Está claro: si siempre tomamos el mismo camino llegaremos siempre al mismo sitio. Lo mismo que si siempre pensamos igual, obtendremos siempre los mismos resultados. Por eso, tratar de pensar cosas nuevas, olvidándonos de lo que ya sabemos o suponemos, es clave para aprender, para avanzar y para conseguir nuestros objetivos.
Como diría la PNL, si las preguntas que nos hacemos son tan importantes, pero siempre nos hacemos las mismas, siempre obtendremos las mismas respuestas. Eso es lo que Tina Seelig, directora de un programa de emprendimiento de la Universidad de Standford, quiso enseñar a sus alumnos. ¿Cómo? Les dividió en grupos y a cada grupo le dio un sobre cerrado con una cantidad de dinero dentro. El objetivo era conseguir aumentar esa cantidad de dinero tanto como pudieran. Tenían cinco días para planear cómo, pero desde el momento en que abrieran el sobre solo tendrían dos horas para ejecutar su plan. Y al final dispondrían de tres minutos para contarle al resto de la clase lo que habían hecho y cuánto dinero habían conseguido.
Y, ¿qué crees que se les ocurrió a los alumnos? ¿Qué se te habría ocurrido a ti? La mayoría pensaríamos en jugar a la lotería o a la máquina tragaperras. O lo que es lo mismo, asumir un riesgo alto con la posibilidad de obtener un beneficio rápido. Pero no. En este ejercicio los grupos que mejores resultados obtuvieron fueron aquellos que se dieron cuenta de que los cinco dólares eran una limitación, se olvidaron de ellos y en lugar de eso se centraron en sus talentos y en las soluciones que podían ofrecerle al mercado y por las que el mercado estaba dispuesto a pagar. Es decir, los que usaron el pensamiento lateral para solucionar el problema con un enfoque creativo.
Por ejemplo, uno de los grupos que más dinero consiguió lo hizo llevando al campus una bomba de aire ofreciendo a los alumnos inflar las ruedas de sus bicicletas por un dólar. Sí, en una gasolinera era gratis, pero esto era servicio a domicilio y un dólar no es mucho, así que la clientela no se hizo esperar. Incluso vieron que tenían tanta demanda que probaron a dejar de cobrar un dólar y pedir la voluntad, con lo que sus ingresos aumentaron aún más deprisa y después de las dos horas habían ganado 200 dólares.
Otra gran idea fue la de un grupo de alumnos que se dieron cuenta de las grandes colas que se montaban los sábados por la noche para conseguir mesa en los restaurantes de la zona. Así que lo que hicieron fue hacer un montón de reservas y, una vez allí, cuando estaban a punto de darles mesa, revender su reserva a alguien que estaba detrás de ellos en la cola. Y encima se quedaban con su puesto, con lo que más tarde podían volver a vendérselo a un tercero.
Pero el grupo que más ingresos consiguió no fue ninguno de estos dos, sino uno que en vez de poner el foco en los cinco dólares o en las dos horas, lo puso en los tres minutos que tendrían para exponer los resultados ante sus compañeros. ¿Para quién podrían tener valor esos tres minutos? Pues, dado que Standford es una de las universidades más prestigiosas del mundo, esos tres minutos fueron la solución para una empresa de headhunters, que pagó 650 dólares por proyectar un anuncio publicitario invitando a los alumnos a que acudieran a ellos cuando salieran de la universidad.
650 dólares por tres minutos. Interesante, ¿no? Ejemplos como éste prueban lo equivocados que están los que piensan que hace falta mucho dinero para hacer dinero. De eso nada. La riqueza es el resultado de la creatividad, la imaginación y el talento. Dicho de otra forma, de pensar diferente.
Ahí va el vídeo donde ella misma lo cuenta: