va bien? Mucho.
Pues eso. Y cuanto más te traicionas y te fallas, menos confías en ti y más tiras de ti para abajo. La pescadilla que se muerde la cola.
10.Evitas priorizarte por miedo a quedarte sola.
Estás en una relación desequilibrada en la que tú das más que el otro. Y no te sientes bien y sabes lo que tendrías que hacer, pero no lo haces, porque en el fondo sabes que, si tú empiezas a darte tu lugar, el otro se va a resistir y tú tendrás que tomar una decisión. Así que mejor dejamos las cosas como están.
¿Qué pasa al final del cuento? O que te quedas sola porque el otro se va, o lo que te he contado en el punto 6.
….
Hay muchas más formas de autosabotaje, así que si haces algo y no estás segura de si te estás saboteando con ello, cuéntamelo aquí debajo en los comentarios y te respondo.
Bueno, no sé si cuenta, pero hoy en un evento he mostrado disponibilidad para una persona, y siento que ella entonces ha aprovechado para llevar a cabo el clásico “dame lo que quiero, para después escupírtelo en la cara”. Como he mostrado interés, él ha dejado de mostrarlo. Quizá debería evitar a gente que sé que tiene este perfil esquivo y que creo que es maltrato, porque buscar hacer daño a la gente es maltrato.
Además se enfadaba conmigo porque no tenía un “encargo” que le prometí (sólo era un feedback sobre mí trabajo) y siempre va de negarlo todo diciendo que me lo he inventado yo y que de dónde he sacado eso. De que me esquives y me trates con frialdad y de que busques cuando no te hago caso, y de que me preguntes que si me acuerdo de ti, y que te quedes satisfecho cuando te digo que estoy trabajando en ello, chato.
Muchas gracias, Silvia. Espero entonces que la reflexión del post te haya servido para darte cuenta de en qué medida tú misma te saboteas al relacionarte con esa persona.
Un abrazo,
Vanessa
Yo hoy he ido a mi psicóloga. Ena habitación de lado había una chica con otra psicóloga hablando muy fuerte. Cuando se lo he dicho a la mía, me ha dicho que no podía interrumpir, que era muy invasivo. Por “respetar las reglas” lo he pasado mal en una sesión que cuesta 65 euros. Mi psicóloga me ha dicho que cuando hay ruido debo centrar la atención en mí, pero yo no pago para aguantar a nadie molesta y maleducada, así que no voy a volver.