“Antes me sentía constantemente insegura, me machacaba muchísimo por cada cosa que hacía o qué decía y no me aceptaba ninguna emoción que no fuese estar bien y feliz. Esto me afectaba en todos los ámbitos, con amigas, en el trabajo, en la familia…
Después del proceso el cambio ha sido brutal. Sobre todo, podría decir que me acepto cada emoción y en cada situación, siempre, con todo y en cada momento. Si tengo una época más baja de ánimos no pasa nada, no me machaco. Esto me hace sentir segura conmigo misma, porque si estoy triste no pasa nada y si estoy nerviosa no pasa nada.
Ya no busco valoración en los demás para sentirme mejor. Me valoro yo misma, y si viene algún reconocimiento de fuera es súper bienvenido, pero tampoco tengo esa sensación de tener que agradecer ese reconocimiento.
El otro día estaba en la playa y de repente pensé: “oye, qué fuerte, que no me he parado a buscarme defectos sobre mi físico, desde hace tiempo no me fijo, no estoy obsesionada”. ¡No sabes qué liberación supone esto para mí!
En mi día a día, en el trabajo y con mis amigas participo, hablo y doy mi opinión sin problema. No me siento insegura y no me machaco si algún día hago algo mal. Me encanta porque me siento mucho más libre.
Respecto a Vanessa, lo que más me ha gustado es que ha dado en la clave desde el principio. Me ha ayudado a cambiar, me ha enseñado a quererme más, a valorarme, y que esto era un compromiso mío. Ella estaba ahí para guiarme, ayudarme, orientarme, analizar qué es lo que pasaba, me ha hecho ver y pensar de dónde venían todas esas inseguridades. Creo que para llegar al final del proceso es fundamental antes poder sanar esas “heridas” que podemos tener dentro.
Me ha encantado todo y estoy muy, muy contenta de mi proceso, no me arrepentiré jamás. Si tuviese que volver atrás y a elegir un proceso, elegiría mil veces más a Vanessa, ha sido increíble…”.