¿Te has parado a pensar si cuando alguien te está contando algo le estás escuchando de verdad? Seguramente te responderás que sí, que por supuesto, que en la mayoría de los casos eres bueno escuchando… Nos pasa a todos, todos pensamos que escuchamos aunque no lo estemos haciendo plenamente.
Porque, ¿qué es eso de “escucha activa”? Pues se refiere a escuchar sin estar pensando en lo que vas a decir cuando tu interlocutor termine, ni en cuánto se parece eso que te cuenta a aquello que te pasó a ti una vez, ni en lo equivocado que está, ni en lo que tienes que hacer más tarde, ni en que no pusiste la lavadora… escuchar a esa persona vaciando la mente de cualquier otra cosa. Muchas veces no caemos en que escuchar puede ser más importante que hablar. Todos hablamos, pero pocos escuchan. Y te prometo que cuando escuchas a alguien con todos tus sentidos sucede algo mágico. ¡Compruébalo! Escuchamos y nos escuchan tan poco que cuando alguien lo hace la otra persona se siente tan especial, única e importante como si le hubieras regalado un trozo de cielo.
Nos desvivimos por dar soluciones cuando muchas veces el silencio y la escucha aportan toda la paz que la otra persona necesita. Y aunque nunca nadie nos enseñó a escuchar plenamente, con un poco de esfuerzo todos podemos hacerlo. Se trata simplemente de estar abiertos al otro, con empatía, con interés, con respeto, con sinceridad, sin interrumpir, sin dar consejos, apagando tu diálogo interno… Solo escuchar, simplemente escuchar.
Cuando te pido…
Cuando te pido que escuches y te pones a darme
consejos rápidamente, muchas veces no me siento
valorado en lo que estoy diciendo ni da tiempo a
que mis palabras resuenen en mí y en ti.
Cuando te pido que me escuches y te pones a decirme por qué no
debería sentirme de ese modo, no estás dando espacio a mis
sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y te parece que tienes que hacer
algo para solucionar mi problema, no me estás enseñando
confianza en la vida, en que puedo valerme por mí mismo. No
estoy indefenso. Dejo de ser el protagonista para que lo seas TÚ.
Cuando haces algo por mí que puedo y necesito hacer yo mismo,
incrementas mi temor y mi sensación de ineptitud.
Pero cuando aceptas que me siento como me siento, por muy
irracional que resulte, puedo dejar de intentar convencerte y
pasar a la cuestión de comprender qué se esconde detrás de esa
sensación irracional. Y, cuando eso está claro, las respuestas
resultan obvias y no necesito consejos.
Anónimo