Las Navidades son un temazo.
Creo que no dejan indiferente a nadie (y, para colmo, ya casi nos empalman el final del verano con los villancicos).
Hay quien las odia por esa especie de felicidad impuesta en la que parece que solo se puede sonreír y desearle lo mejor a todo el mundo.
Hay a quien le entristecen porque echa de menos a personas que ya no están, y es cuando más nota su ausencia.
Hay a quien le enfadan porque no soporta a la mitad de su familia y en esos días encima tiene que recibirles en su casa, cocinarles rico y hacer como que todo está bien.
Hay de todo con la Navidad, y siempre tiene que ver con quien lo siente.
Sí.
Más de una vez te he dicho que nuestras relaciones son como un libro abierto sobre nosotros mismos.
Que lo que me pase con una amiga, con una pareja o con un compañero de trabajo me está hablando de mí y, si sé escucharlo, me ayudará a conocerme y entenderme mejor.
Bueno, pues la Navidad también es un libro abierto sobre ti.
Lo que te pase a ti con ella, con unas fechas tan significativas, si lo sabes escuchar, también te está contando algo potente de ti.
En mi caso, hasta hace unos años me encantaban.
Y eso que nunca tuve unas navidades de esas de película tipo “La gran familia”, con niños felices corriendo y armando barullo entre guirnaldas y purpurina.
De pequeña éramos mis padres, mis abuelos y yo. Como mucho algún tío, pero poco más.
Y, ya de adulta, que solo estábamos mi madre y yo, casi siempre las pasábamos solas. Y tan a gusto.
A mí me encantaban porque me traían un sabor super rico a familia (aunque fuera minúscula), a hogar calentito, a reencuentros con amigos y a comidas deliciosas.
¿Y ahora? Ahora las odio.
Me las saltaría si pudiera (este año, por fin, estoy haciendo mi sueño realidad :-), porque me conectan con la soledad y con no tener familia de sangre.
Sí, con sus más y sus menos, aunque no haya familias perfectas y en muchas abunden los malos rollos, la mayoría de las personas saben dónde van a estar en Navidad y con quien van a compartir uvas y mantel.
En mi caso, por eso que te digo de no tener familia ni un sitio fijo en el que estar, ya desde octubre me empiezan a dar los siete males pensando en quién me va a acoger este año, como si fuera una huerfanita desamparada (modo víctima total).
Cierto es que al final siempre me sobran invitaciones de amigos super lindos y personas que me quieren y me hacen sentir en casa y super bien recibida.
Sí, pero hasta que eso llega, lo paso fatal y me angustio lo que no está escrito pendiente de quién me va a acoger este año.
En definitiva, ¿qué me pasa a mí con la Navidad? Que me recuerdan que no pertenezco a un lugar garantizado e irrevocable como es una familia de sangre.
Ya, los amigos también son un lugar al que perteneces y donde también puedes pedir, lo sé.
Pero hay algo indisoluble en los vínculos de sangre que no se da igual en otro tipo de relaciones.
Como que “lo que nos une es inseparable, aunque ayer discutiéramos o haya momentos en los que no te aguanto”.
Pero bueno, que esa es mi historia y supongo que la tuya es diferente.
Lo que quiero, contándote esto tan íntimo, es que te preguntes qué te pasa a ti con la Navidad.
Porque no es lo mismo entrar en ellas a regañadientes sin ser consciente de lo que te está pasando, que pararte un momento y ver con una mirada compasiva qué es lo que te mueven y por qué te generan ese revoltijo.
Así que piénsalo. ¿Cómo te hacen sentir las navidades? ¿Cómo las vives? ¿Con alegría, con ganas, con tristeza, con enfado, con angustia…?
Vale, y eso que te pasa a ti con la Navidad, ¿qué te cuenta de ti?
Tal vez al hacerte esta pregunta comprendas que no te gustan porque te conectan con una tristeza que en tu día a día intentas evitar o con una ternura en la que no te sientes cómoda.
O que te ponen en un modo obligación, cumplir con lo que se espera de ti y quedar bien con todo el mundo que te deja agotada.
O que te conectan con un buenismo y un “qué ideales somos y cuanto nos queremos” que te da urticaria, pero en el que terminas cayendo por pura inercia.
O igual es que te pones más en lo que te falta y en quienes ya no están que en lo que hay y en lo que sí tienes.
O que te hacen sentir ajena y poco valorada en un entorno en el que se supone que deberías sentirte querida y aceptada tal y como eres (nos cuesta mucho reconocer esto, pero pasa).
O hasta puede ser que lo que te pasa en esas comiditas y cenas familiares te hable de lo que te cuesta a ti poner límites y lo fácil que es el resto del año cuando no tienes que aguantar tantos comentarios incómodos.
O, si es que las disfrutas y te encantan, tal vez sea porque te permites sacar una parte de ti más blandita, o más tierna, o más lo que sea, que el resto del año tienes encerrada en el armario.
Lo que sea, lo importante es que lo veas para que puedas hacer algo con ello.
En mi caso, por primera vez en mi vida, lo que he hecho es darme el gustazo de saltármelas.
De irme a miles de kilómetros para evitar esa angustia prenavideña de la que te he hablado.
Este año me ha apetecido así, y sé que soy una privilegiada por poder hacerlo.
Así que desde allí, bien lejos, te deseo que le pongas luz a lo que te pasa a ti con la Navidad.
No para que te obligues a disfrutarlas o a cumplir con todos los estándares propios de estas fechas.
Pero sí para que puedas escucharte y darte lo que vayas necesitando cada día.
En paz, con cariño y contigo de tu parte.
Entonces, sí, con todo mi amor, Feliz Navidad ❤️.
Ojalá pudiera hacer igual que tú. Disfruta de tu viaje. Gracias por esos maravillosos artículos que hacen iluminar la vida de muchas personas, incluida la mía.
Feliz Navidad.
Ays qué bonita, Cristina! Mil gracias! Mis mejores deseos para que un día tú también puedas hacer el viaje que sueñes. O para que sin irte de viaje a ninguna parte te sientas la persona más privilegiada del mundo, simplemente por ser tú y ser como eres ❤️.
Un abrazo grande,
Vanessa
Muchas gracias por tu post, Vanessa.
Por desgracia mi familia es de las que tienen tramas. No me enrollo. Tampoco tengo red de apoyo y cada vez detesto más las relaciones personales.
He tenido la suerte de enfermar estos días.
Así descanso del trabajo por la mañana, y también me libro varias horas de mis vecinos y su hija absolutamente insoportable.
Me doy cuenta de los malos ambientes que soporto todos los días, y sólo puedo dar gracias por este resfriado.
Espero las navidades con temor, porque si los vecinos no se vuelven al pueblo de visita, tendremos a la niña chillando todos los días a todas horas. De hecho, no me he cogido las vacaciones de Navidad por culpa de esta puñetera niña. Los niños pueden dar alegría, y también robarla y no devolverla, como este caso.
Un abrazo y feliz Navidad.
Vaya Lidia, siento mucho ese ambiente tan tóxico que comentas. El cuerpo es sabio y muchas veces enferma para algo. Cuídalo, cuídate, para que tu cuerpo no tenga que hablar por ti. Y protégete todo lo que puedas de lo que te hace daño.
Un abrazo grande y que tengas un bonito 2025,
Vanessa
Hola, buen día Vane, entiendo tu sentimiento y pensar, entiendo y lo comprendo, un año más y también no he vuelto haber a mi familia de sangre, papa😪 y hermanas cada navidad siento nostalgia y un poquito de vacío, he madurado un poco, también he comprendido que dar gracias a Dios es importante para mi, mi esposo, mi suegra, las mascotas y su servidora no estoy sola, aunque no me gusta mucho convivir con la familia numerosa de mi esposo, porque somos 3 nueras pero a la hora de cocinar para un convivio o la cena navideña, no apoyan y solo critican. Mi suegra y yo siempre estamos viendo y cocinando, y no he sido de su agrado, sus 2 nueras siempre hablando mal de mi y criticando de mi, mi suegra lo sabe y a mi la verdad no me gusta los convivios por eso, son personas tóxicas, muchas gracias Vane.
Hola Yoly,
Pues entonces espero que las navidades hayan pasado volando y que ya hayas podido liberarte de ese ambiente que no te hace bien. Si no te sientes bien cuidada o tratada por alguien, es lógico que no te apetezca cocinar para esas personas. Escucha eso y cuídate.
Un abrazo,
Vanessa