¿Cuántas decisiones importantes, y que te pertenecen a ti, estás dejando en manos de los demás?
¿En qué área de tu vida estás renunciando a tu poder de elección?
¿Ante quién no te estás haciendo uso de tu capacidad de responder a lo que te pasa?
RESPONSABILIDAD
Relata un cuento zen que en un monasterio había un discípulo que desafiaba siempre a su maestro. Cierta vez, ocultando a sus espaldas a un pájaro que sostenía en las manos, el discípulo se puso de frente a su maestro y preguntó: “Maestro, aquí detrás de mí tengo un pájaro. Dígame usted que lo sabe todo: ¿está vivo o está muerto?”.
De tal modo si decía que el pájaro estaba vivo lo ahorcaba y si decía que estaba muerto abriría sus manos y lo dejaría volar. El maestro lo miró a los ojos con respeto y compasión, respiró profundamente y con mucho amor le respondió: “Eso depende de ti. La solución está en tus manos”.
Tantas veces que queremos que pase algo y no hacemos nada.
Que ponemos nuestra responsabilidad fuera: en que el otro no hace, en que no tengo tiempo, en que esto no pasa, en que si hubiera pasado aquello, en que si no fuera por eso…
Por ejemplo, “he llegado tarde porque había mucho tráfico”.
O “hemos discutido porque es un cabezota”.
O “no tengo nada que hablar con ella, se tendría que dar cuenta sola“.
O “no me separo por mis hijos”.
Y así es como nos refugiamos en los demás para no tomar decisiones.
Así es como buscamos culpables para liberarnos del dolor de no elegir.
Yo me lavo las manos. Esto no va conmigo. Esto no depende de mí.
Pero, en ese proceso, entregamos el protagonismo de nuestros resultados a otros.
Y nos olvidamos de que, desde el momento en que somos parte del problema, también somos parte de la solución, y siempre lo seremos.
Nos olvidamos de que no hay solución sin protagonista, ni puede haberla.