¿Sabes cuál es el mejor momento para poner un límite?
Atenta, que te lo voy a contar.
Suponte que estás conociendo a alguien, da igual que sea una nueva amiga que una posible pareja, y hay alguna cosilla que a ti, así, no te gusta o no va del todo contigo…
Pero piensas “bueno, todavía no nos conocemos, ya iremos viendo, tengo tiempo de decírselo si lo sigue haciendo…”.
Errooor.
Porque justo al principio es cuando tienes que marcar las bases de la relación.
Por eso, el mejor momento para poner un límite es cuanto antes, en cuanto te molesta algo de alguien.
Es decir, los buenos limites se ponen al principio.
Porque todavía no estás hasta las narices, y así podrás decirlo mejor.
Y porque así la otra persona sabe cuáles son tus necesidades y tus límites desde el primer momento (y, si ella hace lo mismo, tú también sabrás los suyos, y todos tan felices y contentos).
Cuando tardas en decir las cosas
¿Se pueden poner límites después? Si, pero te costará mucho más asentar ese límite, porque ya has construido esa relación sobre unos cimientos y es como que después quieres cambiarlos.
Por ejemplo, suponte que empiezas a quedar con alguien y esa persona siempre llega veinte minutos tarde, y tú piensas “bueno bah, ya cuando tengamos más confianza, si lo sigue haciendo, se lo digo”.
¡Noooo!
Es que ahora es cuando estás poniendo los cimientos de vuestra relación, y ahora es cuando tienes que decir lo que para ti sea importante.
Porque, como se lo digas cuando ya hayáis quedado diez veces, el otro te va a decir “no perdona, yo he llegado tarde siempre y para ti no era problema, ¿qué me cuentas ahora? Si a ti esto antes te daba igual, no me vengas ahora a cambiar las reglas”.
Y, en cierto modo, tiene razón.
(Aplica el ejemplo de llegar tarde a lo que te dé la gana).
Es lo mismo que si te compras un móvil que no es resistente al agua, lo aceptas y a los seis meses vas a la tienda a protestar porque el móvil se te cayó a la piscina y se ha estropeado.
¿Quién aceptó un móvil que no era resistente al agua y ahora protesta por ello? Pues eso.
Además de que, si se lo dices cuando ya ha pasado muchas veces y tienes el vaso de la paciencia a punto de desbordarse, es muuuy difícil que se lo digas calmada y de buenas formas.
Vaya, que dirás “joder, ¡podías pensar un poco en los demás y avisar de que vas a llegar tarde!”.
En vez de decir “Laura, por favor, si vas a llegar tarde mándame un mensajito y así yo también me organizo para no estar aquí esperándote”.
Y eso, el acabar diciendo las cosas de malas formas porque ya estás harta de que la otra persona siempre haga lo mismo, en gran parte, es responsabilidad tuya por no haber vaciado la mierda del vaso antes.
Para que tus relaciones funcionen bien
Resumiendo, cuando decimos las cosas desde el primer momento en el que nos molestan, es la relación la que se va adaptando a nuestros límites.
Como un vestido que se adapta a la forma de tu cuerpo… Y, así, sí.
En cambio, cuando la relación ya está asentada y empezamos a decir las cosas, es mucho más complicado conseguir que ese vínculo, que ya tiene una forma y unas rutinas, se adapte a nuestros límites.
¡Es como si quisieras meterte en un vestido de tres tallas menos! Que, así, ¡nooo!
Por eso, el mejor momento para decirle algo a alguien es cuando lo piensas por primera vez.
O a la segunda, como mucho.
Verás como, así, tus relaciones funcionan mucho mejor y tú estás la mar de a gusto en ellas ❤️.
…
Y si tu problema es que te cuesta enterarte de que alguien está traspasando uno de tus límites, que no sabes cómo decir las cosas y quedar bien, o que te asusta que la relación se estropee, ESTE CURSO te va a sentar como un vaso de agua fresca el día más caluroso del verano.
Y, desde luego, si hubo alguien con quien no pusiste límites cuando tocaba y ahora la cosa está como el rosario de la aurora, tranquila, que si te espabilas todavía tiene solución. AQUÍ.



Qué razón! Yo solía ser de esas personas que no se atrevían a decir nada y esperaban a que de alguna manera, la otra parte se diera cuenta de que me había hecho sentir mal o traspasado mis límites. Con el tiempo la vida me ha enseñado que no es la mejor estrategia, ni para uno mismo ni para los demás, pues al final ‘estallas’ malamente. Genial artículo.
Muchas gracias, Raquel. Tal cual lo que dices, nos lo ponemos mucho más fácil cuando decimos las cosas en el momento. Para nosotras y para los demás. Y el motivo de no hacerlo, aunque lo disfracemos con mil justificaciones, siempre esconde algún miedo detrás.
Un abrazo,
Vanessa