Hay personas a las que siempre les falta algo.
Personas que nunca están satisfechas.
Que siempre tienen algo de lo que quejarse.
Sí, esto va bien, pero si esto otro fuera mejor…
Sí, mis hijos son estupendos, pero si mi marido fuera un poco más…
Sí, mi trabajo me gusta, pero si tuviera un poco más de tiempo…
Es como que siempre tuvieran que tener que encontrar algún problema por alguna parte.
Y lo peor es que ni siquiera son problemas reales, de los de verdad, de los que duelen en el alma.
Más bien son chorradas cotidianas (de esas que desaparecen cuando los problemas reales llegan).
Pero es como que siempre tuvieran que estar preocupadas por algo.
Así que, si no hay problemas reales, pues me pongo a darle vueltas a las chorradas cotidianas.
La cosa es estar inquieta y con algo en la cabeza.
¿Qué sentido tiene esto? ¿Para qué vivir así?
¿No sería mejor que, cuando no haya problemas reales, simplemente nos dediquemos a disfrutar de la vida y a agradecer que estamos vivos?
¡Con la de motivos que hay para celebrar cada día!
Así al menos lo veo yo, y así invito a verlo a mis coachees cuando me doy cuenta de que alguno tiene esta tendencia a inventarse problemas ;-).
Muchas veces se lo explico con este cuento, uno de mis preferidos, que hoy quiero compartir contigo, por si es que tú también andas perdido en el círculo…
EL CIRCULO DEL 99
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertar al rey contando y tarareando alegres canciones de juglares. Una gran sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día, el rey lo mandó a llamar.
– “Paje”, le dijo, “¿cuál es el secreto?”
– “¿Qué secreto, Majestad?”
– “¿Cuál es el secreto de tu alegría?”
– “No hay ningún secreto, Alteza.”
– “No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.”
– “No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.”
– “¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿Por qué?”
– “Majestad, no tengo razones para estar triste. Su alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos… ¿cómo no estar feliz?.”
– “Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar”, dijo el rey. “Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.”
– “Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando…”
– “Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!”
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
– “¿Por qué él es feliz?”
– “Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.”
– “¿Fuera del círculo?”
– “Así es.”
– “¿Y eso es lo que lo hace feliz?”
– “No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.”
– “A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.”
– “Así es.”
– “Y él no está.”
– “Así es.”
– “¿Y cómo salió?”
– “¡Nunca entró!”
– “¿Qué círculo es ese?”
– “El círculo del 99.”
– “Verdaderamente, no te entiendo nada.”
– “La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.”
– “¿Cómo?”
– “Haciendo entrar a tu paje en el círculo.”
– “Eso, obliguémoslo a entrar.”
– “No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.”
– “Entonces habrá que engañarlo.”
– “No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solito, solito…”
– “¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?”
– “Sí, se dará cuenta.”
– “Entonces no entrará.”
– “No lo podrá evitar.”
– “¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?”
– “Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?”
– “Sí.”
– “Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!”
– “¿Qué más? ¿Llevo guardias por si acaso?”
– “Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.”
– “Hasta la noche.”
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:
ESTE TESORO ES TUYO.
ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE.
DISFRÚTALO Y NO CUENTES A NADIE CÓMO LO ENCONTRASTE.Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía.El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y entró en su casa. Desde afuera escucharon la tranca de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa.
Sus ojos no podían creer lo que veían.
¡Era una montaña de monedas de oro!
Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas:
Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis… y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60… hasta que formó la última pila: 9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa.
– “No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
– “Me robaron”, gritó, “me robaron, ¡malditos!”
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.
Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro “sólo 99”.
– “99 monedas. Es mucho dinero”, pensó.
– “Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo”, pensaba. “Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.”
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta.
Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.
Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar.
Con cien monedas un hombre es rico.
Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
– “Doce años es mucho tiempo”, pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero.
¡Era demasiado tiempo!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comida todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender…
Vender…
Vender…
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno?
¿Para qué más de un par de zapatos?
Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio, volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del 99…
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de pocas pulgas…
– “¿Qué te pasa?”, preguntó el rey de buen modo.
– “Nada me pasa, nada me pasa.”
– “Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.”
– “Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?”
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.
No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Jorge Bucay
¿Qué me dices? ¿Tú también entras a veces en el círculo del 99? ¿Cuál fue el último problema que te “inventaste”? Me gustaría mucho que compartieras tus reflexiones conmigo, en los comentarios aquí debajo.
Hola.
Tengo oportunidad de trabajar en algo bueno, pero no me cabe en la cabeza que sea tan fácil. Me da miedo dejar mi actual puesto de trabajo y quedarme al poco tiempo sin trabajo porque alguién ocupe el puesto vacante que voy a ocupar yo.
Hola Jiy,
¿Por qué no iba a ser tan fácil trabajar en algo bueno? De hecho yo creo que la vida muchas veces es más fácil de lo que la hacemos. Que la complicamos creyendo que algo es muy difícil, que es imposible o que no nos lo merecemos. Pero sí, es posible y te lo mereces. Al final, muchas veces, depende de cada uno atreverse a conseguirlo o no.
Un abrazo,
Vanessa
Enhorabuena Vanessa! Me ha encantado el post, maravilloso.
Qué bien, Mila. Me alegro mucho, gracias por compartirlo.
Un abrazo,
Vanessa
Me ha gustado el cuento del círculo del 99, el mensaje que transmite es totalmente cierto.
En mi caso yo no me invento los problemas, por desgracia he pasado por un cáncer de mama, a día de hoy afortunadamente de momento está controlado y las revisiones me van saliendo bien, pero tengo la autoestima por los suelos. Tengo en mi entorno familiar personas que no son conscientes de todo lo que he pasado, juzgándome y cuestionándome, y me han llegado a decir que siempre estoy con lo mismo. Afortunadamente tengo un marido maravilloso que ha sido y es todo mi apoyo y al que quiero muchísimo y me quiere.
Espero que tus consejos me sirvan de ayuda y te doy las gracias anticipadamente.
Hola Conchi,
Siento el dolor que has pasado, esos son los problemas grandes, los de verdad. Me alegro de que tengas ese marido que te quiere y al que quieres. Es maravilloso cuando pasamos por momentos así ser capaces de conectar con el agradecimiento y darnos cuenta de los muchos motivos por los que podemos sentirnos afortunados. Así que agradece cada día, a ti misma y a la vida, por todo lo bueno que hay a tu alrededor :-).
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Hola,
Me ha encantado el post y me he dado cuenta que muchas veces nos complicamos la vida por pequeñeces sin importancia y perdemos la perspectiva de lo que es verdaderamente importante y transcendental para nosotras, para estar bien y disfrutar de lo que nos mueve o lo que queremos ser ☺️
Muchas gracias Vanessa 🤗 Un abrazo.
Maravillosos aprendizajes, me alegra mucho leerte. Gracias por compartirlo.
Besos y sonrisas,
Vanessa
Me pasa, parece que nunca tengo bastante, que tengo un agujero en las emociones, que quiero más y más y más. Es como que no puedo remediarlo, no lo quiero pero sigue ahí. Si tengo pareja falta algo, si no la tengo sufro porque es lo que deseo. Hay temporadas que mengua, pero es como que no estoy nunca tranquila y saciada. Ahora estoy pasando por un problema más serio y me doy cuenta de que antes me quejaba de chorradas.
No sé cómo solucionar esta sensación que agota.
Gracias, Vanesa.
Hola Jesi,
Supongo que es un camino… Recuerda esto que sientes ahora, aprende de ello, comprende qué creencias hacen que siempre quieras más, y sobre todo agradece y valora el presente y lo que hay en tu vida en este momento. Creo que eso, el agradecimiento, es una de las claves. Y, por supuesto, también el amor a ti misma y el saber que ya eres suficiente.
Un abrazo grande,
Vanessa
Estupendo post. Me siento totalmente identificada. Aunque intento corregirlo y ver las cosas buenas que tengo cada día, muchas veces me dejo arrastrar por el desánimo y al final caigo.
Pero creo que mi caso es suave comparado con el de otras personas de mi entorno familiar que siempre están mirando con lupa todo lo que hacen los demás y creando problemas donde, de verdad, no existen. Han creado un círculo de negatividad y de agravio hacia ellos creyéndose las victimas de cosas que solo ellos ven. El problema es que al final lo acaban contagiando a todo el mundo. Yo intento alejarme todo lo que puedo de ellos pero no me es posible de momento cortar definitivamente. Creo que están enfermos y además son incapaces de ver el monstruo que han creado y las consecuencias reales de todo ello.
Hola Ana,
Muchas gracias por compartir. Es cierto que nuestro entorno nos influye enormemente, por eso seguro que alguna vez has leido que te rodees de personas que piensen como tú quieres pensar y que hayan conseguido lo que tú quieres conseguir. Así es, lo que pasa es que a veces las personas toxicas pertenecen a nuestro círculo más cercano y no queremos romper del todo los lazos con ellas. Pero al menos sí puedes reducir el tiempo que pasas en su compañía y compensarlo con el que pasas con otras personas que sí te aportan y te suman. Y sobre todo seguir haciendo ese cambio a nivel interno de lo que tú quieres pensar, lo que tú quieres creer y como tú quieres relacionarte con el mundo y con los que te rodean.
Un fuerte abrazo,
Vanessa
Hola!
Me encanto esta entrada! Siempre leo tu blog e intento aplicar lo que aconsejas.
Me ha acompañado en momentos muy dificiles ya que me mudé a Londres hace un año y la adaptacion me costó muchísimo.
¡Espero que sigas escribiendo!
Salduos
Hola Paula,
Me alegro mucho de que te guste el blog y te haya servido en esos momentos. Yo también viví en Londres unos años, es una ciudad maravillosa, espero que encuentres tu lugar en ella.
Un cariñoso abrazo,
Vanessa